Cultura

2022, 100 años después del Ulises

En 1922, James Joyce publicó la obra que revolucionó la literatura moderna. Hoy considerada como una de las más influyentes del siglo XX, también es de las más controvertidas, pues su extensión y complejidad la convierten en un quebradero de cabeza para muchos lectores.

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10
mayo
2022

James Joyce no permitió que se cambiara ni una sola coma de su libro para adaptarlo a lo que el público pedía en aquel 1922. Si había dedicado la friolera de ocho años de su vida a escribirla (con una Primera Guerra Mundial de por medio), no era de recibo que cualquier editor tirara de tijera con objetivos marquetinianos. De este modo, de los 18 episodios y casi 1.000 páginas que el autor dejó en papel, nació Ulises.

Entre sus páginas no encontramos las aventuras de La Odisea, o al menos no de forma manifiesta. La historia de Joyce relata un día corriente de tres protagonistas que viven en Dublín: el publicitario judío Leopold Bloom, su mujer Molly (que está a punto de ponerle los cuernos) y el joven escritor Stephen Dedalus, que encarna el alter ego de su creador. A través estos personajes y la banalidad de sus vidas, el escritor se recrea en el monólogo interior para revelar una nueva dimensión de la existencia humana. Asimismo, temas como el arte, la muerte, el sexo, la religión y contexto histórico de su país son las articulaciones de su discurso, más bien laberíntico.

¿Y qué pinta Ulises en todo esto? A pesar de que no aparecen los cíclopes y sirenas que Homero retrató, La Odisea está sí representada –más bien, caricaturizada– por las acciones del matrimonio Bloom y Stephen. Por ejemplo, el episodio 6, Hades, trata precisamente la muerte: ¿cuántas formas diferentes hay de morir? ¿De cuántas maneras nos pueden enterrar? Este es el debate en el que participa el personaje de Leopold en un carruaje fúnebre, rumbo al cementerio donde enterrarán a un conocido suyo.

Además de integrar en mayor o menor medida las peripecias del Ulises griego, cada episodio está contado de forma distinta. El 12, por ejemplo, está repleto de situaciones hiperbólicas que interrumpen la narración constantemente. El 13 está escrito como si fuera una novela romántica. El 14 imita la narrativa inglesa clásica. El 15 se presenta como una obra de teatro… Y si a eso se suman las referencias ocultas, el lenguaje descaradamente denso, las intertextualidades o las escenas escatológicas, el resultado es un experimento literario imposible para tantos que intentaron enfrentarse a él.

El lenguaje denso y las intertextualidades hacen de este libro un experimento imposible para muchos que se han enfrentado a él

«Es uno de los libros más aburridos jamás escritos y uno de los menos significativos. Y esto se debe a la total ausencia de cualquier tipo de conflicto», dijo en 1925 el intelectual británico Aldous Huxley. A la crítica también se sumó recientemente el escritor brasileño Paulo Coelho, que afirmó que «los escritores de hoy solo quieren impresionar a otros escritores… Uno de los libros que causó mucho daño fue el Ulises de James Joyce, que es puro estilo. No hay nada ahí. Si se analiza, el libro es estúpido».

Estas opiniones son solamente una cara de la moneda, ya que múltiples personalidades como Orwell, Hemingway y Nobokov adoraron la novela. Este último incluso defendió que «Ulises, por supuesto, es una obra de arte divina y vivirá pese a las nulidades académicas que lo reducen a una simple colección de símbolos y mitos griegos». Aunque siendo justos, si a alguien le debemos agradecer la apreciación es a Sylvia Beach, la que en 1922 era dueña de la librería angloamericana de París, Shakespeare & Company. Fue ella la que asumió la responsabilidad de la publicación de Ulises. Sin Beach, nunca nos habría llegado la que con el tiempo se acabó convirtiendo en una pieza clave de la literatura universal.

Sea como sea, en 2022 se celebra el centenario del texto que intentó explicar el significado de vivir mediante la idea más simple y la ejecución más enrevesada. Un siglo desde que Leopold, Molly y Stephen compartieran con todos nosotros hasta el más mínimo detalle de sus reflexiones. Eso sí, quien no se lo haya leído aún no debe apurarse; se dice que ni siquiera la esposa de Joyce se atrevió a hacerlo.

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