Desigualdad

La ciencia necesita a las mujeres (y los datos lo demuestran)

Las investigadoras tienen más obstáculos en su carrera científica para llegar a las altas cúpulas y ser reconocidas como referencias: solo el 7,5% de los referentes que aparecen en los libros de texto de la ESO son mujeres.

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Valeria Cafagna
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11
febrero
2021

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Valeria Cafagna

Cada 11 de febrero –Día de la Mujer y la Niña en la Ciencia– nos faltan mujeres, como referentes científicos y como modelos en los que las niñas puedan reflejarse desde su pupitre. Y no es porque no existan, sino porque en contadas ocasiones tienen un primer plano en la fotografía de la historia. Solo el 7,5% de los referentes que aparecen en los libros de texto de la ESO son mujeres. En Análisis de la ausencia de las mujeres en los manuales de la ESO. Una genealogía de conocimiento ocultado, Ana López analizó 115 libros de 19 asignaturas diferentes –33 de ellos de ciencias– para encontrarse con un porcentaje poco esperanzador: en Física y Química, solo un 8,5% de las referencias hablan de mujeres. En Ciencias Naturales, alcanzan con dificultad el 10%.

En la actualidad, solo un tercio de los perfiles de investigación a nivel mundial pertenecen a las mujeres, según las estadísticas de las Naciones Unidas. España se sitúa por encima de la media (40%) pero, desde 2018, esta cifra prácticamente se ha quedado estancada. La brecha de género en los libros es evidente, pero la raíz del problema reside en algo mucho más profundo: las mujeres tienen más obstáculos en su carrera científica para llegar a las altas cúpulas de la investigación y ser reconocidas como referencias por sus descubrimientos. ¿Por dónde podemos empezar?

«Son las brechas de género en la financiación de las subvenciones las que atribuyen evaluaciones menos favorables de las mujeres como investigadoras principales y no la calidad de su investigación propuesta», aludía un grupo de investigadores en un estudio publicado hace ahora un año en The Lancet. Con motivo del Día de la Mujer en la Ciencia, analizaron un total de 24.000 solicitudes de becas de 7.093 investigadores principales en todos los programas de investigación sanitaria canadiense para descubrir que la probabilidad de conseguir el puesto de dirección en un proyecto de investigación era mucho menor en el caso de las mujeres.

«Durante más de dos décadas, las investigaciones han demostrado que las mujeres en el mundo académico deben desempeñar un esfuerzo mucho mayor que los hombres para recibir el mismo reconocimiento. Suele interpretarse que las mujeres carecen de la capacidad necesaria para llevar a cabo descubrimientos y pocas veces se les ve como capaces de liderar una investigación científica». Además de estar infrarrepresentadas en papers a pesar de haber publicado en medios de gran difusión, las mujeres tienen menos probabilidad de alcanzar altos aunque tengan la misma edad, experiencia y productividad que ellos.

Esto cobra aún más sentido si se lee en concordancia con el hecho de que las mujeres «suelen tener más representación en los puestos de educación secundaria y universitaria». En otras palabras, a pesar de seguir el mismo camino que sus compañeros científicos, ellas tienen más probabilidad de estancarse en la base. Siguiendo la estela de las cifras globales elaboradas por las Naciones Unidas, 379.920 mujeres frente a 1,2 millones de hombres se habían hecho con un doctorado en una rama científica, lo que equivale a tres investigadoras por cada diez investigadores.

Si lo observamos en términos porcentuales, veremos que las mujeres llegan mucho más alto en cuanto a cualificación en comparación a los hombres: la mayor proporción masculina se sitúa en los estudios de ciclo corto (86%) y, posteriormente, en la licenciatura (82%) mientras que la representación de las mujeres, aunque escasa, alcanza su punto máximo en los estudios de máster (26%) y doctorado (24%). Sin embargo, a la hora de encontrar trabajo con un título de doctorado, ellas se quedan en los puestos de investigación para instituciones públicas o universidades y ellos en empresas privadas.

En España, los datos más recientes del Ministerio de Educación reflejan que hasta 7 de cada 10 alumnos que se gradúan en Ciencias de la Salud y Ciencias Naturales son mujeres. Y, a pesar de que en la rama de Ingeniería y Arquitectura hay una evidente predominancia masculina (un 70% del alumnado está compuesto por hombres), en términos generales la mayor proporción de alumnado en carreras, másteres y doctorados de las ramas científicas (Ciencias de la Salud, Ciencias Naturales e Ingeniería y Arquitectura) es femenino, lo que evidencia que esta intensa carrera de obstáculos empieza desde la base.

