Cambio Climático

Tres mitos sobre la descarbonización económica

La transformación hacia una economía libre de carbono parece la solución principal para revertir el cambio climático e impulsar una nueva relación sostenible con el planeta. Sin embargo, ni el futuro es apocalíptico ni dicha transición será un camino de rosas. Desmentimos las tres principales asunciones sobre este complejo proceso.

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11
agosto
2022

La descarbonización es uno de los grandes procesos que está emprendiendo la humanidad en estas primeras décadas del siglo XXI. La conciencia del punto de no retorno en el que hemos entrado como especie en nuestra relación con nuestro entorno, sumada a previsiones económicas como las del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), demuestran la necesidad de emprender acciones contundentes para paliar los efectos de lo que ha sido una relación insostenible con el planeta y sus recursos naturales. Sin embargo, existe una esperanza efervescente que ha nublado nuestras expectativas de las posibilidades de recuperarnos de los desastres causados, así como del propio sistema para ofrecer soluciones imaginativas. 

Pero ¿cómo alcanzarla?

La descarbonización es barata

Una de las asunciones más erróneas que estamos cometiendo en muchos sectores del mundo político, económico y social es pensar que la transición ecológica no tiene coste: que sea una causa justa y necesaria no la convierte en barata. Si bien es cierto que la acción individual puede ocasionalmente impulsarse desde cambios «gratuitos», como el reciclaje o el hecho de no comprar ciertos productos, la necesidad de transformar todo el sistema productivo es extremadamente caro. No solamente por el coste de fabricación de materiales sostenibles, sino también por toda la renovación de la infraestructura.

Solo en las últimas dos décadas se han incrementado los mismos niveles de concentración de carbono que en los últimos 1.000 años

No tenemos que olvidar que todo nuestro sistema productivo está basado en el carbono: de forma directa o indirecta, el crecimiento de los últimos tres siglos se ha basado en el progreso técnico que se inicia con la máquina de vapor y la creación de las fábricas y llega hasta nuestros tiempos en forma de teléfonos móviles u ordenadores portátiles. En los últimos años, las concentraciones en la atmósfera de CO2, CH4 y N2O (los gases de efecto invernadero más importantes) han aumentado notoriamente, hasta niveles que se consideran dramáticos por la comunidad científica. Un dato refleja la situación actual con dolorosa claridad: solamente en las últimas dos décadas se han incrementado los mismos niveles de concentración que en los últimos mil años. 

No obstante, también existen previsiones esperanzadoras que afirman que las nuevas oportunidades de negocio ocasionadas de este proceso podrían llegar a aumentar la economía global en más de 43 trillones de dólares entre 2021 y 2070, lo que significaría un importante incentivo económico para impulsar la lucha contra el cambio climático.

La descarbonización es la solución a todo

Necesitamos impulsar un nuevo sistema productivo, logístico y relacional entre países que nos libre de las emisiones de carbono y que reduzca de manera drástica la creación de residuos y contaminación, pero ello no nos salvará por sí solo del cambio climático ni todos los problemas ocasionados. La pérdida de biodiversidad del mundo se debe a cinco factores clave: el cambio climático, la sobreexplotación, la contaminación, las especies invasoras y la pérdida de hábitats naturales. Todos estos factores tienen alguna relación, sea directa o indirecta, con la industria del carbono o la llamada economía del petróleo.

Si bien la descarbonización de nuestra economía supone un progreso importante hacia una relación sostenible con el planeta, esta no es suficiente. Aún asumiendo que lleguemos a los objetivos marcados desde instituciones como la Unión Europea, con paquetes de medidas como el Objetivo 55 (esto es, llegar a una reducción del 55% de las emisiones para 2030 y lograr la neutralidad climática de aquí a 2050), necesitaremos grandes procesos de resiliencia ambiental y social que permitan revertir los efectos generados por un sistema que ha explotado y violentado a muchos colectivos y regiones del mundo, así como volver a poner el foco en la necesidad de cuidar nuestra supervivencia en el planeta con una nueva concepción de la naturaleza.  

¿Es posible descarbonizar el capitalismo?

Muchos de las grandes instituciones políticas y económicas del mundo, especialmente las de las potencias occidentales, afirman que la descarbonización va a llevar al capitalismo a un nuevo paradigma de bienestar y prosperidad, así como a una drástica reducción de las desigualdades. Lo cierto, sin embargo, es que se trata de un deseo más que de una certeza futura.

La tendencia natural del capitalismo como sistema económico hacia el crecimiento ad infinitum y la actitud extractiva respecto al medio ambiente –concebido como recurso y no como elemento– cuestiona seriamente la posibilidad de crear un marco de respeto mutuo entre la especie humana y el medio ambiente. La economía se encuentra en una encrucijada: reinventarse o morir parece ser su única opción a largo plazo. Tenemos la tecnología, los recursos, la capacidad imaginativa y las medidas políticas que nos permitan alcanzar este objetivo, ¿pero será posible con nuestro business as usual pintado de color verde? De momento, todo apunta que no. 

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