El (necesario) paso al frente del humanismo tecnológico
La revolución digital supone la posibilidad de alcanzar nuevos beneficios para el conjunto de la sociedad, pero solo podremos alcanzarlos si interpretamos su irrupción poniendo al ser humano en el centro del foco.
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La tecnología está transformando nuestra sociedad. Estamos ante un periodo de transformación digital que afecta a casi todos los aspectos de nuestra vida: el trabajo, la educación, la movilidad, la comunicación, las compras o los viajes que hacemos; incluso la misma manera en la que interactuamos. En todos estos aspectos la tecnología juega un rol cada vez más significativo, algo que se ha puesto de relieve aún más con la pandemia. No obstante, con la pandemia también se han visualizado algunos dilemas que, si bien ya existían, no los habíamos anticipado lo suficiente: son retos como las brechas digitales, el creciente uso de los datos, la necesidad de garantizar el derecho a la privacidad a los ciudadanos y la falta de regulación en torno a tecnologías emergentes como la inteligencia artificial (IA). Todos ellos son retos que generan desequilibrios entre las personas, logrando un impacto especialmente fuertes en grupos sociales ya de per se más vulnerables.
Vivimos un crecimiento acelerado y asimétrico de la tecnología; es decir, una emergencia digital. Pero ¿por dónde ha de pasar la solución? La respuesta reside en poner la tecnología al servicio de las personas: un humanismo tecnológico, una perspectiva que sitúa al ser humano en el foco del desarrollo tecnológico. Debemos afrontar la actual emergencia digital con una visión social, humanista, inclusiva y sostenible para garantizar una transición digital que en ningún caso viole, sino que refuerce los derechos humanos. Una perspectiva que, a su vez, ponga a prueba la confianza existente entre los ciudadanos hacia las instituciones públicas o el sector privado: solo haciendo este camino juntos podremos garantizar un futuro justo y equitativo para la nueva sociedad digital.
Vivimos un crecimiento acelerado y asimétrico de la tecnología, vivimos una emergencia digital
Esto, sin embargo, se debe traducir en acciones reales, en pasos al frente; no se puede quedar tan solo en discursos bienintencionados. Debemos renegociar un nuevo contrato social que se adapte a la nueva realidad digital. Un contrato donde las oportunidades y los beneficios de la Cuarta Revolución Industrial superen sus riesgos y desafíos; donde sus ventajas queden distribuidas de forma equitativa. De este modo, la transformación digital será un hilo conductor de empoderamiento ciudadano, confianza, seguridad, innovación pública y crecimiento equitativo.
Para que las tecnologías faciliten cada vez más el empoderamiento ciudadano y reduzcan las diferencias sociales originadas por la proliferación de la digitalización se necesita un nuevo conjunto de métricas y principios de prisma humanista. Palabras mayores que pueden empezar con acciones como la persecución de un modelo de digitalización que incluya criterios de justicia social en el desarrollo, representación y despliegue de tecnologías emergentes. Un modelo que, en definitiva, fomente la equidad de género, pero también la socioeconómica. Que impulse también la implementación de sistemas de IA acordes con nuestros derechos fundamentales –incluido el derecho a la privacidad y a la no discriminación– y una lucha contra la brecha digital que vaya más allá del acceso y la conectividad, englobando las múltiples diferencias existentes en las posibilidades económicas, la seguridad, la capacidad personal, las aptitudes o los conocimientos. A todo ello hay que añadir como acción esencial el fomento de un marco global de gobernanza de datos, pues, teniendo en cuenta las limitaciones de la regulación existente, aún faltan nuevas maneras de gobernanza que radiquen en la inclusión y la equidad.
En este recorrido, los entornos urbanos juegan un papel muy importante, ya que es donde la transformación digital se implementa de forma más acelerada. En este sentido, cabe destacar el papel que está llevando a cabo Barcelona a nivel mundial, consolidándose como capital del humanismo tecnológico. Y lo hace fomentando la innovación, reflexionando y aportando espacios internacionales de debate y reflexión sobre soluciones y planteamientos que pongan los intereses y derechos de la ciudadanía en el centro, creando proyectos y servicios digitales por y para la población. Ello trabajando, además, para desbloquear el potencial transformador de las tecnologías emergentes de forma proactiva. Un liderazgo desde España al mundo que, en definitiva, puede cambiar las vidas de las personas para bien.
Véliz: «Tenemos que pensar como un colectivo, ya que si no actuamos conjuntamente, no seremos capaces de protegernos»
Desde Digital Future Society mantenemos un firme compromiso con la sociedad para despertar el espíritu crítico y de debate en este ámbito, incidiendo en que la reflexión necesita ir un paso más allá. Jornadas como Humanism in the digital age: the urban contribution, que reunió este pasado mes de noviembre, en Barcelona, a expertos mundiales en transformación digital y en el impacto socioeconómico de los grandes cambios tecnológicos, son indispensables para fomentar el debate y avanzar con urgencia en acciones concretas que garanticen la protección y promoción de los derechos de las personas. No estamos solos en este recorrido que debemos hacer: prueba de ello fueron las más de 150 entidades y 40 ponentes que participaron: responsables políticos, expertos, investigadores y activistas sociales. Todos coincidieron en que es el momento de dar un paso al frente y pasar a la acción en materia de humanismo tecnológico. Tal como indicó Carissa Véliz, escritora y filósofa del Instituto de Ética para la Inteligencia Artificial en la Universidad de Oxford, «tenemos que pensar como un colectivo: si no actuamos conjuntamente, no seremos capaces de protegernos. Hay mucho en juego, nos va el futuro en ello».
En Barcelona tenemos el privilegio de haber consolidado un ecosistema que comparte objetivo con agentes relevantes, con los actores que pueden influir en el diseño y adopción de esta agenda digital. Aún estamos a tiempo de construir un futuro digital que priorice las oportunidades para las personas y se protejan –pero sobre todo se promocionen– sus derechos. Por ello, debemos seguir trabajando en un escenario que garantice que la humanidad y la ética sean una parte intrínseca de la transformación digital; un escenario que nos permita construir una sociedad más justa, equitativa y sostenible.
Cristina Colom es directora de Digital Future Society.
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