Internacional

Las ‘colas de la muerte’ en Sri Lanka: cuando un turista vale más que un lugareño

A finales de junio, ante el grave problema de abastecimiento que atravesaba el país, el Gobierno tomó una decisión sin precedentes en el mundo moderno: prohibir a la población general repostar. Semanas después, esa nueva ley permitió recuperar el derecho a acceder al combustible, pero ocupando esas largas y peligrosas hileras que llevan meses abarrotando las gasolineras de todo el país. Con una excepción: los turistas, principal motor de la economía esrilanquesa, pueden acudir directamente a los surtidores, sin importar el tiempo que los locales lleven esperando.

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18
agosto
2022
Un grupo de esrilanqueses esperan a poder repostar sus vehículos. Fuente: Fran Sánchez – Sri Lanka.

Un hombre de 63 años ha muerto mientras esperaba en la cola de una gasolinera en Anguruwatota, Sri Lanka. Llevaba cinco días en su vehículo esperando para repostar cuando sufrió un infarto. Con estas breves líneas informó la prensa del fallecimiento de una persona, cuyo cuerpo sin vida fue encontrado dentro de su coche, en una de las incontables –e interminables– filas que se extienden alrededor de las estaciones de servicio de Sri Lanka. Una noticia que, a priori, podría parecer excepcional, pero que se ha hecho recurrente en los últimos meses en la lágrima de la India.

Decenas de hombres de entre 43 y 84 años han fallecido en distintos lugares del país mientras esperaban para repostar. Las altas temperaturas en esta nación al sur de la India, unidas al efecto invernadero que se forma dentro del los vehículos estacionados bajo un sol inclemente, son las culpables de los ataques al corazón que se han llevado por delante la vida de numerosos esrilanqueses que aguardaban por un combustible que solo llegaba en contadas ocasiones. Pero no solo han sido infartos: también un joven de 19 años murió arrollado por un camión mientras esperaba con su moto en una de las enormes filas, que normalmente ocupan parte de las carreteras de la isla.

En la actualidad, Sri Lanka atraviesa la mayor crisis económica y política de los últimos setenta años. Aquellas multitudinarias protestas en las calles del país que desembocaron en la ocupación de la residencia y el palacio presidencial del primer ministro, Gotabaya Rajapaksa –huido a las Maldivas–, tienen su origen en la profunda crisis económica que aboca a la nación a la bancarrota: el valor de la moneda nacional se ha desplomado un 80%, agravando una inflación ya severa que ha duplicado el precio de los alimentos; una realidad que ha acentuado el malestar de una población que cada vez sufre peores consecuencias.

Una de ellas es la falta de abastecimiento de combustible que, desde hace meses, genera estas largas filas en las que perecen los ciudadanos esperando repostar en algún momento indeterminado: la gasolina llega en contadas ocasiones a pocos lugares, dura aproximadamente un día y nadie sabe cuando volverá a la zona. En consecuencia, las estaciones están abarrotadas de camiones, coches, motos o tuktuks esperando repostar, si la suerte lo permite.

Sin embargo, lejos de lo que pueda parecer, estas filas comenzaron mucho antes de este verano; concretamente en marzo, cuando empezaron a proliferar y, con ellas, también las defunciones. A mediados de mayo, el primer ministro mandó un mensaje desolador que incrementó aún más líneas de espera: «Por el momento, solo tenemos existencias de gasolina para un solo día. Los próximos meses serán los más difíciles de nuestras vidas».

A finales de junio, ante el grave problema de abastecimiento, el Gobierno de Sri Lanka tomó una decisión sin precedentes en el mundo moderno: prohibir a la población general repostar. Para aprovechar al máximo las pocas reservas que quedaban, tan solo tuvieron acceso durante unas semanas los servicios esenciales de la isla. De este modo, pudieron abastecerse ambulancias, policías y… los turistas, motor de la economía de la isla. Tras unas semanas, la población general volvió a tener derecho a repostar, lo que no significa que pudieran llenar el tanque.

Y con la nueva disposición legal volvieron las eternas colas de la muerte, ante las cuales los turistas también disfrutan de un salvoconducto. Controvertidamente, la ley marca que los viajeros pueden saltarse la hilera de vehículos de las estaciones donde estén dispensando gasolina –sin importar el tiempo que los ciudadanos lleven esperando– y acudir directamente a los surtidores. De este modo, los extranjeros se acercan a la entrada de la gasolinera donde, con ayuda de la policía, los lugareños apartan sus vehículos para dejarles espacio para acceder al combustible. Así, los foráneos pueden llenar el tanque en menos de cinco minutos, mientras que los esrilanqueses no se saben bien el tiempo que pasarán allí. Incluso algunas estaciones de servicio que afirman no estar dispensando acaban llenando el tanque de los turistas.

Sin embargo, una de las cuestiones más sorprendentes no solo es que los esrilanqueses no se amotinen ante esta situación, sino que se muestran a favor de esta práctica. Tras recorrer la isla durante tres semanas en el mes de julio y acudir a varias estaciones de servicio, era común ver cómo los ciudadanos se mostraban encantados de la llegada de turistas a las gasolineras, aunque se saltasen la fila. Entre sonrisas y breves conversaciones amables, ellos mismos abrían paso para que los pocos extranjeros que en ese momento visitaban la isla pudieran llegar a los surtidores.

A pesar de la diferencia de trato entre locales y foráneos, los ciudadanos se interesaban por la procedencia de los turistas y relataban, sin pesadumbre, la amarga situación que atravesaba su país. «No tenemos medicina, ni gasolina; faltan muchas cosas y hay cortes de luz», afirmaba uno de ellos. «Yo llevo en esta cola tres días esperando para llenar el tanque», explicaba un esrilanqués sonriente quien no tardó un segundo en aclarar que esa frase no guardaba un tono de reproche, añadiendo un «perdón por la situación en mi país» y un «muchas gracias por venir».

A día de hoy, el Gobierno trata de frenar estas peligrosas colas de días y ha puesto en marcha nuevos protocolos para repostar. Sin embargo, las hileras no desaparecen de las estaciones de servicio y los turistas pueden seguir saltándoselas mientras que las oenegés internacionales advierten que esta crisis económica, política y social está empujando a millones de personas a la pobreza, poniéndose en peligro derechos humanos como el acceso a la salud, la educación o el nivel de vida adecuado.

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