Economía

Mire hacia la tercera transición (económica)

Las máquinas no saben leer poesía porque las personas son mucho más que sus datos, del mismo modo que las empresas son mucho más que su contabilidad. Sin estrategia, sin organización, sin innovación, sin datos y sin formación, toda infraestructura resultará demasiado cara.

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26
noviembre
2021

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Las transiciones digital y ecológica están muy presentes a día de hoy en el debate público. Son ya parte del zeitgeist: pueden abrazarse o criticarse, pero es cada vez más difícil permanecer ajeno a ellas. Que sean prioritarias, desde hace muchos años, en la agenda de una organización como la Fundación Cotec, cuya razón de ser es la innovación, no debe sorprender ya a nadie. En poco tiempo, tampoco sorprenderá que situemos al mismo nivel que estas dos grandes transformaciones (la digital, ligada a flujos de información; y la circular, vinculada a flujos de materia y energía) a una tercera transición menos visible, menos popular, pero más transformadora, puesto que subyace a ambas. Es aquella que, a través del cambio en los flujos de inversión, nos está llevando desde la economía material hacia la economía intangible. Una en la que ya estamos también inmersos y en la que activos como la formación, la investigación, la estrategia, la reputación o los datos marcan diferencias entre territorios y organizaciones, desplazando a las materias primas, los inmuebles, o las máquinas; un destino principal de las inversiones propias de una economía industrial.

Los intangibles, a pesar de ser diversos, comparten cuatro características comunes. En primer lugar, son muy escalables a coste marginal, precisamente por su inmaterialidad. En segundo lugar, son susceptibles de lo que se conoce como ‘efecto derrame’, es decir, aunque una organización los posea, hay terceros que pueden beneficiarse de ellos sin haber asumido ningún riesgo de inversión -(pensemos en la ciencia o en la formación de un trabajador). Además, se caracterizan por sus elevados costes hundidos e irrecuperables en caso de fracaso –si la marca se devalúa o la patente es mejorada por otra, pueden pasar rápidamente a valer cero–. Por último, cuando se combinan se producen sinergias que multiplican su efecto, de ahí los resultados exponenciales que se logran al combinar marca con innovación o formación con estrategia.

Necesitamos invertir más en activos intangibles y, al mismo tiempo, medir mejor lo que ya hemos invertido

El pasado 17 de noviembre, Cotec Europa reunió en Málaga a los jefes de Estado de España, Italia y Portugal, miembros de tres gobiernos, múltiples autoridades, líderes empresariales y hasta 400 representantes del ecosistema de innovación europeo para hablar de economía intangible. Se recordó allí una frase que suena antigua a cualquiera que haya nacido en este siglo: «Sin la formación adecuada, un ordenador no es más que una cara máquina de escribir».

La rescatamos porque el mensaje es plenamente vigente y en el contexto de los fondos NextGen podría extrapolarse al conjunto de los intangibles y de los activos materiales, quizá con otro enunciado más general: sin estrategia, sin organización, sin innovación, sin datos –y por supuesto sin formación (o cualquier otro activo intangible)– toda maquinaria, toda instalación (o cualquier otro activo material) acabará resultando demasiado cara. Convendrá tener esto muy presente a la hora de asignar las inversiones con las que aspiramos a transformar nuestro país.

La tercera transición es menos visible, menos popular; pero más transformadora

Necesitamos invertir más en activos intangibles y, al mismo tiempo, medir mejor lo que ya hemos invertido. Porque como también se recordó en Málaga, si bien es cierto que no todos los intangibles son invisibles en la contabilidad de empresas y territorios, también lo es que la mayoría de ellos están infrarrepresentados, infravalorados y, sobre todo, infrafinanciados por un sector bancario tradicionalmente especializado en la financiación de activos materiales.

Se habló también –y mucho– de talento porque, si bien no puede entenderse estrictamente como un activo empresarial (puesto que son las personas y no las empresas quienes lo poseen), sí son activos las herramientas, la cultura y la estrategia que permite a cada empresa atraer, cultivar y retener el talento. 

El talento humano es además un requisito necesario, al menos hasta ahora, para la generación de un buen número de intangibles: reputación o innovación, por citar dos ejemplos, difícilmente pueden disociarse de la elaboración intelectual o emocional que los acompañan. Subrayo el hasta ahora porque a medida que evolucione la Inteligencia Artificial, esto podría cambiar radicalmente. De momento, lo que sí hacen los algoritmos es dar valor a la información que generamos humanos y máquinas.

Lo hacen tan bien que algunos se empeñan en reducir la economía de los intangibles a la economía de los datos. Mientras sea una metáfora, una licencia poética, al fin y al cabo, no importa demasiado; pero hay que tener cuidado, porque las máquinas no saben leer poesía, se toman al pie de la letra las instrucciones y las personas son mucho más que sus datos, del mismo modo que las empresas son mucho más que su contabilidad.


Jorge Barrero es director general de la Fundación Cotec.

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