Sociedad

¿Por qué no nos dejan envejecer?

Los mandatos de belleza que nos impone la idea de la juventud conllevan una insostenible presión sobre nuestros cuerpos, especialmente el de las mujeres.

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19
julio
2022

Pese a que sabemos que se trata de una competición perdida de antemano, cumplir años parece haberse convertido en una indeseable carrera contra el tiempo, y mientras intentamos por todos los medios evitar ese paso de lustros y décadas, intentamos también detener los perjuicios que acarrea este transitar imparable. 

La mayoría de los mensajes que nos llegan a través de distintas vías parecen decirnos que belleza y vejez no pueden caminar amigablemente, y aunque en cierto modo es algo que ha sucedido siempre –ya en la Antigua Grecia o en la Edad Media estaba muy presente la fantasía de la eterna juventud–, el culto a la imagen se ha convertido hoy en una preocupación constante. Podemos decir, por tanto, que es un mal asociado a la vida contemporánea: los anuncios de productos regeneradores, las invitaciones a realizarse retoques físicos o la propia publicidad de cremas antiarrugas sitúan la longevidad en algo positivo, sí, pero también como algo que es necesario moldear y ocultar. 

El miedo a envejecer puede llegar a convertirse en una obsesión. De hecho, se ha inventado un término para denominarlo, «midorexia», que originalmente sugería connotaciones más positivas. La palabra surgió en el año 2016 en un artículo del periódico The Telegraph en el que se defendía que las personas que superan los 50 años están en su grado más esplendoroso de madurez y lo pueden mostrar al mundo con orgullo, pero parece que no existe consenso sobre ello.

Quizás se trate de algo más profundo. ¿Puede que a lo que tengamos miedo sea, realmente, a la proximidad de la muerte? Si logramos, aunque sea de manera superficial, alejar la vejez, alejaremos también nuestra llegada a la tumba. Por supuesto, sabemos que esto no tiene ninguna lógica racional y, sin embargo, el camino parece llevar estos derroteros.

Venus infinita

Este mandato, el de cumplir años sin perder la tersura en la piel, se cierne fundamentalmente sobre las mujeres, y es que la vejez se valora de distinta manera en unas y en otros. Un cabello bañado en canas, que otorga atractivo y madurez a los hombres, supone cierto desagrado general en el caso de las mujeres. ¿Cuántas presentadoras con pelo blanco vemos en televisión y en anuncios? No es de extrañar, por tanto, que los tintes sean un producto estrella en la cosmética femenina.

Linda Evangelista, modelo durante los años noventa, quedó «completamente deformada» por las operaciones a las que se sometió

¿Cómo explicar, si no, las innumerables operaciones de cirugía estética a las que se someten las estrellas femeninas, muchas veces con resultados desastrosos? Linda Evangelista, la destacada modelo de los años noventa que hoy cuenta con 56 años, pasó por quirófano para hacerse varias lipoesculturas: las operaciones la dejaron, en sus propias palabras, «completamente deformada»; por supuesto, sufrió importantes secuelas psicológicas al respecto.

No es la única: muchas otras famosas, como Jane Fonda, Cameron Diaz, Nicole Kidman o Courteney Cox han hablado abiertamente de sus experiencias con los retoques y el bótox, mostrándose arrepentidas porque las intervenciones han suprimido algunos rasgos o han eliminado expresividad.

¿Puede que todo consista en resituar nuestra escala de valores? Mantenerse joven en nuestra cultura se considera un valor en sí mismo, mientras que se deja de lado la experiencia y la sabiduría vinculadas al paso del tiempo. No parece ocurrir lo mismo en Oriente, donde se valora menos la superficialidad y la apariencia. Las redes sociales, además, son las aliadas perfectas de esta obsesión por la belleza: pruebas infinitas de selfies, filtros supresores de defectos físicos o una constante edición de fotos llevan a querer mostrar una inalcanzable imagen perfecta. De nuevo, en el caso de las mujeres la presión es aún mayor: su físico es más criticado y valorado y, por tanto, más puesto en entredicho.

Las consecuencias de este ensalzamiento de la belleza y la juventud pasan por distintos problemas de salud física y mental, y es que entre el autocuidado y la ansiedad existe una línea muy fina que es necesario tener en cuenta para evitar distorsionar la imagen personal y caer en el callejón sin salida de las comparaciones. Tenemos una sola vida y un solo cuerpo: relacionarnos de la manera más afectuosa con ambos parece ser la senda real hacia la plenitud.

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