COP26 para ‘dummies’: qué saber (y qué esperar)
La nueva conferencia, organizada en la ciudad de Glasgow, se encuentra rodeada de escepticismo e incertidumbre. No obstante, el aumento de la presión de descarbonización sobre todos los países y las demandas de solidaridad vuelven este encuentro en un nuevo punto de partida esencial.
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La enésima ‘última oportunidad’ para rescatar al planeta de la inacción ante el cambio climático llegará el próximo 31 de octubre. Desde esa fecha –coincidente, con premeditación o no, con la noche de Halloween– y hasta el 12 de noviembre se celebrará en la ciudad escocesa de Glasgow la 26º edición de la Conferencia de las Partes de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático; es decir, el encuentro conocido como COP26.
Una vez más, los 196 países signatarios de la convención –a los que se suma, además, la Unión Europea– se darán cita en esta reunión anual caracterizada por los altos vuelos políticos. Una cumbre que, de hecho, desde su inicio en 1995, suele generar más expectativas que resultados palpables en la lucha contrarreloj que la raza humana mantiene contra las emisiones de efecto invernadero.
Hay múltiples intereses girando en torno a la revisión de los avances producidos en los últimos 24 meses –la pandemia impidió la celebración de la cumbre el año pasado– en materia de compromisos internacionales. Las distintas partes, como ya es habitual, intercambiarán también información sobre las medidas adoptadas en las diferentes naciones, algo que permite, al menos a priori, extraer un beneficio mutuo de las mejores prácticas en materia de protección ambiental.
Redoblar esfuerzos
El presidente de esta nueva edición, el británico Alok Sharma, secretario de Estado para el Desarrollo Internacional de Reino Unido, no ha desvelado grandes sorpresas en cuanto a los objetivos que marcados por el encuentro, los cuales siguen gravitando alrededor de la limitación del «ascenso térmico a 1,5 grados por encima de los niveles preindustriales». De hecho, tampoco la formula para llegar a ese objetivo ha sufrido alteraciones: «Producir menos carbono del que sacamos de la atmósfera». A ello se suma, además, el famoso objetivo del «cero neto» como horizonte de emisiones a partir de la segunda mitad del siglo. Detener la deforestación, acelerar el cambio a los vehículos eléctricos, fomentar la inversión en energías renovables o fortalecer los mecanismos de colaboración entre gobiernos, empresas y sociedad civil en relación al clima son otros de los objetivos marcados por la cumbre.
China, el país más contaminante del mundo, anunció recientemente su intención de alcanzar las cero emisiones netas en 2060
Los avances conseguidos hasta la fecha por los agentes implicados en la lucha contra el cambio climático son un buen punto de partida, pero siguen siendo claramente insuficientes si se quieren alcanzar los objetivos marcados. El tiempo, mientras tanto, continúa reduciéndose. Y aunque el ‘negacionismo crónico’ de potencias como Estados Unidos o China parece remitir a medida que las evidencias del cambio climático –y de las oportunidades económicas que también propicia– se hacen más evidentes, su ambigüedad en algunas cuestiones continúa siendo un problema.
China, el país más contaminante del mundo, anunció recientemente su intención de alcanzar las cero emisiones netas en 2060 y, sin embargo, la hoja de ruta que tiene prevista para llegar a ese punto no termina de convencer a la comunidad internacional. En la COP26 se tratará de persuadir al gobierno del gigante asiático de que adelante aún más ese programa, especialmente en lo concerniente a los picos de emisiones que aún han de producirse en los puntos intermedios de ese itinerario.
Mayor velocidad
Solo 70 de las casi 200 naciones asistentes a la cumbre han presentado hasta la fecha planes concretos de reducción de emisiones. La proximidad del año 2030, primer punto de no retorno en relación a los objetivos marcados por el Acuerdo de París, induce a pensar que en la COP26 se va a tratar por todos los medios de hacer crecer ese número. También es posible deducir la exigencia de un incremento en la velocidad de la descarbonización de la economía mundial, con propuestas más drásticas en relación a los recortes de las emisiones. Los científicos estiman que –en comparación con los niveles de 2010– será necesario reducirlas en un 45% para 2030 como paso previo para lograr las cero emisiones netas en 2050.
Respecto a la participación española en la cumbre, Valvanera Ulargui, directora de la Oficina Española de Cambio Climático (OECC), ha destacado esta misma semana que el Gobierno pretende revisar al alza el objetivo de reducción de emisiones para alcanzar el 55% para 2030. «España acude a la COP26 con los deberes hechos porque hemos trabajado duro para elevar la ambición climática y alinear a España con el objetivo climático europeo», explicó. Ulargui ha señalado también que la COP26 «debe servir para poner en valor el multilateralismo», un «enfoque solidario e inclusivo» que debe dar solución a los «retos globales actuales, como la crisis climática».
Financiación climática
La financiación climática –es decir, el dinero con el que los países desarrollados se comprometieron a financiar la transición climática de los países más pobres–, es otra de las ‘patatas calientes’ de la cumbre. Sobre la mesa se halla, así, la promesa parcialmente incumplida de dotar a las economías más vulnerables con 100.000 millones de dólares anuales para ayudarles a reducir sus emisiones y protegerse frente a los impactos de los fenómenos climáticos extremos. Según datos de la OCDE, el año pasado solo se destinaron alrededor de 80.000 millones de dólares a este fin.
Al respecto, Ulargui ha declarado que «el ‘Paquete de Glasgow’ debe responder a las demandas de solidaridad y ambición de los países más vulnerables». Para ello deberá afrontar, por ejemplo, el reto de «cubrir los vacíos y vulnerabilidades que deja el abandono de las explotaciones de combustibles fósiles en las economías locales».
Otros puntos de interés
Según datos de la OCDE, el año pasado solo se destinaron alrededor de 80.000 millones de dólares a la financiación climática
Otro de los asuntos delicados que probablemente se debatirá en Glasgow es el controvertido mecanismo de compraventa de derechos de emisión de carbono, el sistema por el cual los países ricos más contaminantes tienen la potestad de trasladar sus recortes de emisiones a otros países diferentes a cambio de una serie de contraprestaciones. En la nueva cumbre se pretende, de este modo, fijar unas reglas de juego más justas, más claras y menos proclives a la manipulación para esta figura.
También forman parte de la agenda de este año aquellas cuestiones relacionadas con el desarrollo y la transferencia de tecnologías aplicadas a la lucha contra la crisis medioambiental, así como los marcos de transparencia que impliquen la creación de sistemas de reportes comunes y estandarizados para los distintos países en relación a sus actuaciones medio ambientales.
Además de las cuestiones esenciales, no obstante, hay hueco para el colorido y el ‘show’. Ingredientes, estos, que serán aportados por las personalidades que acudirán a Escocia a dar su punto de vista y tratar de influir en el vital desenlace: desde viejos ‘activistas’, como el cineasta y naturalista británico Sir David Attenborough, hasta sorprendentes recién conversos como el primer ministro británico Boris Johnson. Todo suma.
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