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Una mayor esperanza de vida… y de calidad

El aumento de la esperanza de vida no debería analizarse únicamente bajo el prisma de lo que supondrá para la economía o la presión sanitaria. A la hora de garantizar la calidad de vida de esta población es fundamental transformar nuestra propia concepción de la vejez y abandonar esa visión de la tercera edad como un epílogo de la vida.

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Yvonne Redin
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28
abril
2022

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Yvonne Redin

Vivir muchos años –y hacerlo bien– parecía hace tan solo unas décadas un objetivo alcanzable solo disponible para pocos. Sin embargo, los avances del Estado del Bienestar, los descubrimientos de la ciencia y, en general, la evolución social, han hecho posible que la vida buena esté al alcance de (casi) todos. De hecho, cada vez vivimos más tiempo: solo entre 1991 y 2018, a cada día que pasaba se ganaban 3,8 horas en esperanza de vida en España, como apuntan estimaciones de PwC. Durante ese período, cada año se sumaban 1,9 meses y cada década 1,6 años extra al tiempo estimado que viviría de media cada español.

Por otro lado, tal y como apuntan las cuentas del Instituto Nacional de Estadística (INE), la proporción de mayores de 80 años en la población europea se ha duplicado entre 2001 y 2020, mientras que la de los jóvenes en el balance final poblacional ha ido retrocediendo. De forma paralela, la edad media de la población ha escalado. En 2001, la media de edad de los europeos era de 38 años. En 2020, estaba ya en 44. España pasó de estar ligeramente por debajo de esa edad media a estar situarse por encima de ella.

Por tanto, resulta incuestionable que la población europea en general, y la española de forma específica, viven un proceso de envejecimiento. Se está produciendo un cambio estructural en la población. Vivimos más y nacen cada vez menos niños, lo que lleva a mutar a la pirámide poblacional. En zonas más concretas, como es el caso del medio rural, todos estos cambios están obstaculizando el relevo generacional: puede que sus habitantes vivan más, pero con ellos desaparecen también las poblaciones que habitan. Hablar de «reto demográfico» se ha convertido en algo común.

La proporción de mayores de 80 en la población europea se ha duplicado entre 2001 y 2020

Sin embargo, y a pesar de que la creciente esperanza de vida y el envejecimiento de la población suponen un reto a nivel económico y social, analizar qué implica este invierno demográfico no debería centrarse únicamente en el ángulo negativo. «Estamos ante una realidad: cada vez vivimos más», apuntaba Fernando Ariza, director de la Escuela de Pensamiento Fundación Mutualidad Abogacía, en la presentación del Indicador de Calidad de Vida Digna y Sostenible en la vejez. Aunque habla de «reto global» y del «desafío del envejecimiento», también deja claro un punto clave: «Es una buena noticia. No debemos permitir que el vivir más sea un problema, pero para eso hay que cambiar el enfoque».

Cambiar la visión de la vejez

Envejecer aún hoy se concibe como algo alejado de lo positivo. En términos económicos, por ejemplo, se tiende a acabar hablando del coste de las pensiones y de la elevada carga que supondrá para los sistemas sanitarios. Para muestra, un botón: el 83% de los encuestados en el mencionado estudio de PwC se muestra completamente de acuerdo con la idea de que «el envejecimiento traerá consigo un aumento relevante de los costes de la sanidad» y un 72% cree que impactará de forma negativa a la financiación de las pensiones. Cuando el enfoque se centra solo en estos puntos, anula el resto. 

A fin de cuentas, que el reloj corra en nuestro cuerpo es algo natural y, por tanto, inevitable. «La gran conquista de la humanidad llegará cuando aprendamos a convivir con esta longevidad», asegura Ariza. Como sociedad, es el momento de pensar en la vejez de un modo diferente. Hay que ser «más optimista» en su abordaje. Quizás esto implique dejar de partir de clichés sobre una vejez decrépita, una especie de epílogo de la vida, lo que contribuiría a centrarse en ese tiempo extra que ahora podremos vivir para disfrutarlo con calidad y, sobre todo, sin desigualdades.

Por tanto, son necesarios cambios sociales y estrategias públicas, pero también las herramientas que permitan analizar la vejez con una mirada nueva. «Sabemos que aumenta la población de más de 65 años», recuerda Mercedes Ayuso, catedrática de Estadística Actuarial en la Universidad de Barcelona. Comprender qué supone este cambio ya ahora y lo que lo hará en el futuro no es complicado. «Yo siempre digo ‘hagan un ejercicio sencillo, vayan por la calle y miren quién está ahí’. Eso está aquí y va a seguir estándolo ahora y en los próximos 30 años», afirma la catedrática.

Una herramienta para medir

Es en ese contexto en el que nace el Índice ODS-VDS65+(ODS-Indicador de Vida Digna y Sostenible a los 65 años y más), desarrollado por la Cátedra Economía del Envejecimiento de Fundación Mutualidad Abogacía y la Universidad de Barcelona, con el objetivo de medir, observar y sacar nuevas conclusiones sobre el envejecimiento.

Es necesario actuar en el presente garantizando la calidad de vida de las personas mayores

Si la pirámide poblacional está cambiando, indica la experta, es necesario actuar ya en el presente garantizando la calidad de vida de las personas mayores, creando las infraestructuras necesarias para hoy y para mañana y escuchando lo que estas personas de más edad tienen que decirnos para, así, comprender que no es lo mismo tener 65, que 75, que 85 o que 95. Y, sobre todo, hay que orientarse hacia una nueva visión: la de un envejecimiento activo a la par que saludable. En los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de Naciones Unidas no hay ningún objetivo específico centrado en la población de más edad, pero a esta parte de la ciudadanía se la puede abordar desde muchas de las áreas que los ODS subrayan.

De hecho, el índice usa las áreas de 8 de estos objetivos de desarrollo como guía de lo que se debe tener en cuenta. El fin de la pobreza, la igualdad, la educación, la salud y el bienestar o el trabajo permanente y crecimiento económico son cuestiones decisivas cuando se habla de cómo afrontar ese envejecimiento activo y con calidad de vida. Lograr esa mejor longevidad llevará –es lo que los primeros datos del estudio vaticinan– a trabajar en estas áreas con más educación para mayores, una nueva visión del mercado laboral, una potenciación de la autonomía de las personas de más edad o una nueva estrategia en infraestructuras (y hasta en lo social). La conquista de la longevidad es ya incuestionable. Por ese motivo, toca dar un paso más allá y sentar las bases para que no solo se viva más, sino con mayor calidad. 

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