Siglo XXI

«Necesitamos ampliar mucho la base de población que participa en la digitalización»

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Noemí del Val
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22
junio
2022

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Noemí del Val

Un año después de su nombramiento como máximo responsable de Microsoft España, Alberto Granados (Madrid, 1965) recibe a Ethic en las oficinas de la empresa para repasar los retos que la compañía afronta actualmente en relación con los criterios de medio ambiente, sociales y de gobernanza y, además, reflexionar sobre el papel que juega la tecnología en su consecución. Retos –residuos tecnológicos, brecha digital, huella de carbono, dimensión ética de la IA…– que están a la altura de la responsabilidad que acarrea ser una de las empresas más poderosas del planeta.


Microsoft aspira a convertirse en una empresa de emisiones negativas de carbono en 2030. ¿Cómo piensan lograrlo?

Llevamos años trabajando en la reducción de emisiones de alcance 1,2 y 3. Pero nuestros planes van más allá de disminuir nuestras emisiones y las de nuestra cadena de valor. Trabajamos junto a empresas como Climework en innovación y desarrollo de tecnologías para la extracción de CO2 de la atmósfera. Una vez capturado, este CO2 podrá ser reutilizado como abono o darle otras aplicaciones. Nuestro objetivo es que el 2050 hayamos extraído de la atmósfera tanto CO2 como el que hemos emitido desde la fundación de la compañía en 1975.

¿La tecnología se lleva bien con el medio ambiente? 

La tecnología y la digitalización abren interesantes vías para mejorar el planeta. En el plano de los datos, por ejemplo, en Microsoft hemos puesto en marcha Planetary Computer, una plataforma en la nube que pone a disposición de todo el ecosistema un gran modelo de datos medioambientales, mapas, APIS y otros recursos de acceso libre para que start ups y científicos puedan desarrollar aplicaciones de forestación, cambio climático y muchas otras utilidades.

Hablando de datos, hay muchas esperanzas puestas en la inteligencia artificial. ¿Cuál es su verdadero potencial?

Las oportunidades para que la IA ayude al progreso de la humanidad son enormes. Hablamos de modelos que permitan personalizar la educación, sistemas sanitarios más eficaces y cercanos con el paciente, etcétera. Hoy por hoy, la inteligencia artificial es capaz de solucionarlo prácticamente todo. Lo difícil a veces es encontrar problemas reales para esas soluciones. En ese sentido, recientemente hemos creado, junto a una serie de grandes empresas, IndesIA, un consorcio especializado en IA en el que planteamos cerca de 60 escenarios de uso de IA de libre acceso. De esta forma, cualquier pyme puede encontrar esos problemas a resolver por medio de la IA, desde cómo optimizar su cadena de suministro hasta cómo crear un centro de circularidad o ser capaz de reportar el alcance 3 de sus proveedores.

Se diría que la tecnología lo puede todo…

Lo más bonito de esta historia es que estamos democratizando lo complejo. Hace 10 años hacer un algoritmo de inteligencia artificial para reconocer imágenes o voz solo estaba al alcance de las empresas del Ibex 35. Pero hoy vivimos en la era del código abierto, de la nube y del pago por uso, y puedes democratizar esas soluciones para que las pequeñas empresas también tengan acceso a ellas.

¿Puede poner un ejemplo? 

Una panadería con un algoritmo que le indica exactamente cuánto pan necesita tener en la tienda en base a una proyección de la demanda. Eso es muy útil. Ese mismo algoritmo que tiene, por ejemplo, Repsol, uno de los miembros en IndesIA, para el suministro de pan en sus gasolineras, ahora está también disponible para cualquier panadería de barrio. Nos encaminamos hacia un mundo en el que todas las empresas van a ser empresas de tecnología, solo que algunas harán pan, otras confeccionarán prendas de vestir y otras fabricarán otro tipo de productos.

«La inclusión en la tecnología es obligatoria: necesitamos ampliar mucho la base de población que pueda participar en la digitalización»

La digitalización, sin embargo, también despierta recelos. ¿Podemos dormir tranquilos trasladándole la solución a los problemas de sostenibilidad a un algoritmo?

