Economía

Una crisis latente

La crisis de los tulipanes, la Gran Depresión o la recesión surgida tras 2008 reflejan la cadencia de unos ciclos económicos que, en ciertos momentos, llegan al colapso, marcando por completo nuestra existencia cotidiana. ¿Sería posible evitarlo?

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23
junio
2022

Las consecuencias de la covid-19 y las repercusiones de la guerra en Ucrania parecen estar dando forma al inicio de una nueva crisis, aunque en las últimas décadas estas parecen producirse cada cierto tiempo de manera más o menos constante. ¿Existen ciclos de crisis, tal como sostienen múltiples economistas? Sea como sea, la certeza es que a partir de esos acontecimientos ocurridos en el pasado se configura la realidad mundial en el presente.

Esta historia de descalabros económicos se remonta hasta la crisis de los tulipanes, una gran burbuja económica –con su posterior crisis financiera– surgida en los Países Bajos durante el siglo XVII. Entonces, la demanda de esta clase de flores se generalizaba fundamentalmente entre las clases pudientes: el tulipán había llegado un siglo antes procedente de Turquía y se había convertido en una flor estrella. Los especuladores pronto se dieron cuenta de su éxito y, por supuesto, no estaban dispuestos a reducir su comercialización a la estacionalidad, por lo que comenzaron a comprar derechos sobre futuras cosechas. Los bulbos alcanzaron de este modo precios extraordinarios, algo que ocurriría posteriormente con otros productos mucho más esenciales.

Aunque en los siglos XVIII y XIX tuvieron lugar otras recesiones, pasarían tres siglos hasta la llegada de otra de las hecatombes financieras más conocidas: el llamado «crack de 1929». La especulación inmobiliaria y productiva en Estados Unidos estaba llegando a cotas muy altas y durante tres años existió un desfase muy pronunciado entre la economía real y la actividad bursátil. En el octubre negro de 1929, las bolsas se desplomaron, extendiendo sus consecuencias a lo largo y ancho del planeta. A partir de ahí se desarrollaría una década en la que la bajada de los precios, la caída del comercio, la pobreza y el paro fueron las notas predominantes.

A partir del ‘crack’ de 1929 se desarrollaría una década en la que la caída del comercio, la pobreza y el paro fueron las notas predominantes

En la década de los noventa del pasado siglo también se desencadenaron crisis en los mercados emergentes, pero la más recordada llegaría a principios de este siglo: en 2008 nos afectó la crisis global que sería conocida como la Gran Recesión, siendo originada de nuevo en Estados Unidos y precedida por la crisis de las «hipotecas basura», que venía desarrollándose desde un año antes. De nuevo, un mercado inmobiliario voraz llevaría a una catástrofe económica profunda. Los bancos concedieron grandes cantidades de dinero a una numerosa clientela sin solvencia económica. Los tipos de interés eran elevados y las comisiones bancarias, además, desmedidas: el mercado inmobiliario y el mercado financiero volvían a combinarse, provocando consecuencias que en muchos casos serían dramáticas para una gran parte de la población. 

La última de estas ruinas globales llegaría junto a la covid-19: el parón mundial de buena parte de la economía y el funcionamiento ralentizado posterior llevaron al cierre de negocios, el aumento del desempleo y al impacto sobre la producción y distribución de alimentos. Conectada a través de una relación temporal tenemos también la guerra de Ucrania, un conflicto bélico con repercusiones en distintos países y cuya deriva aún está por determinar, así como la acuciante crisis climática, que está dejándose notar –ya sea en sus consecuencias o en la transición energética– a pasos agigantados.

¿Un dramático dominó?

La globalización conlleva que un fenómeno producido en un país tenga ramificaciones y consecuencias en muchos otros, pero también causa que las diferencias que se generan entre países enriquecidos y empobrecidos aumenten. Las crisis económicas globales son un efecto más de una globalización de la que muchos buscan hoy –hasta el momento, sin éxito– desacoplarse.

Ante esta situación surge una pregunta evidente: ¿es posible erradicar dichas catástrofes? Los ciclos económicos capitalistas se caracterizan por etapas de crecimiento, pero también por sus posteriores caídas: en determinados momentos surge un aumento de la producción (o especulación) que satura el mercado, lo que hace bajar los precios para terminar, finalmente, paralizando esa producción. A grandes rasgos, las etapas serían la expansión, la crisis, la depresión y la recuperación. Dependiendo del momento histórico, dichas etapas son más o menos extensas y, aunque parece que no sería complicado diagnosticar un momento de riesgo con precisión, lo cierto es que hasta el momento nunca se ha podido determinar con exactitud –de forma consensuada– un instante concreto. 

No obstante, hay excepciones individuales. Poco antes de 2008, Nouriel Roubini, uno de los economistas del Fondo Monetario Internacional (FMI), aseguró que la crisis podía estallar en cualquier momento. De hecho, así sucedió poco después. No sería el único: también anticiparon la crisis el Premio Nobel de Economía del año 2013, Robert J. Shiller, y el gobernador del Banco Central de la India, Raghuram Rajan. Y eso no es todo: en 2019, Roubini volvió a anticiparse al pronosticar que en 2020 se iban a dar las condiciones necesarias para una nueva crisis. La pregunta surge de forma lógica: si se cuenta con información certera al respecto, ¿por qué no se previenen entonces estas situaciones? Aún más lógico sería, sin embargo, analizar la acumulación de capital que lleva a los desplomes. Solo así se podrá comenzar a pensar en un funcionamiento económico más estable para toda la humanidad.

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