Sociedad

La tribu san, ¿origen del hombre?

La genética de los San es tan antigua como la del ‘homo sapiens’ y, a pesar de los milenios, el estilo de vida que llevan no ha variado mucho del de los primeros y primitivos pobladores africanos.

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24
mayo
2022

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El homo sapiens sapiens –esto es, el humano moderno– nació aproximadamente entre 200.000 y 300.000 años atrás en África, desde donde se expandió al resto del mundo para sustituir a los hombres arcaicos. La fecha coincide con la historia que se otorga a la tribu de los san, que aparentemente cuenta con 200.000 años de existencia. El dato no es irrelevante: apunta al hecho de que los miembros de estas tribus kalaharianas serían los descendientes directos de esos primeros sapiens.

Ellos, de hecho, apenas han cambiado desde entonces. La industria, las nuevas tecnologías, los coches, internet: todos son conceptos completamente ajenos a los san, que continúan anclados al estilo de vida primitivo que llevaban sus antepasados, testigos de los primeros instantes de la historia del hombre.

El alto precio de esquivar la modernidad

Los san no son un único pueblo. En realidad, cuando hablamos de ellos lo hacemos de un conjunto de varias tribus que se caracterizan por ser cazadores-recolectores y compartir el uso de las llamadas lenguas joisanas, un habla única en el mundo que incorpora sonidos de hasta 80 tipos de chasquidos diferentes. En total, suman alrededor de 95.000 personas repartidas entre las zonas de Botsuana, Namibia, Angola, República Sudafricana, Zambia y Zimbaue, una región cercana al desierto Kalahari. 

La pérdida de territorios ha obligado a muchos san a transformarse, convirtiéndose en pastores o en precarios asalariados

Pese a que los san siguen manteniendo su estatus de cazadores-recolectores, su forma de subsistencia se ha visto fuertemente influenciada por los diferentes eventos ocurridos a lo largo de la historia. Contrariamente a lo que se podría pensar, estas tribus no han vivido aisladas completamente del resto del mundo: han sido obligadas a interactuar con sus vecinos. En sus primeros siglos de existencia, los san fueron puestos a prueba por la llegada de los pastores khoikhoi, que ocuparon las regiones occidentales de sus territorios. Más adelante, los granjeros se asentaron durante la Edad de Hierro al norte y al este de lo que hoy conocemos como Sudáfrica. No obstante, la influencia de estos fue mínima si se observan las masacres perpetradas por los colonizadores europeos que tendrían lugar siglos después, especialmente las realizadas por los alemanes, que dieron carta blanca para disparar a cualquier «bosquimano» –un término despectivo de por sí utilizado por los colonialistas– sospechoso de haber robado ganado. Esta política, que no sería la única de este tipo, logró diezmar gravemente las tribus de los san en tan solo 200 años. 

La pérdida de territorios ha obligado a muchos san a transformarse, convirtiéndose en pastores del desierto o en asalariados pobremente compensados; algunos han llegado incluso a caer en la esclavitud, trabajando tan solo para conseguir alimento. Los distintos gobiernos bajo los que se encuentran sus territorios, por supuesto, no acostumbran a mirar por las minorías. En Botsuana, por ejemplo, las autoridades han prohibido la caza para la alimentación, si bien curiosamente sigue estando permitida la ‘caza de trofeos’ para las élites adineradas. Otro caso lo ocupa Namibia, donde el 80% de las tribus de cazadores-recolectores han sido extirpadas del derecho sobre la tierra. Políticas, estas, que han favorecido aún más el aislamiento social, obligándoles a vivir en condiciones deplorables y alejados incluso de los derechos humanos más básicos.  

Víctimas despojadas de humanidad

La pobreza y el escaso acceso de los san a la educación han provocado que muchos les consideren ciudadanos de segunda; en el caso de las mujeres, la situación es evidentemente mejorable. Michael Isung Simana, uno de los líderes de los san dentro de la región de Omaheke, al este de Namibia, denunció en 2007 que numerosas mujeres de la tribu eran violadas. No solo eso: según Simana, las autoridades hacían caso omiso a las denuncias presentadas, lo que el líder consideraba que se debía a «estereotipos negativos persistentes que otorgan un valor inferior a la dignidad de las mujeres san que a las otras mujeres».

A causa de su negativa a adaptarse a los cambios globales y dar el salto a la modernidad, los san han sido clasificados –de forma despectiva habitualmente– de «primitivos», pero lo cierto es que estas tribus poseen una amplia cultura, un idioma único y un estilo de vida más conectado al planeta que cualquier persona que se considere ecologista en el primer mundo. Este estilo de vida que tanto les ha afectado negativamente también les ha reportado paradójicamente beneficios en el área de la salud. 

Un estudio de la Universidad de Harvard elaborado por Richard B. Lee e Irven DeVore demostró resultados positivos en este sentido. Según los análisis, gracias a que en la tribu trabajaban menos horas y comían más proteínas que en muchas sociedades desarrolladas, prácticamente ningún miembro mostraba signos de enfermedades coronarias. Sus «niveles de colesterol en sangre son prácticamente la mitad que en la sociedad occidental, así como uno de los más bajos nunca encontrados en una población humana», afirman Lee y DeVore a través de las páginas. El nomadismo que practican algunas tribus también cuenta con cierto lado positivo: al verse obligados a desplazarse constantemente y a estrechar lazos y compartirlo casi todo, se desincentiva la acumulación de riquezas. Paradójicamente, su perspectiva de la vida ha conseguido lo que no han logrado las grandes ideologías modernas: eliminar las diferencias sociales.  

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