Medio Ambiente
Rachel Carson: así nació el ecologismo moderno
Ávida lectora de Beatrix Potter, la bióloga consiguió demostrar el daño que los pesticidas provocaban sobre la biodiversidad y la salud humana. El revuelo que generaron sus afirmaciones fue de tal magnitud que el por entonces presidente norteamericano, John F. Kennedy, ordenó abrir una investigación contra la industria química.
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«El más alarmante de todos los ataques del hombre al medio ambiente es la contaminación del aire, la tierra, los ríos y el mar con materiales peligrosos e incluso letales». A día de hoy, esta reflexión parece una verdad que, de tan obvia, es casi innecesaria. Pero la mujer que la pronunció, en los años cincuenta fue tildada de desequilibrada: Rachel Luoise Carson (1907-1964), bióloga marina y ecologista militante, inauguró la moderna conciencia ambiental promoviendo conductas y políticas que preservaran el medio ambiente. Sin ella, alguien ya lo dijo, no existiría la lucha actual contra el cambio climático.
Ávida lectora de la naturalista e ilustradora Beatrix Potter, a los diez años Carson ya había leído a Melville, Conrad y Stevenson. Comenzó sus estudios de Literatura inglesa, pero los abandonó para cursar Biología, disciplina de la que se licenció cum laude y a la que siguieron Zoología y Genética. Entró a trabajar en el servicio de la Administración de Pesca y Vida Salvaje con el cometido de elaborar textos divulgativos y guiones educativos radiofónicos. Su habilidad y conocimiento la conviertieron en editora jefe de todas las publicaciones del organismo oficial.
Aunque se ocupaba de su madre, al morir su hermana mayor, también se hace cargo de sus dos sobrinas. Se inventa el tiempo para escribir a ratos. En 1941 publica su primer libro, Bajo el viento oceánico, donde analiza la vida de los peces, las aves y los mamíferos. Recibe muy buenas críticas, aunque apenas se vende. Diez años después, decide dejar de trabajar para centrarse en la escritura: su siguiente título, El mar que nos rodea, un recorrido por la ciencia marina que se remonta al origen de la vida, es un éxito rotundo y permanece 86 semanas en la lista de los libros más vendidos del New York Times, 39 de ellas en el número uno.
En 1962, Carson publicó su ‘opus magnum’ donde aseguraba que los pesticidas se impregnaban, aunque de manera invisible, en la cadena alimenticia
Obtuvo la Medalla de Oro de la Sociedad Geográfica de Filadelfia y la Medalla de Oro de la Sociedad Zoológica de Nueva York, entre otros reconocimientos. Incluso hubo una versión cinematográfica del ensayo dirigida por Irwin Allen, que se llevó el Óscar al Mejor Documental, en 1953. La trilogía sobre el mar se cierra con The edge of the sea (inédito en castellano). Para entonces, Rachel Carson ya era una autoridad en asuntos tanto marinos como medioambientales.
Su vida en el campo (se había mudado a Maryland) le permitió a observar los devastadores efectos que ocasionaba el uso de pesticidas, en especial el DDT, en la biodiversidad. Entrevistó y mantuvo abundante correspondencia con numerosos expertos y científicos, y llegó a la conclusión de que los pesticidas se impregnaban, aunque de manera invisible, en la cadena alimenticia, al tiempo que causaban daños catastróficos en la flora y fauna y graves riesgos para la salud humana.
Así, en 1962, publica por entregas en la New Yorker su opus magnum: Primavera silenciosa, donde leemos afirmaciones categóricas. «Polvos y aerosoles ahora se aplican casi universalmente a granjas, jardines, bosques y hogares. Productos químicos no selectivos que tienen el poder de matar a todos los insectos, los buenos y los malos, de apagar el canto de los pájaros y el salto de los peces en los arroyos, de cubrir las hojas con una película mortal para luego permanecer en el suelo quién sabe por cuánto tiempo». Solo en los primeros tres meses vendió más de cien mil copias.
La industria química, cuya expansión, tras la II Guerra Mundial, parecía imparable, no tardó en intentar desacreditar a Carson, acusándola de solterona e histérica o lesbiana. Como si alguno de estos adjetivos, por sí mismo, deslegitimasen sus tesis científicas. Amenazaron a los medios de comunicación con retirar su publicidad si estos se hacían eco de sus declaraciones. El alcance del revuelo fue de tal magnitud que el propio presidente norteamericano, John F. Kennedy, ordenó al Comité Asesor Científico presidencial (PSCA) abrir una investigación. La propia Carson tuvo que testificar dos veces, insistiendo en la necesidad de promover una agencia reguladora independiente que protegiera a las personas y al medio ambiente de los riesgos del uso de pesticidas e insecticidas. La conclusión de los expertos dio la razón a Carson. Coincidió con el descubrimiento de altos niveles de pesticida aminotriazol en los arándanos que se comercializaban.
Gracias a la cadena de televisión CBS, más de 15 millones de personas pudieron ver imágenes de aviones fumigando terrenos mientras los niños jugaban bajo la lluvia química
La cadena de televisión CBS, la tercera más grande del mundo, retransmitió, en 1963, un reportaje sobre el caso, The silent spring of Rachel Carson. Algunos patrocinadores del medio televisivo, como Standard Brands, Lysol o Ralston Purina, retiraron sus inversiones publicitarias como medida de coacción, pero de nada sirvió: 15 millones de personas pudieron ver imágenes de aviones fumigando terrenos mientras los niños jugaban bajo esa lluvia química.
Entre los principales testimonios, los del reputado científico Robert White-Stevens y la propia Carson. El primero acusó a la bióloga de «querer hacernos regresar a la Edad oscura para que los insectos y la enfermedad hereden la tierra», mientras que la científica explicaba sus planteamientos, desbaratando los improperios recibidos con datos, no con especulaciones. «Los niños que nacen hoy están expuestos a estos productos químicos desde su nacimiento, tal vez incluso antes. ¿Qué les va a pasar en la vida adulta como resultado de esa exposición?», planteó. Murió poco después, a causa de un cáncer de mama.
Cuando Carson defendía el medio ambiente no existía ningún movimiento ecologista tal y como se entienden a día de hoy. Fue ella quien impulsó una conciencia ética y ecológica. A ella también le debemos la celebración del Día de la Tierra, el 22 de abril, y la creación de la Agencia de Protección Ambiental (EPA) norteamericana (que, en 1972, prohibió ocho de los doce plaguicidas que denunció Carson, incluido el DDT, que ya solo se emplea en algunos países para combatir la malaria bajo estrictas condiciones). De manera póstuma, Jimmy Carter le concedió la Medalla Presidencial de la Libertad.
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