Siglo XXI

🤬😔😕 🍆: ¿Y usted, qué ‘emojis’ usa?

El lenguaje se transforma constantemente mediante el uso del día a día, pero hace años que juega un papel esencial en esta evolución un actor inesperado: el emoticono.

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27
abril
2022

En 1887, Ludwik Lejzer Zamenhof, un médico oftalmólogo polaco, publicó las bases de un nuevo idioma con el objetivo de establecer una alternativa global a las diversas lenguas internacionales. El sueño de Zamenhof se llamó esperanto y, a día de hoy, cuenta con aproximadamente 2 millones de hablantes. Casi un siglo más tarde, el científico de la computación Scott Fahlman creaba lo que se consideran los primeros emoticonos. La intención era evidente: que aquellos que se comunicaban mediante mensajes electrónicos pudiesen distinguir entre la seriedad o el desenfado de dichos mensajes; es decir, pretendía evitar malentendidos entre los interlocutores.

Pasarían unos cuantos años, sin embargo, hasta que el japonés Shigentaka Kurita inventara lo que hoy conocemos como emoji, palabra japonesa que significa algo similar a «imagen de letra». Kurita elaboró los pictogramas para reducir el coste de los primeros mensajes SMS con símbolos que evocaran pensamientos y emociones universales. Así, el japonés creó 176 imágenes de 12×12 píxeles que serían la base de los emojis que hoy son utilizados por el conjunto de la población mundial. ¿Es Kurita, por tanto, quien ha logrado cumplir el sueño de Zamenhof de alcanzar un nuevo lenguaje universal?

Lu utilización masiva de los emojis en todos los ámbitos de la vida –no solo privada, sino también pública– favorece la velocidad, la emocionalidad y la economía de caracteres en unas comunicaciones escritas que, a día de hoy, se han convertido en prioritarias. Pero ¿hasta qué punto los emojis pueden cambiar nuestra manera de comunicarnos?

Kurita elaboró los ‘emoji’ para poder reducir el coste de los primeros mensajes SMS

La intención de Kurita no dejaba de ser similar a la de Zamenhof: crear una serie de iconos que pudiesen expresar sentimientos universales. Con el paso del tiempo, no obstante, el número de emojis ha crecido –y sigue haciéndolo– sin tener en cuenta que la percepción de los mismos por parte de quienes los usan puede resultar contradictoria. Según el Unicode Consortium, que registra el lenguaje computacional, de los 176 emojis creados por Kurita hemos pasado, en la actualidad, al uso de 1853. 

Pensemos en el emoji de la mano que saluda: podríamos creer que su significado es obvio y unívoco en cualquier lugar del mundo, pero en el Reino Unido se utiliza no para saludar, sino para despedir a alguien. También en el Reino Unido adquiere un significado distinto al nuestro la mujer flamenca, que se identifica, como en Estados Unidos, con una mujer que baila; aquí, en cambio, la asociamos de manera inmediata a estar de fiesta o celebración. Por no hablar de todos los emojis que utilizan miles de personas para comunicarse con sus seres queridos a modo casi de código secreto: unicornios, mapaches, jeringuillas, termómetros, llaves, instrumentos musicales. Un sinfín de símbolos que, leídos por quienes no los comparten, tienen un significado radicalmente diferente. 

Por tanto, el contexto en la utilización de los emojis es esencial para su comprensión. Esto hace que, a pesar de ser usados por un número infinitamente mayor de personas que el esperanto, estén aún lejos de constituir un nuevo lenguaje universal. 

Este obstáculo no supone ignorar la influencia psicológica de su uso en la forma de comunicarnos. Los emojis están cambiando de forma efectiva los patrones del lenguaje escrito. Han pasado a formar parte de eso que anteriormente llamábamos comunicación no verbal, siendo leídos como una especie de comunicación emocional muy necesaria al ser humano. Su importancia es tal que incluso han entrado en el mundo de los negocios: no son pocas las empresas que los han incorporado a sus estrategias de marketing para potenciar esa cercanía con el público objetivo tan imprescindible para el logro de sus metas empresariales.

No obstante, jamás podrán sustituir la exactitud del lenguaje escrito. Al fin y al cabo, ¿cómo explicar el pasado o transmitir historias e ideas complejas que vayan más allá del intercambio más básico?

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