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Unirse frente a la enfermedad (y otros retos de la humanidad)

La colaboración entre los distintos entes de la sociedad es lo único que puede ayudar a superar algunos de los grandes retos a los que se enfrenta la humanidad. El centenario del descubrimiento de la insulina es, en la actualidad, el mejor ejemplo de superación conjunta.

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Beatriz Alvero
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Beatriz Alvero

El verano de 1921 en Toronto fue tan caluroso como cualquier otro hasta entonces: máximas cercanas a los 30ºC sacudían la ciudad con los habituales rayos de sol mientras las oficinas permanecían con las puertas cerradas y las ventanas abiertas. Investigadores como Frederick Banting y Charles Best trabajaban durante aquellos asfixiantes días encerrados en sus experimentos. En esta ocasión, no obstante, estaban a punto de encontrar algo auténticamente revolucionario. Tras meses haciendo experimentos, los científicos lograron aislar la insulina a partir de páncreas de perro: era el primer paso para el tratamiento de la diabetes. El éxito no tardaría mucho en demostrarse: tan solo un año más tarde, Leonard Thompson, un niño de 14 años afectado gravemente por diabetes, fue el primer paciente de este nuevo tratamiento.

En 1923, dos años después del descubrimiento, el hallazgo realizado en el ámbito académico llegaba al mercado: Lilly comenzaría a producir entonces, a pesar de las enormes dificultades logísticas y por primera vez en la historia, insulina a gran escala. A partir de entonces, la insulina iría refinándose de la mano de James Collip y otros investigadores posteriores, dando lugar a una mayor –y creciente– calidad de vida para aquellas personas afectadas. La relevancia de este hecho queda patente aún hoy, cuando más de 400 millones de personas continúan contando con la insulina como una de las vías más eficaces para controlar su enfermedad.

Más de 400 millones de personas continúan conviviendo con la insulina como una de las vías más eficaces para controlar su enfermedad

El de la insulina es un ejemplo que demuestra los beneficios de establecer alianzas entre los distintos actores de la sociedad civil para vencer las limitaciones a las que se enfrenta la humanidad. Esto ha sido reivindicado por los Objetivos de Desarrollo Sostenible –en concreto, el número 17– creados por Naciones Unidas, que sirven de hoja de ruta para alcanzar un horizonte más justo. Así, la unión establecida en 1922 entre la Universidad de Toronto y la compañía Lilly sitúa las bases sobre las que se desarrollan esta clase de avances. No solo se trata de acudir al descubrimiento: todo lo que envuelve la insulina –al igual que otros hitos médicos– acentúa esta necesidad. Así, al descubrimiento le siguen las complejidades logísticas, el desarrollo de venta, la ayuda médica y la atención al paciente. Hoy, de hecho, 150 programas de soporte a pacientes desarrollados por Lilly ayudan a las personas con diabetes a lo largo de 51 países del mundo.

En la actualidad, la lucha contra la covid-19 ha vuelto a poner de relieve esta necesidad de colaboración. La compañía farmacéutica, por ejemplo, ha dispuesto todo su conocimiento científico y médico para hacer frente a la Covid-19 junto a autoridades gubernamentales, investigadores y socios corporativos para tratar de combatir la enfermedad en todas sus fases. De hecho, algunos de los fármacos ya existentes de Lilly se están estudiando para descifrar su posible potencial frente a complicaciones médicas derivadas de la infección.  Tal como demuestra el temprano desarrollo de las actuales vacunas, la cooperación entre administraciones, empresas y organizaciones civiles es fundamental. Sin ella no habríamos alcanzado el nivel de progreso que tenemos actualmente ni podríamos hacer frente a los retos que todavía tenemos por delante.

150 programas de soporte a pacientes desarrollados por Lilly ayudan a las personas con diabetes a lo largo de 51 países del mundo.

Tan solo a través de estas colaboraciones podemos entrever el final de la pandemia. Pero el objetivo de compañías como Lilly se sitúa más allá del desarrollo de tratamientos contra la covid: en su esencia está el tratamiento de males asociados a la diabetes, la oncología o las enfermedades autoinmunes. Gracias a las puertas que abre la investigación científica, cada vez se pueden elaborar fármacos más precisos para hacer frente a estas enfermedades, responsables de millones de muertes anuales. Acabar con ellas es una de las prioridades, si bien, como resaltan científicos de la talla de Mario Vallejo, director del Instituto de Investigaciones Biomédicas Alberto Sols, «tendremos que adaptarnos a los trucos que diseñan para escabullirse de nuestras maniobras». Entre estas maniobras se halla el deseo de acabar con la enfermedad, pero también de poder cronificarla para que, así, en un primer momento, el paciente no muera y, además, conserve una alta calidad de vida. Es decir que, en primer lugar, se trata de conseguir que el cáncer, por ejemplo, sea una enfermedad tan gestionable como hoy lo puede ser la diabetes.

No obstante, para ello, hemos de adentrarnos en el futuro sin temor alguno. Eso es, al menos, lo que reclaman múltiples expertos nacionales e internacionales de distintos ámbitos oncológicos: si bien en 2021 se previeron 275.000 nuevos casos de cáncer, el uso de técnicas genómicas permitiría acortar exponencialmente los tiempos de detección y ofrecer el diagnóstico más acertado para cada caso, lo que repercutiría positivamente en la calidad de vida de los pacientes. La medicina del futuro es, ante todo, personalizada y de precisión, y esto se traduce en una mayor eficacia a la hora de tratar –de forma individual– a cada paciente.

No obstante, si bien esta práctica es de las más punteras, carece a día de hoy del acceso homogéneo y equitativo que debería. Mientras los pasos avanzan poco a poco, acercándose al ODS número 3 (relativo a la salud y el bienestar), la comunidad científica y las compañías médicas reclaman celeridad. Detectar el cáncer, por ejemplo, es fundamental: miles de personas se han visto afectadas durante la pandemia por la imposibilidad de acceder a un diagnóstico temprano.

En relación con esta tecnología, y tal como se relató en el l Foro Nacional NexGen, celebrado de manera online con la colaboración de Lilly, Bélgica es uno de los países más avanzados: allí, los sistemas de diagnóstico y secuenciación de nueva generación permiten analizar y monitorizar las evidencias genómicas de cada individuo, dando lugar a un triunfo exponencial de la vida. El perfil genético, de este modo, se convierte en nuestro perfil de prevención, diagnóstico y tratamiento. Sin esta serie de posibilidades –ya reales y tangibles– será imposible cumplir con las metas marcadas para el año 2030. Especialmente relevante para la salud resulta el objetivo número 3, pero también otros como el 10, relativo a la reducción de las desigualdades. Y es que en nuestras sociedades, la salud y la longevidad deben ejercer de base sobre la que construyamos nuestro horizonte más cercano. La igualdad, al fin y al cabo, es fundamental para construir una sanidad que sea capaz de sostener nuestras sociedades. ¿O acaso es posible imaginarse un futuro sin salud alguna?

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