La muestra más clara de esta brecha de género científica la tiene el propio Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), referencia en la investigación científica a nivel nacional. En el estudio sobre su plantilla realizado en 2019, la institución reconoce «la inclusión de la dimensión de género en los contenidos de investigación es una asignatura pendiente que debemos abordar». Por un lado, la proporción de mujeres investigadoras principales en los proyectos nacionales financiados es del 34,7%, una cifra ligeramente inferior al 35,8% de investigadoras que hay en plantilla. Por otro, los datos sobre personal en formación indican una disminución de la proporción de mujeres en los últimos años: cuanto más se avanza en titulación, más cae la presencia femenina.

Es solo en el rango predoctoral donde el número de mujeres supera al de hombres. Una vez aprobado el doctorado, el reparto masculino se sitúa por encima e incrementa la brecha sin freno, superando en más de 30 puntos porcentuales a las mujeres en los puestos de científicos titulares. Al final de la carrera, 7 de cada 10 hombres se titulan como profesores de investigación frente a 3 de cada 10 mujeres. De hecho, son muy pocas científicas (20%) las que consiguen el reconocimiento de «investigadores distinguidos».

En cuanto a las universidades públicas españolas, el paisaje de la desigualdad es bastante similar: la paridad se mantiene hasta que se aprueban las tesis doctorales. A partir de entonces, el número de investigadoras decrece sin parar hasta tal punto que en el Grado A de investigación 8 de cada 10 miembros son hombres.

Además, solo un 29% de los decanos son mujeres. La diferencia se hace aún más notable, como indica Científicas en cifras 2017, en el máximo nivel, la rectoría, donde solo un cuarto de los puestos están ocupados por mujeres. En cuanto a las comisiones técnicas de evaluación de proyectos, analizadas por primera vez en ese año, las investigadoras están notablemente infrarrepresentadas en los dos cargos de mayor nivel (24% de las presidencias y 22% de las vicepresidencias) mientras que hay una paridad total (50% de mujeres) en las secretarías.

Estas históricas diferencias llevan a plantear múltiples motivos, desde el papel de la revisión entre pares o el nivel académico hasta la carga de cuidados y los roles de género. Es la búsqueda de una receta mágica para solucionarlo que no acaba de encontrarse. Como indican varios expertos en Una comparación histórica de la desigualdad de género en las carreras científicas, son análisis que tienden a hacerse desde un punto de vista simplista que “lleva a interpretar que los programas de investigación son distintos para hombres y mujeres, olvidando que todo reside en las barreras sistémicas que impiden a las investigadoras crecer académicamente”, un hecho que dificulta inevitablemente la aplicación de políticas efectivas desde la comunidad científica para solucionarlo.

La pandemia, otra piedra en el camino

Todos estos datos que tenemos en la mano nos permiten analizar el contexto actual en el que vivimos. La desigualdad no entiende de profesiones y la crisis sanitaria provocada por el coronavirus no ha hecho sino alimentar los impactos de género negativos en todos los sectores, incluido el de la ciencia, en materia de conciliación y cuidados. La Unidad de Mujeres y Ciencia encuestó en octubre del año pasado a 1.563 investigadores e investigadoras y sus respuestas demostraron que el coronavirus acentuó la brecha de cuidados y, en el caso de las mujeres, frenó su producción científica.

Aunque ambos sexos fueron testigos de una mayor dificultad a la hora de conciliar en pandemia, la asunción de tareas domésticas y de cuidado en los hogares ha sido muy diferente, predominando para ellos el reparto al 50% y para ellas la asunción, casi en exclusiva, de las tareas. Así, la mitad de las encuestadas se encargaron solas de la limpieza del hogar. En cuanto al cuidado de menores, la dedicación exclusiva de los investigadores creció en 11 puntos comparado con periodos previos a la pandemia, pero para ellas se vio incrementado hasta 18 puntos. Las diferencias también son llamativas en tareas como lavar y tender.

El tiempo que han tenido que dedicar durante el confinamiento al hogar y los cuidados ha influido hasta tal punto que un tercio de ellas no ha tenido la oportunidad de presentar ninguna publicación durante el confinamiento. Mientras tanto, más del 40% de hombres presentó dos o más publicaciones. La pandemia se ha convertido en una piedra más en el camino para las mujeres científicas y el confinamiento ha demostrado que la conciliación desigual es uno de los factores que influye a la hora de desarrollar la actividad investigadora, «un aspecto que en el medio o largo plazo puede incidir negativamente en la carrera profesional», como indica la propia Unidad de Mujeres y Ciencia. Incluir referencias femeninas en los libros pasa por eliminar los fallos del sistema que las convierten en invisibles.

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