Internacional

Un año sin Donald Trump

La presidencia de Donald Trump fue una de las más mediáticas de la historia de Estados Unidos. Ahora que se ha cumplido el primer año sin el expresidente al mando, y en pleno auge de las tensiones entre la OTAN y Rusia por el enquistado conflicto ucraniano, analizamos los momentos clave de una legislatura que dio mucho de qué hablar.

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28
enero
2022

Cada vez que Estados Unidos acude a las urnas para elegir presidente, el mundo contiene la respiración: a pesar de que el país se rige por una alternancia casi absoluta entre dos partidos, el Partido Republicano y el Partido Demócrata, la relevancia económica, cultural y militar de la nación estadounidense convierten un evento doméstico en un acontecimiento global debido la influencia que cada nuevo gabinete de Gobierno imprimirá sobre el devenir político del planeta. La presidencia de Donald Trump, que abandonó definitivamente la Casa Blanca en un mes de enero hace un año, fue una de las más mediáticas de la historia de Estados Unidos.

Desde la decisión del magnate neoyorkino de presentar candidatura con el aval de los republicanos hasta su derrota electoral en noviembre de 2021, cuando el cargo fue relevado por su rival demócrata, Joe Biden. Ahora que se ha cumplido el primer año sin el expresidente al mando, y en pleno auge de las tensiones entre la OTAN y Rusia por el enquistado conflicto ucraniano, analizamos los momentos clave de una legislatura que dio mucho de qué hablar.

La ‘Era Trump’: algo más que un acontecimiento

Desde que en junio de 2016 presentase su candidatura con un discurso en el que criticaba la creciente fragilidad económica del país frente a potencias emergentes como China y la política exterior de la administración Obama en Oriente Próximo, Donald Trump se aupó entre las masas descontentas de los estados del Sur y de buena parte de los del centro de la nación. Cuando Barack Obama alcanzó el poder en 2008, el país entró en ebullición: el primer presidente de color, un mensaje progresista, un lema –Yes, we can– que trascendía la frontera de la propaganda y era capaz de interpelar directamente a la persona y al colectivo: «Sí, podemos».

Antes del estallido de la crisis económica que azotaría al mundo en ese momento, en Occidente estaba vigente el sueño del progreso positivista: el pasado ha quedado superado, la Historia –al menos tal y como la concibió Karl Marx– muerta; solo quedaba un progreso infinito que se esbozaba bajo la penetrante sonrisa del expresidente y senador hawaiano. Sin embargo, tras dos legislaturas en las que algunas promesas no terminaron de cuajar (como una reforma sanitaria universal), una economía que parecía palidecer frente a los éxitos consecutivos del crecimiento productivo chino y a una política exterior intervencionista, al menos en Oriente, acabaron por acelerar un sentimiento de creciente descontento.

El recorte de impuestos, el incentivo de la industria local y el fin de la Guerra de Siria son algunas de las propuestas cumplidas por su mandato

Ante ello surgió la primera astucia del equipo de Trump: sus lemas, America First (Estados Unidos primero), de marcado carácter aislacionista, y Make America Great Again (Hagamos Estados Unidos grande otra vez) sintetizaron la visión de los estados más vinculados a la agricultura y a la ganadería, a la industria petrolera y a la tradición: trabajar primero para el país en busca de una riqueza que otorgue una mayor fortaleza.

Con todo ello, la derrota de Hillary Clinton como sucesora de Obama puso fin a la etapa del optimismo imparable en todo el bloque occidental, pero también motivó el auge de un sector ideológico del país, de tendencia supremacista y hermética, que por una vez vio cómo algunas de sus reivindicaciones podían llegar a hacerse realidad.

