Sociedad

Narciso, intelectual, ‘woke’… bienvenido al mundo de las identidades digitales

Las redes sociales son una útil herramienta para la socialización, pero pueden transformarse, si no lo han hecho ya, en el caldo de cultivo perfecto para la proliferación de personalidades egoístas regidas por el individualismo. Existe todo un diccionario de identidades que proliferan en el ámbito ‘online’ y definen nuestra vida digital, alejándola poco a poco de la real.

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31
marzo
2022

¿Hater se nace o se hace? Más de uno se hará esta pregunta al comprobar cómo interactúan en las redes sociales cientos de miles de usuarios con todo tipo de objetivos dialécticos, desde mostrar al mundo sus (inamovibles) ideas hasta deslegitimar, provocar o atacar a otros que opinan distinto. Cada identidad juega una carta en el mundo de las redes sociales, el ecosistema perfecto para este tipo de personas.

Sin ir más lejos, la psicología facilita una serie de respuestas a la existencia de la figura del hater, esa persona que se dedica a criticar al resto animado por un fuerte sentimiento de inferioridad, que le provoca envidia, o por una absoluta falta de empatía que deriva en desprecio hacia los demás. Existen ya, de hecho, varios estudios realizados por profesionales académicos de la psicología que apuntan a los rasgos psicopáticos de los haters, porque este tipo de usuarios pueden pasarnos desapercibidos si no somos víctimas de sus ataques.

Sin embargo, no puede decirse lo mismo de aquellos usuarios cuyo engreimiento supera al del propio Narciso de la mitología griega. Los Narcisos digitales, personas que utilizan las redes sociales para recordar continuamente al resto lo inteligentes, bellas o adineradas que son. Sus motivaciones íntimas son idénticas a las que tienen en la vida no digital, pero el ecosistema virtual ayuda a acentuarlas al ofrecerles, de manera más rápida y accesible, un público más numeroso.

Cada día proliferan más los comentarios que buscan evidenciar ante la masa una alta capacidad cultural

Es cierto que no hay ser humano al que no le agrade sentirse halagado, y un like o un comentario positivo, en los tiempos que corren, son motivo suficiente para reforzar la autoestima. Por ese motivo cada proliferan –más allá de los selfies– los comentarios que buscan evidenciar el conocimiento o cultura, las imágenes de parajes exóticos visitados o los logros profesionales obtenidos, por poner solo algunos ejemplos (aquí se situarían los intelectuales digitales). El problema es que  muchos de los narcisos digitales, en su cotidiano día a día, no tienden a presumir delo que tienen, pero las redes sociales han acentuado su necesidad de mostrar relevancia y un alejamiento absoluto de la realidad ajena. No olvidemos que la desgracia de Narciso llegó propiciada por el irresoluble enamoramiento de su propia imagen.

Aunque no todo narcisismo digital implica utilizar la propia imagen y logros como herramienta de interacción. De hecho, últimamente está adquiriendo relevancia un nuevo tipo de usuario digital que se ha dado en denominar woke. El término tiene su origen en los movimientos sociales contra el racismo que se dieron en la pasada década en los Estados Unidos. Miles de jóvenes afroamericanos popularizaron el hastag #staywoke para evidenciar los abusos sufridos por su comunidad. Ser woke significaba, por tanto, tener conciencia social y preocuparse por combatir el racismo, el sexismo, el clasismo o cualquier otra injusticia social.

El término ‘woke’ nació como una definición de la conciencia ante los principales problemas sociales (como el racismo o el sexismo)

Pero el término ha dejado de ser positivo. El entorno digital ha favorecido la visibilización de causas sociales de las que los wokes hacen bandera de una manera más cercana a lo pretencioso que con un verdadero interés por las mismas. De hecho, reivindican causas que normalmente no les afectan en absoluto. De esta evidencia se hace eco el Urban Dictionary, web de referencia para explicar palabras y frases de la jerga en idioma inglés. Utilizando nuestra propia jerga, nos referimos a una de las facetas del famoso postureo.

Las redes sociales suponen una útil herramienta para la socialización, pero pueden transformarse, si no lo han hecho ya, en el caldo de cultivo perfecto para la proliferación de personalidades egoístas regidas por el individualismo. Personalidades que pueden ser simplemente impostadas y ajenas a la vida real del individuo que las adopta. Sin embargo, si bien estos comportamientos no serían aceptados en una interacción física, cara a cara, en las redes sociales parece aceptarse con más naturalidad a este tipo de usuarios con los que, como es lógico, será difícil comunicarnos de igual a igual. Dentro de esta categoría de interacción digital estaría la de los usuarios catfish, que crean perfiles falsos en las redes sociales utilizando fotos de otras personas y descripciones engañosas. ¿Su objetivo principal? Atraer a desconocidos para mantener relaciones que nunca salen del propio entorno digital.

Así, los entornos digitales permiten construir personalidades que, si bien pueden estar ligadas a distintas facetas de cada uno de los usuarios, acaban desarrollándose de manera paralela a la personalidad real. Y en la actualidad, una parte considerable de la población adopta este tipo de identidades ficticias corriendo el (peligroso) riesgo de convertirse en personajes de su propia ficción.

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