Es fundamental buscarle el ángulo ético a la tecnología. Y hay principios, como la inclusión o la privacidad de los datos, que son esenciales. Cada ciudadano es propietario soberano de sus propios datos, y nadie más debería utilizarlos si no le dan acceso a ellos de manera expresa. En el nuestro ADN ético está no monetizar el dato. Sin embargo, no solo hay que hacer una buena gestión del gobierno del dato; también una buena gestión del gobierno del algoritmo. Si una compañía financiera usa un sistema de reconocimiento facial para la concesión de créditos, y ese sistema se apoya en un algoritmo en el que hay un sesgo, esa compañía se expone a un serio problema de pérdida de credibilidad. Nosotros ya estamos desarrollando algoritmos que controlan algoritmos, es decir, que son capaces de detectar sesgos en su diseño.

Otro problema es la acumulación de residuos tecnológicos. ¿Qué medidas está tomando Microsoft al respecto?

La cuestión de los residuos es, sin duda, algo que preocupa mucho a la industria tecnológica, porque 100.000 millones de toneladas de residuos tecnológicos al año es una barbaridad. Nosotros trabajamos para que nuestros productos y servicios se puedan aplicar en entornos de economía circular. Recientemente lanzamos el Ocean Plastic Mouse, un ratón que está formado en un 20% por plástico extraído de los océanos. Por otro lado, nuestro dispositivo Surface hoy por hoy ya está libre de plásticos de un solo uso y pronto será 100% circular. También en nuestros centros de datos estamos implantado progresivamente centros de circularidad y asegurándonos de que los servidores que utilizamos sean reciclados y reciclables.

Cuando se habla de sostenibilidad siempre sale a relucir el medio ambiente. ¿Hay otros aspectos de la sostenibilidad a los que no estamos prestando suficiente atención?

Indudablemente. Y una de esas áreas es la discapacidad. Cerca de 1.000 millones de personas en el mundo tienen algún tipo de discapacidad, y la IA no puede dejar a atrás a ese colectivo. Hace más de 25 años que venimos colaborando con la ONCE con diferentes desarrollos en los que ellos ejercen como beta testers y nos proporcionan un feedback muy valioso. Gracias a esa colaboración, hemos mejorado desarrollos como Soundscape, que permite avisar mediante vibraciones a una persona con discapacidad visual de la presencia de un obstáculo; o aplicaciones que les permiten identificar objetos y personas dentro de una sala, e incluso que ayudan a una persona con discapacidad visual a hacer el Camino de Santiago.

¿Es la inclusión una asignatura pendiente en los ámbitos laborales?

Teniendo en cuenta la escasez de talento digital que existe ahora mismo en las empresas, la inclusión es una obligación. Necesitamos ampliar la base de población que puede participar en la digitalización muchísimo más, alcanzar a todos los colectivos. Un ejemplo: 3 de cada 4 personas con autismo no tienen trabajo. La digitalización abre nuevas posibilidades para que este y otros colectivos encuentren puestos de trabajo acordes con sus habilidades y posibilidades.

«Nos encaminamos hacia un mundo donde todas las empresas, independientemente de lo que hagan, van a ser empresas de tecnología»

¿Y qué hay del miedo a la robotización del trabajo y a la brecha digital?

En España, un 46% de las empresas no están encontrando el talento digital que necesitan, lo que a su vez provoca que casi el 80% de los proyectos en marcha sufran retrasos. Pero, al mismo tiempo, la tasa de empleo juvenil es muy alta. Por lo tanto, nos enfrentamos a un gran problema y, a la vez ,a una gran oportunidad. Aquí la formación es la clave. ¿Miedo a la brecha digital? Al contrario: entendemos la tecnología como un círculo virtuoso que permite incluir a más personas en la digitalización. Las compañías que están apostando más en IA son precisamente las que más invierten en la formación de sus empleados.

Microsoft sabe de mucho de tecnología. Pero, ¿cuánto sabe de sostenibilidad?

Hace ya mucho tiempo que dejamos de ser una empresa que lo sabe todo para convertimos en una que lo quiere aprender todo. En sostenibilidad aprendemos y nos equivocamos, y somos autocríticos todos los días. A mí, en particular, me encanta que todo el mundo aporte nuevas ideas, pero también que sea capaz de entender y aprender de los errores. En España lo que sí hemos hecho es empujar e ilusionar a nuestros empleados a través de nuestro propósito y numerosos proyectos que ponen el foco en la sostenibilidad. De hecho, somos la subsidiaria en Europa con mayor número de certificaciones en sostenibilidad. Pero todo nace del compromiso y la ilusión que ponen nuestros empleados. Tenemos la inmensa suerte de que en lugar de un chief sustainability officer, contamos con 1.000.

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