Sociedad

Siete falacias para saber cuándo te están engañando

Vivimos rodeados de opiniones que no gozan de un razonamiento lógico y una base fundada. Se trata de las falacias: argumentos sin validez reconocibles por su carencia de cualquier tipo de lógica.

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27
junio
2022

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Actualmente, en un mundo en el que las redes sociales ejercen un rol fundamental en el día a día de millones de personas, el debate público está trufado de falsedades, verdades a medias o razonamientos que huyen de la lógica. Es habitual escuchar las acusaciones argumentales –a veces como fuego cruzado– de haber soltado una o varias falacias. Estas, normalmente, se utilizan para señalar una opinión que o bien es falsa o bien no concuerda con nuestros ideales y, sin embargo, como ocurre habitualmente en este tipo de casos, la palabra no termina de estar bien usada: objetivamente, tal y como ha sido descrita por la filosofía y la epistemología, una falacia es un razonamiento que, a pesar de parecerse a un argumento válido, no lo es. Es, por tanto, una línea de razonamiento errónea, cuyas conclusiones no deben ser aceptadas como correctas.

De este modo, independientemente de si la conclusión a la que se llega a través de una falacia es verdadera o no, algo que podría ocurrir por puro azar, el proceso por el cual se ha llegado a este punto es defectuoso desde el inicio, ya que vulnera al menos una regla lógica. Por supuesto, no hay solo una; en realidad, existen numerosos tipos de falacias: tantos como fallos lógicos existen en las argumentaciones.

Falacia del hombre de paja

Se trata de una de las falacias más populares, así como una de las más sencillas: consiste en no criticar las ideas del oponente, sino la imagen caricaturizada y manipulada de las mismas. Un ejemplo claro ocurre a diario en la política, donde se tiende a comparar ideas de ciertos espectros ideológicos con referentes extremos y fuera de contexto: ocurre en el caso de los partidos de izquierdas y de derechas cuando se les califica –en el caso que nos ocupa, sin acierto– como comunistas y fascistas respectivamente.

Falacia de autoridad (o ‘ad verecundiam’)

Esta categoría vincula la veracidad de una proposición a la autoridad de la persona que la defiende, como si por el hecho de tratarse de esa persona todos los razonamientos fueran a tener la garantía de ser ciertos. Un ejemplo práctico son los casos en los que se argumenta que una teoría judicial es cierta por el mero hecho de que quien la defiende es juez. 

Falacia anecdótica 

Es una de las más comunes en nuestro día a día, y consiste en partir de aspectos anecdóticos para alcanzar conclusiones. Esto resulta en observaciones que se ven invalidadas al partir de una información no completamente veraz. Ejemplo evidente es cuando una persona se refiere a la eficacia de un tratamiento médico en base únicamente a su propia experiencia, sin hacer un estudio previo del mismo o sin gozar de una perspectiva más amplia. 

Falacia de generalización apresurada

Es el tipo de falacia con el que todas las personas están habituadas a convivir. Se produce cuando alguien cae en una generalización que no está fundamentada en datos suficientes, y está muy presente en las valoraciones sobre los habitantes de determinadas zonas. Por ejemplo, cuando alguien califica a los catalanes como tacaños en base a estereotipos infundados.

Falacia ‘tu quoque’

Este tipo de falacia consiste en refutar un argumento señalando que la persona que lo propone no actúa de manera consecuente con esa idea. En realidad, lo que esconde es evidente: se trata de una crítica a la persona disfrazada en crítica a su razonamiento. 

Falacia de punto medio

Se produce cuando alguien opta por mantener una posición equidistante respecto a un tema del que no ha valorado información alguna ni comprobado si esta es válida o verídica. Un ejemplo claro ocurre cuando a alguien le preguntan sobre si cierta forma de medicina alternativa debe estar incluida en el sistema de salud pública y la respuesta va orientada a que se valore esta práctica bajo los mismos parámetros de tratamientos ya probados y cuya eficacia está confirmada. 

Falacia ‘ad hominem’

Esta falacia se basa en negar la veracidad de ciertas ideas o conclusiones basándose en las características negativas de la persona que las defiende, en lugar de analizar las propuestas intelectuales por separado. Ejemplos de este tipo de situación son los casos en los que se desechan ideas de un pensador por el simple hecho de que este no cuide su imagen personal. 

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