Trump hizo muchas promesas utilizando su experiencia mediática, pero consiguió cumplirlas todas (o no tuvo tiempo durante su legislatura). Entre las más criticadas resuenan el muro de México –del que no se llegó a poner ni un solo ladrillo–, la prohibición de entrada a musulmanes en el país (medida que consolidó a medias), las deportaciones en masa de inmigrantes ilegales (que tampoco se hizo realidad) o la aprobación de medidas de tortura, como el ‘submarino’, a lo que se negó la propia CIA.

No obstante, el expresidente neoyorquino sí consiguió cumplir algunas de sus propuestas. El recorte de impuestos, el incentivo de la industria local (sobre todo del automóvil), la repatriación de tropas en el extranjero y el fin de la Guerra de Siria son algunos de los ejemplos más sonados. En la otra cara de la moneda, la cruz: el Obamacare (la mejora en el sistema sanitario que logró implantar Obama) ha quedado parcialmente desmantelado y la suscripción de los Estados Unidos al Acuerdo de París para frenar el cambio climático, revocada.

Rusia, el ‘Impeachment’ y George Floyd

Más allá de sus promesas, la presidencia de Trump estuvo marcada por el constante altercado; unas veces auspiciado por sus detractores, pero otras como reacciones a sus propias decisiones políticas. En su subcontinente, retiró al país del Acuerdo Transpacífico de comercio, una decisión que afectó ante todo a las relaciones de Estados Unidos con sus vecinos Canadá y México. También se mostró favorable a procesos como el brexit o la investigación por parte de Ucrania del actual presidente Biden, dando lugar al altercado del Ucraniagate.

Otro momento clave del periodo fue la guerra comercial con China, llegando a prohibir, entre otras medidas de calado, la presencia de marcas tecnológicas como Huawei, acusada de colaboracionismo con el Gobierno asiático. El vínculo del magnate con Rusia y la constante sospecha de intervencionismo eslavo en su elección también fueron la marca de identidad de un periodo que tuvo su punto álgido en tres momentos clave: las protestas masivas por el asesinato de George Floyd, el Impeachment al que Trump fue sometido en 2020 (y que lo convierten en el único presidente estadounidense en ser acusado dos veces por la Cámara de Representantes) y la crisis del coronavirus, sobre la que dio voz múltiples a algunos alegatos acientíficos, como la recomendación de beber lejía para evitar el contagio.

La presidencia de Donald Trump estuvo marcada por el constante altercado, tanto de sus detractores como de la población general ante algunas de sus decisiones

Por otro lado, a pesar de que desde el principio la oposición a Trump fue tan frontal como la del expresidente hacia sus detractores, en cuanto a beligerancia la actitud del republicano fue discreta: se reunió en varias ocasiones con el líder norcoreano Kim Jong-Un, apaciguando conflicto que se había intensificado durante el segundo mandato de Obama y no inició ningún enfrentamiento de calado.

Hasta su derrota en las elecciones de noviembre de 2020, donde Trump acusó al actual presidente Biden de fraude electoral con el consiguiente asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021, la manera de comunicar del magnate ha trascendido los límites del juego electoral para convertirse en un movimiento, el trumpismo, con una multitud creciente de seguidores. Tal es la transformación que, como llegó a declarar el propio Trump, no descarta volverse a presentar en próximos comicios para continuar el programa que dejó atrás.

¿Y ahora?

La victoria de Joe Biden, con Kamala Harris encabezando la vicepresidencia, en las últimas elecciones se vivió buena parte de Estados Unidos como un triunfo. El que fue vicepresidente con Obama retornaba el poder para los demócratas y prometía, además, un giro en la política del país.

En este primer año de legislatura, Estados Unidos ha regresado al Acuerdo de París, ha cancelado los cambios en la política migratoria del anterior mandatario y ha dado un giro radical en las medidas para frenar y paliar la pandemia de covid-19, pero a cambio la política exterior se ha recrudecido: desde la precipitada salida de las tropas estadounidenses de Afganistán tras el triunfo talibán hasta la actual crisis de Ucrania, cuyo devenir parece incierto.

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