Biodiversidad

¿Beneficia a algunas especies el cambio climático?

No es una casualidad que cada vez haya más medusas, más avispas velutinas o más cucarachas: para estas especies, el cambio climático ha supuesto la creación de un inesperado paraíso.

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22
septiembre
2022
‘Estudio de avispas’, por Julie de Graag (1877-1924).

Una década atrás, nadie en el noroeste de la Península Ibérica sabía qué era una velutina. Ahora, sin embargo, estas avispas son tan comunes que han dado hasta para elaborar listas virales –como la que hizo un periódico gallego– con todas las variaciones de su nombre que la ciudadanía usa para alertar a Protección Civil del avistamiento de sus colmenas. Los ayuntamientos destinan partidas a luchar contra la avispa velutina y de vez en cuando, aunque cada vez menos porque ya es demasiado común, se cuela en los titulares de los medios alguna noticia sobre personas a las que estas avispas gigantes han picado.

La velutina es un ejemplo perfecto para comprender cómo el cambio climático ha empujado hacia adelante –llegó a Europa desde Asia, donde se quedó y multiplicó– a algunas especies. Los expertos alertan, de hecho, de que el cambio climático va a ponerles las cosas mucho más sencillas a las especies invasoras en España, lo que supone un problema para los ecosistemas –porque causa desequilibrios, pero también por el efecto que tiene en las extinciones– y también un problema económico. Solo entre 2004 y 2019, por ejemplo, la Confederación Hidrográfica del Ebro tuvo que invertir 25 millones de euros en luchar contra el mejillón cebra. 

De este modo, aunque son muchas las que resultarán perdedoras –las cuentas del IPCC hablan de que con la ya esperada subida de 1,5 grados de la temperatura global desaparecerán entre el 20% y el 30% de las especies–, otras saldrán beneficiadas de los efectos del cambio climático. 

Entre 2004 y 2019, la Confederación Hidrográfica del Ebro tuvo que invertir 25 millones de euros en luchar contra el mejillón cebra

En el mundo de los insectos, la escalada de las temperaturas, la ruptura de los patrones climáticos, el uso excesivo de pesticidas o la contaminación están desestabilizando el equilibrio. Las abejas, por ejemplo, están en serios problemas, algo que afecta de forma indirecta a los procesos de polinización y a la biodiversidad. No es un caso único: también insectos como las mariposas se han visto afectados. Otros, en cambio, se han reforzado: las nuevas condiciones hacen más fuertes a los mosquitos, que siempre han preferido zonas cálidas y que ahora tienen mucha más geografía para escoger. Se trata de una expansión que no es solo molesta, sino también peligrosa: se estima que en 2050 la mitad de la población estará expuesta a las variantes capaces de transmitir enfermedades. Episodios como la crisis del zika podrían volverse más comunes, a lo que se suma un potencial aumento de la población mundial susceptible de contagiarse de dengue o malaria. Un estudio publicado en The Lancet apunta que en 2070 habrá 4.700 millones de personas más que en el último cuarto del siglo XX. 

Y los mosquitos no estarán solos: quienes tienden a salir más beneficiados por los efectos del cambio climático son los insectos considerados más molestos o peligrosos. Las cucarachas, por ejemplo, también se adaptarán bien a la nueva tesitura, mientras que las plagas de langostas arrasan cada vez más las cosechas en África, huyendo de los efectos que las sequías tienen en sus ecosistemas originales.

Otras especies de plantas y animales también encuentran ventajas en la nueva situación, algo que es posible observar, por ejemplo, en el hecho de que cada vez haya más medusas en las playas: la subida general de las temperaturas del mar, sumado al efecto que ha tenido la pesca intensiva en los ecosistemas marinos, ha creado un contexto favorable para su supervivencia. Para otras especies, el nuevo estado de los mares son malas noticias; para las medusas, supone la creación de condiciones paradisiacas. Además, en este nuevo entorno, sus predadores han desaparecido o son menos abundantes, lo que elimina la «autorregulación» en los mares. Las medusas pueden vivir tranquilas, algo preocupante no solo porque piquen a los bañistas de las playas sino también por sus efectos económicos: el censo de problemas que ya han generado –recopilado por el Foro Económico Mundial– incluyen desde un apagón eléctrico en Manila hasta una crisis en una central nuclear escocesa, que vio como sus filtros de enfriado eran invadidos por medusas. 

La escalada de la presencia de CO2 ha hecho que algunas plantas estén haciendo más la fotosíntesis y consumiendo menos agua durante el proceso, lo que ha llevado a que algunos cultivos, como el arroz o la soja, se beneficien siendo más productivos. Pero esto es solo una pincelada de lo que ocurre: cantar victoria pensando que el cambio climático podría salir a cuenta a la agricultura sería un error, porque no solo no en todas las plantas se nota este crecimiento, sino que además estamos ante un fenómeno que de forma paralela empobrece los suelos, aumenta las temperaturas y vuelve el tiempo más extremo e impredecible; factores, todos ellos, muy negativos para las plantas.  

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