Siglo XXI

¿Por qué las mujeres teletrabajan más?

Trabajar desde casa puede seguir incrementando la brecha de género, ya que a la jornada laboral se suma la tarea de los cuidados, que sigue recayendo principalmente en las mujeres.

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16
agosto
2022

La crisis surgida a raíz de la covid-19 dejó en evidencia distintas cuestiones mejorables en la sociedad, entre ellas la diferente valoración que se les daba a unos trabajos y a otros. Labores que con anterioridad no habían cobrado tanta relevancia aparecían en ese momento como tareas imprescindibles en la vida cotidiana: cajeras de supermercado, personal sanitario, transportistas y un largo etcétera de profesiones se situaban entonces en primera línea.

El ámbito laboral sufrió un cambio considerable a partir de ese momento. Empresas y administraciones comenzaron a flexibilizar su modus operandi y a permitir que el personal desarrollara sus tareas desde casa, protegiendo su salud: era la manera de garantizar la continuación de unos trabajos que, en muchos casos, ya podrían haberse llevado a cabo a distancia (si bien no fue hasta ese momento límite cuando se tuvo conciencia de ello). 

Pero ¿ha sido este cambio igual de beneficioso para todo el mundo? Quienes han estado históricamente relegadas a las tareas del hogar –es decir, las mujeres–, seguramente lo habrán vivido de manera diferente: lo que en un principio se concibió como algo positivo para quienes suelen encargarse en mayor medida de las responsabilidades familiares y del hogar terminó convirtiéndose en una mayor carga para ellas, invirtiendo parte de su jornada laboral en cuestiones domésticas. De este modo, si el objetivo pasa por buscar la conciliación laboral, parece que el teletrabajo no es la solución, ya que si lo que se persigue es tener en cuenta los resultados frente al número de horas dedicado al trabajo y las mujeres dedican parte de su tiempo a otras tareas no laborales, estas pasan a tener que aportar más horas para poder abarcarlo todo. Sin diferencias entre el espacio público y el espacio privado, la conciliación se convierte, en sí misma, en un arduo trabajo.

Teletrabajar terminó convirtiéndose en una mayor carga para las mujeres, invirtiendo parte de su jornada laboral en cuestiones domésticas

El año pasado, los doctores en sociología Sara Moreno Colom y Vicent Borràs Català publicaron los resultados de su investigación Que teletrabajen ellos. Aprendizajes de pandemia más allá de las obviedades. En ella demostraron cómo, en términos generales, durante la pandemia y los meses posteriores la experiencia del teletrabajo fue muy diferente entre hombres y mujeres. Según exponen en su trabajo, las extensas jornadas laborales conllevaban para las mujeres sentimientos de angustia y culpabilidad: les parecía que habían hecho muchas cosas a la vez, pero ninguna de ellas en buenas condiciones. Y es que esa aportación de tiempo extra no es solo tiempo en sí; también supone un mayor desgaste mental causado por innumerables actividades y gestiones pendientes.

Que las mujeres trabajen en casa mientras también se ocupan de las tareas del hogar y los cuidados no es algo nuevo. La industrialización propició que pudieran ocuparse de la elaboración de distintos productos: cuando la demanda laboral era muy superior en el exterior, comenzaron a llevar a las fábricas a sus criaturas, que se quedaban reposando en sus cunas mientras sus madres desempeñaban su jornada en las cadenas de trabajo.

Por lo tanto, aunque la situación no es estrictamente nueva, sí llega con algunos cambios destacables. La frontera entre la fábrica y la casa se ha desdibujado. Cuando el lugar en el que habitas es también el lugar en el que trabajas resulta muy complejo establecer fronteras claras y eso, a largo plazo, conlleva muchos más problemas para las mujeres. Los sufren especialmente quienes, además de hijos o hijas, cuentan con otras personas dependientes en el hogar, así como aquellas que no se pueden permitir contar con alguna persona que les haga más llevadera la tarea de los cuidados; es decir, aquellas personas con menos recursos.

Y es que resulta muy difícil que se valore lo que no se ve. Volver a las cuatro paredes del hogar para trabajar supone también volver a ellas para cuidar a las personas y al hogar. Implantar el teletrabajo sin una perspectiva de género y sin una corresponsabilidad por parte de los hombres conlleva a que siga sucediendo lo que ha sucedido hasta ahora: que mientras unas personas duplican sus tareas, otras puedan centrarse en su desarrollo profesional. Un teletrabajo corresponsable, en cambio, parece distinto: podría ser parte del camino hacia una sociedad laboralmente igualitaria.

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