¿Guerra espacial?

Aunque los tratados internacionales obvian la mayoría de sus peligros, los conflictos espaciales continúan acercándose cada vez más a la realidad. Países como Estados Unidos, China o Francia, mientras tanto, siguen desarrollando sus fuerzas militares espaciales.

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29
octubre
2021

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En julio de 2020 Estados Unidos y Reino Unido denunciaron que un satélite ruso llamado Cosmos 2543 había activado una función hasta entonces desconocida: disparar un misil desde el espacio exterior capaz de destruir a otros satélites en órbita. El Kremlin insiste en que el presunto misil era un dispositivo de inspección espacial, pero expertos como el periodista Dave Mosher, de Business Insider, ofrecen otro análisis: «El comportamiento reciente de Rusia demuestra que está tratando de doblar su músculo tecnológico para decir: estamos aquí, tenemos la tecnología para enfrentarnos a vosotros y protegernos si fuera necesario. Es parte de una maniobra geopolítica muy simple y, a la vez, muy compleja».

A lo largo de los años, Estados Unidos, China e India también han hecho pruebas con armas anti-satélites. Pero a diferencia del presunto ensayo ruso, los misiles anteriores fueron disparados desde la Tierra y no desde un satélite en órbita. En el año 2007, por ejemplo, China destruyó uno de los satélites con que hacía mediciones climáticas. Todo esto es perfectamente legal: aún no se ha logrado un acuerdo internacional que regule el uso de misiles balísticos en el espacio. 

Países como Estados Unidos, Francia, China o Rusia han conformado fuerzas militares espaciales para protegerse frente a posibles ataques

En 1966, mientras Estados Unidos y la Unión Soviética se enfrentaban en la carrera espacial, Naciones Unidas creó un tratado internacional llamando al uso pacífico del espacio exterior. Este acuerdo, sin embargo, solo prohíbe el uso de armas de destrucción masiva y los enfrentamientos militares en cuerpos celestiales como la luna. Cada país, al fin y al cabo, tiene intereses diferentes. Incluso alcanzar un consenso sobre lo que constituye un ‘arma espacial’ ha resultado imposible. En 2008, por ejemplo, Rusia y China propusieron ante las Naciones Unidas un tratado para regular el uso de armas en el espacio, pero EEUU se opuso, pues la propuesta no garantizaba seguridad a sus activos militares fuera de la Tierra. Tras la presunta prueba rusa, de hecho, se llevaron a cabo una serie de conversaciones en Viena para abordar con urgencia el tema, pero no hubo avances.

Mientras tanto, las potencias globales siguen preparándose para potenciales conflictos bélicos extraterrestres. Estados Unidos, Francia, Japón, Irán, China, Reino Unido, India, Australia y Rusia han conformado fuerzas militares espaciales para protegerse frente a posibles ataques, incluyendo aquí los daños a sus satélites. «Los límites de cómo podría ser un campo de batalla en el espacio son inciertos porque gran parte de la información al respecto es secreta. Existen satélites que son muy importantes para algunas naciones. Se podrían, por ejemplo, lanzar satélites más pequeños para interferir con estos, llegando a interrumpir sus señales o su campo visual de alguna manera», explica Mosher. 

Vedda: «Hemos desarrollado una dependencia en el espacio para hacer cosas que no podemos hacer muy bien desde la Tierra»

No hay que pensar en armas extremadamente sofisticadas para generar daños a otros satélites. Véanse, por ejemplo, las 130 millones de piezas de chatarra espacial que flotan alrededor de la tierra: desde escombros de naves hasta piezas de Lego, estos objetos viajan a 30.000 kilómetros por hora. De chocar con un satélite, el impacto podría afectar su funcionamiento o incluso provocar su destrucción. En este sentido, las pruebas militares en el espacio solo aumentarán la cantidad de basura espacial. Se calculó que la llamada ‘Misión Shakti’, una prueba anti-satélite llevada a cabo por India en 2019, generó unas 6.500 piezas de chatarra espacial adicionales.

Aunque todo esto pueda parecer muy remoto, tiene consecuencias importantes sobre nuestra vida en la Tierra. Así lo explica el científico James Vedda: «Hemos desarrollado una dependencia en el espacio para hacer cosas que no podemos hacer muy bien desde la Tierra. Un ejemplo evidente es la monitorización del clima –que llevamos haciendo desde 1960–, la comunicación satelital y la navegación mediante GPS».

La posibilidad de una guerra en el espacio –o la destrucción de satélites– no solo podrían afectar a nuestro día a día: también suponen un riesgo para las prometedoras exploraciones espaciales que se están desarrollando en este momento, desde esfuerzos que pasan por colonizar Marte hasta viajes turísticos a la Luna.


Este contenido fue emitido en formato audiovisual por el programa de televisión ‘Efecto Naím’, una producción de Naím Media y NTN24. Forma parte de un acuerdo de colaboración de este programa con la revista Ethic.

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