Opinión

La sedición y los vaivenes de Sánchez

¿Qué es lo que ha ido pasando para que el presidente del Gobierno cambie tanto de opinión? Nada exterior a él. Tanto en 2018 como en 2022 sabía lo que hicieron los líderes del ‘procés’. Nada ha cambiado. No obstante, su permanencia en el poder no ha estado siempre clara: ha vendido como reconciliación lo que no es más que pura supervivencia. Porque está claro que sus bandazos no son ideológicos.

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23
noviembre
2022
Fuente: Moncloa

En una tribuna en El Mundo, Tsevan Rabtan decía que la reforma del delito de sedición es «peor incluso que el indulto a la carta», es decir, el indulto del Gobierno a los líderes independentistas catalanes encarcelados por el procés el año pasado . Es peor porque consiste en «reformar leyes generales esenciales como precio para el apoyo parlamentario de aquellos a los que la reforma beneficia personalmente».

La reforma se ha justificado con la homologación a Europa, argumentando que en los países de nuestro entorno las penas por delitos así son más bajas, algo que es falso y que, aunque fuera cierto, es manipulador: cada país tiene un código penal adaptado a sus amenazas concretas. También se ha justificado con el argumento de la reconciliación. Pero no se puede decir que se haga porque sus perpetradores hayan admitido su error: muchos de ellos prometen volver a insistir en él.

La reforma tiene un único objetivo: es el poder político usando una ley democrática para indultarse a sí mismo, como ha escrito el jurista Josu de Miguel. Porque, al fin y al cabo, es una petición de ERC, socio del Gobierno y sin el cual no puede sacar iniciativas adelante en el Congreso. Quizá lo más sorprendente es la transparencia con la que se ha realizado todo. En ningún momento la tesis de la homologación o de la dureza del código penal resultó creíble, y al Gobierno le dio un poco igual. Es una reforma para que los líderes del procés puedan probar de nuevo su aventura y no sufran tanto las consecuencias.

«Quizá lo más sorprendente es la transparencia con la que se ha realizado todo: en ningún momento la tesis de la homologación o de la dureza del código penal resultó creíble, y al Gobierno le dio un poco igual»

Pero es también sorprendente cómo hemos llegado aquí. En mayo de 2018, el por entonces líder de la oposición, Pedro Sánchez, dijo que  «lo ocurrido el 7 de septiembre en el parlamento de Cataluña se puede entender como un delito de rebelión». Se refería al golpe parlamentario que dieron los partidos independentistas poco antes del referéndum del 1 de octubre de 2017. Meses después, tras llegar al Gobierno apoyado por los partidos independentistas catalanes, cambió de opinión. En una rueda de prensa en noviembre de 2018, la portavoz del gobierno, Carmen Calvo, dijo: «el presidente del Gobierno nunca ha dicho que haya un delito de rebelión en Cataluña».

Cuando la prensa le recordó que era obvio que sí, la vicepresidenta respondió: «Por entonces no era Presidente». Un año después, en la campaña para las elecciones de noviembre de 2019, Pedro Sánchez prometió endurecer las penas por el delito de rebelión y traer a España al político independentista fugado Carles Puigdemont. En junio de 2021, el Gobierno indultó a los presos independentistas, y en noviembre de 2022 anunció la reforma del delito de sedición.

«Los independentistas más fundamentalistas hoy viven en un mundo de fantasía, pero tienen razón en algo: Pedro Sánchez no es de fiar»

¿Qué es lo que ha ido pasando para que Pedro Sánchez cambie tanto de opinión? Nada exterior a él. Tanto en 2018 como en 2022 sabía lo que hicieron los líderes del procés. Nada ha cambiado. Pero su permanencia en el poder no ha estado siempre clara: Pedro Sánchez ha vendido como reconciliación lo que no es más que pura supervivencia. Porque está claro que sus vaivenes no son ideológicos; no han cambiado sus convicciones.

Como suele decir Daniel Gascón: «no hay pensamiento, sino posicionamiento». Los independentistas más fundamentalistas hoy, los que creen que ERC se ha vendido al pactar con el Gobierno, viven en un mundo de fantasía, pero tienen razón en algo: Pedro Sánchez no es de fiar.

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