Economía

La riqueza aumenta… la pobreza también

El último informe sobre la inequidad elaborado por el Laboratorio Mundial de la Desigualdad refleja uno de los problemas más graves de nuestro sistema: siguen creciendo las diferencias entre aquellos con mayores recursos económicos y quienes menos tienen.

¿QUIERES COLABORAR CON ETHIC?

Si quieres apoyar el periodismo de calidad y comprometido puedes hacerte socio de Ethic y recibir en tu casa los 4 números en papel que editamos al año a partir de una cuota mínima de 30 euros, (IVA y gastos de envío a ESPAÑA incluidos).

COLABORA
25
agosto
2022

Aunque es una realidad con la que convivimos desde hace años, la línea sigue trazada en la misma posición; de hecho, alguno podría argüir que esta sí se ha movido, si bien en una dirección equivocada: la desigualdad económica entre las personas más ricas y las más pobres continúa creciendo. Esto es, a rasgos generales, lo que se desprende del último informe elaborado por el Laboratorio Mundial de la Desigualdad, dirigido por Lucas Chancel, coordinado por Thomas Piketty, Emmanuel Saez y Gabriel Zucman y basado en artículos de investigación de un equipo experto internacional procedente de diversas organizaciones, universidades y autoridades fiscales. El fin es aparentemente sencillo: ofrecer contexto y respuestas a los planteamientos sobre la desigualdad a nivel mundial. 

El informe demuestra, sobre todo, una abrumadora descompensación de ingresos: el 10% más rico de la población mundial recibe actualmente el 52% de los ingresos globales, mientras que la mitad más pobre de la población gana el 8,5%. Esto se traduce en que una persona del porcentaje privilegiado obtendría 87.200 € al año, mientras que una persona de la mitad más pobre de la distribución mundial del ingreso ganaría 2.800 € anuales. Si estas cifras resultan dispares, los datos relativos a riqueza lo son aún más: la mitad más pobre de la población mundial apenas posee el 2% del total de la riqueza; el 10% más rico de la población del planeta, en cambio, posee el 76% de todos los recursos económicos. A pesar de esto, sorprendentemente, el mundo continúa girando.

Un planeta injusto

Uno de los puntos más interesantes –y, a su vez, desalentadores– se refiere a lo evitable de esta injusticia. El documento expone con rotundidad que la desigualdad es una opción política: las diferencias extremas de ingresos y riqueza han ido en aumento en casi todas partes del planeta desde la década de 1980, tras los programas de desregulación y liberalización adoptados –en diferentes formas– en los distintos países. El aumento no ha sido uniforme: algunos países han experimentado incrementos espectaculares de la desigualdad (incluidos Estados Unidos, Rusia e India), si bien otros (como los países europeos y China) han experimentado aumentos relativamente menores.

El 10% más rico de la población mundial recibe actualmente el 52% de los ingresos, mientras que la mitad más pobre gana el 8,5%

Según relatan las páginas del informe, en los últimos 40 años las naciones son cada vez más ricas, mientras que los gobiernos son cada vez más pobres: el sector privado es el gran acaparador, tendencia que se ha incrementado aún más debido a la crisis de la covid-19 (el año 2020, de hecho, marcó el aumento más pronunciado de la participación de los multimillonarios en la riqueza del mundo). Una de las consecuencias es evidente: a mayor riqueza, mayor poder para tomar decisiones e invertir en atajar estas desigualdades (u otro tipo de problemáticas clave, como el cambio climático). ¿Acapararán las empresas las riendas de las decisiones que afecten a la población? Su capacidad de actuación presente puede parecer desmedida, pero si continúa in crescendo, ¿llegaremos a tener exclusivamente gobiernos corporativos? 

La desigualdad de género también se refleja en este informe. En general, la participación de las mujeres en los ingresos laborales totales se sitúa en menos del 35%, cifra que apenas ha cambiado respecto a 1990, cuando esta se situaba alrededor del 30%. En tres décadas apenas se ha progresado en este sentido, si bien la evolución depende del país en cuestión. La desigualdad ecológica tampoco queda fuera de estos registros, un factor con el que la riqueza también está relacionada: el 10% de mayor riqueza mencionado previamente es responsable de cerca del 50% de todas las emisiones de dióxido de carbono (CO2); el 50% inferior, en cambio, produce el 12% del total. 

En su pretensión de revertir el indeseable panorama actual, el informe contempla también algunas propuestas de cara al futuro. Existen varias opciones para redistribuir la riqueza y enfrentar los próximos desafíos. Una de ellas consistiría en generar ganancias provenientes de un modesto impuesto progresivo sobre el patrimonio de los multimillonarios globales. Puesto que se trata de cuantías astronómicas, los ingresos serían importantes: «En nuestro escenario, encontramos que el 1,6% de los ingresos globales podría reinvertirse en educación, salud y transición ecológica». Establecer medidas para paliar los efectos de la desigualdad surgida –o incrementada– tras la pandemia se convierte ahora en una necesidad más acuciante que nunca. Al fin y al cabo, la desigualdad conlleva problemas sociales, carencias y dificultades para un amplio sector de la población, y en la actualidad parece inconcebible perpetuar un sistema perjudicial para la gran mayoría. 

ARTÍCULOS RELACIONADOS

Las cinco crisis de Panamá

Claire Nevache

Las protestas responden a un sistema en el que la falta de honradez y recursos públicos agrava la desigualad.

COMENTARIOS

SUSCRÍBETE A NUESTRA NEWSLETTER

Suscríbete a nuestro boletín semanal y recibe en tu email nuestras novedades, noticias y entrevistas

SUSCRIBIRME