Cultura

‘El mundo de ayer’, el mundo de Stefan Zweig

Stefan Zweig cerró su carrera literaria con una magistral autobiografía que resumió también el convulso periodo de entreguerras del pasado siglo.

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19
mayo
2022

«Es la época la que pone las imágenes, yo tan solo me limito a ponerle las palabras», afirmaba Stefan Zweig en El mundo de ayer, una de sus obras más celebradas. El volumen constituye un memorable ejercicio autobiográfico: en él, el autor da cuenta de sus vivencias personales y, de paso, de las turbulencias sociopolíticas que sacudieron la Europa del periodo de entreguerras del siglo pasado.

Zweig nació en Viena en 1881, en el seno de una familia judía acomodada, y desde joven mostró su inquebrantable interés por las humanidades, razón por la cual terminaría doctorándose en filosofía en la Universidad de Viena. Posteriormente pudo incluso cultivar su gusto por las letras más allá de la escuela, participando en largas y animadas tertulias organizadas en los cafés de su ciudad natal. De todo ello da cuenta en los primeros capítulos de El mundo de ayer, que también demuestra el ambiente de tolerancia y ebullición cultural que se respiraba entonces en Viena.

Zweig escribió novelas, libros de relatos, biografías, poemarios y obras de teatro que le convirtieron, entre 1920 y 1940, en uno de los literatos más célebres y reputados del continente (y, en parte, del mundo). Con una prosa fluida y altamente adictiva para los lectores, acometió en sus libros un gran abanico de temas con un estilo que fluctuaba magistralmente entre la ficción y la realidad. El austriaco fue, en cierto modo, el primer bestseller de la modernidad literaria. Un logro que pudo realizar sin renunciar a la altísima calidad que caracterizaban tanto la forma como el fondo de sus obras.

A través de ‘El mundo de ayer’ el lector comprende cómo la rica diversidad cultural europea sucumbió ante el auge de los nacionalismos

Lamentablemente, aquella época que parecía iluminar el corazón de Europa terminaría dando paso a dos guerras mundiales que sumirían al continente en el oscurantismo más funesto. Zweig fue testigo de todos los acontecimientos que provocaron tan nefasta deriva y los reflejó en su obra, redactada desde su exilio en Brasil. Poco después, ante el temor de que la brutalidad imperante en el viejo continente se extendiese por todo el planeta, Zweig y su esposa, Charlotte Elisabeth Altmann, optaron por el suicidio. 

El mundo de ayer fue su testamento literario. A través de sus páginas reconstruye unas emotivas y excelentes memorias que permiten al lector comprender cómo la rica diversidad cultural europea sucumbió ante el auge de los nacionalismos. Zweig lo explica con la nitidez del dolor: «He perdido a mi patria propiamente dicha, la que había elegido mi corazón, Europa, a partir del momento en que esta se ha suicidado desgarrándose en dos guerras fratricidas».

La Viena luminosa cede paso a la oscuridad al estallar la Primera Guerra Mundial y, a partir de ese momento, el autor contempla horrorizado el entusiasmo popular por la conflagración y cómo quienes poco antes se declaraban pacifistas hacen suya la violencia más irracional. Zweig se pone en camino una vez más, pero en esta ocasión huyendo del ambiente hostil que le rodea. 

El fanatismo invade Europa sin reparo alguno y, a partir de entonces, sin apenas hacer ruido, comienzan a crecer los totalitarismos que conducirán a la siguiente gran conflagración mundial. El nacionalismo más feroz hace acto de presencia y logra embaucar a las masas. «Shakespeare fue proscrito de los escenarios alemanes; Mozart y Wagner, de las salas de conciertos francesas e inglesas; los profesores alemanes explicaban que Dante era germánico; los franceses, que Beethoven era belga», escribe Zweig, evidenciando –como tantos otros lo harían posteriormente– que anteponer la política a la cultura solo puede desembocar en barbarie. Él, no obstante, logra intensificar sus relaciones con otros adalides de la cultura y el pacifismo, como Rainer Maria Rilke y Romain Rolland.

Su deambular por una Europa en declive le permite ver cómo nacen y crecen «las grandes ideologías de masas: el fascismo en Italia, el nacionalsocialismo en Alemania, el bolchevismo en Rusia y, sobre todo, la peor de todas las pestes: el nacionalismo, que envenena la flor de nuestra cultura europea». Porque el autor consideró siempre la cultura como el verdadero motor de Europa. Por eso mismo asimiló que anteponer intereses políticos y económicos a dicha cultura solo podía conducir a la destrucción de todos aquellos vínculos que, hasta entonces, habían unido a los pueblos del continente.

La visión de Zweig es increíblemente incisiva: nos permite analizar el pasado, pero también el presente y, aunque no lo deseemos, tal vez el inmediato futuro de una Europa que, de nuevo, se enfrenta al poderoso auge del nacionalismo más irracional. En estos tiempos convulsos, tal vez sea necesario releer El mundo de ayer y defender la cultura que nos une frente a quienes pretenden pisotearla en aras de intereses personales capaces de conducirnos a un nuevo cataclismo.

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