Sociedad

Colgados de los ansiolíticos

España ostenta el dudoso honor de liderar, por segundo año consecutivo, el mercado internacional de consumo de ansiolíticos, hipnóticos y sedantes, con 91 dosis diarias por cada 1.000 habitantes. Un gigantesco alijo que traza un preocupante retrato del estado de la salud mental de la población, pero que algunas voces incluyen dentro las causas del mismo.

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12
julio
2022

Si Neo, el protagonista de Mátrix, hubiera sido una mujer española mayor de 65 años –aunque Keanu Reeves, el intérprete que le ha dado vida en las cuatro películas de la saga, ya tiene 57– nunca habría tenido que escoger entre la píldora azul o la píldora roja: sencillamente, se habría tomado las dos sin pestañear. Sería uno de los más de 2,5 millones de personas que, el último informe de la Junta Internacional de Estupefacientes (JIFE), toman psicofármacos a diario en nuestro país. Un consumo masivo especialmente acusado en el segmento indicado y que, en el caso de los ansiolíticos y los antidepresivos, bordea peligrosamente la dependencia.

España ostenta el dudoso honor de liderar, por segundo año consecutivo, el mercado internacional de consumo de ansiolíticos, hipnóticos y sedantes, con 91 dosis diarias por cada 1.000 habitantes. Y, por si fuera poco, las ventas de ansiolíticos y antidepresivos siguen creciendo –un 6% y un 4%, respectivamente, en 2021–. Los datos del Ministerio del de Sanidad corroboran esta tendencia alcista, ya que demuestran que, entre enero y noviembre de 2021, los médicos españoles prescribieron a sus pacientes 4 millones de cajas de ansiolíticos y 45,1 millones de antidepresivos. Un gigantesco alijo que traza un preocupante retrato del estado de la salud mental de la población, pero que algunas voces incluyen dentro las causas del mismo.

Y es que, aunque el consumo de este tipo de fármacos está, en principio, indicado para periodos de tiempo no superiores a tres semanas, en España muchas personas perpetúan su ingesta durante meses y años como si se tratara de un complemento vitamínico. Una práctica peligrosa que genera adicciones y más problemas de salud de los que en teoría soluciona. Entre los síntomas más comunes, somnolencia, aumento de peso, cefaleas, pérdida de apetito sexual, confusión, depresión respiratoria y hasta la muerte. Además de los síntomas habituales del síndrome de abstinencia (ansiedad, irritabilidad, insomnio, ritmo cardiaco elevado y hasta alucinaciones) que se genera al dejarlos abruptamente después de un largo periodo de consumo.

Demasiadas prescripciones generalizadas

Los psicofármacos son una familia de medicamentos que actúa sobre la actividad mental del paciente. Como ya hemos visto, los más utilizados son los anisiolíticos y los antidepresivos, una pareja de hecho que, en ocasiones, se solapan (cuando ansiedad y depresión se presentan conjuntamente), pero que en realidad tienen efectos distintos. Por un lado, los ansiolíticos son, en esencia, tranquilizantes, fármacos que buscan disminuir los síntomas de ansiedad del paciente, potenciando uno de los neurotransmisores del cerebro: el GABA, principal responsable de evitar que el estrés, la ansiedad, el miedo o la angustia hagan estragos en el paciente. Las llamadas benzodiacepinas (Alprazolam, Loracepam, Diacepam…) son los ansiolíticos más utilizados.

Por su parte, los antidepresivos neutralizan déficits y desajustes en la segregación de otros neurotransmisores como son la serotonina, la dopamina o la noradrenalina, responsables del equilibrio en el estado de ánimo, el deseo sexual o el placer. La Fluoxetina (el omnipresente Prozac), Paroxetina, Sertranlina o Citalopram son sus principales exponentes.

La pandemia y sus derivadas sanitarias, laborales y personales, pero también la saturación de la Sanidad, podrían estar detrás de numerosas prescripciones

¿Por qué la dependencia de ansiolíticos y antidepresivos crece? Por un lado, la pandemia y sus derivadas sanitarias, laborales y personales han provocado que el número de cuadros depresivos y los problemas de ansiedad se disparen entre la población. Así, un informe del INE revelaba que el 5,25% de la población española mayor de 15 años sufría depresión (2,1 millones de personas). Más recientemente, en enero de 2022, un nuevo estudio elaborado por Aegón situaba en uno de cada cinco el número de españoles que presentaban algún signo de depresión moderada. 

No falta quien también apunta a una excesiva facilidad para recetar este tipo de fármacos por parte de los facultativos españoles como otra posible causa de esta lluvia de pastillas. La saturación del sistema de atención primaria podría estar detrás de estas prescripciones generalizadas. En España hay 11 psiquiatras –la mitad que en Francia o Alemania–  y seis psicólogos clínicos –un tercio de la media europea– por cada 100.000 habitantes. Ante la escasez de especialistas, la receta es un recurso fácil y rápido para muchos problemas que requerirían un estudio más profundo y, tal vez, otro tipo de soluciones.

¿Cuáles? Los expertos aconsejan tratar de evitar el uso de fármacos siempre que sea posible. Llevar unos hábitos de vida saludables, practicar deporte y hablar de los propios problemas con personas de confianza o con profesionales de la atención psicológica puede ayudar a no tener que vivir permanentemente empastillados.

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