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«Nadie abandona un privilegio de forma voluntaria»

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15
julio
2021

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María Llopis (Valencia, 1975) inició su trayectoria literaria con ‘El postporno era eso’ (Melusina, 2010), un ensayo que apostaba por un nuevo paradigma de este ámbito, más acorde a la igualdad de género. Licenciada en Bellas Artes, ha comisariado algunas exposiciones y protagonizado cortometrajes de mimbres punk. Recientemente, Llopis ha llevado a cabo una protesta en el Museo Picasso de Barcelona contra el pintor malagueño, tildándolo de maltratador. Aparte, ha continuado nutriendo su bibliografía: si en 2015 publicó ‘Maternidades subversivas’, este año repite con ‘La revolución de los cuidados’, ambas en la editorial Txalaparta. En él, a través de varias mujeres, la autora revisa las distintas maneras de cuidar a los demás, exponiendo este asunto bajo unos parámetros que se modifican según la edad, la raza, el tipo de relación sentimental o las condiciones laborales. Y siempre en torno a la figura de la madre. En el año en que la pandemia ha aupado el concepto, Llopis propone un abanico de testimonios fuera de la norma.


¿Qué significa para usted el cuidado?

Significa felicidad. Plenitud. Marshall Rosenberg decía que la rabia (y la violencia) es una manifestación de necesidades no cubiertas. Cuidarnos y cuidar del otro es la revolución para un mundo mejor.

¿Hemos aprendido de la necesidad de los cuidados tras la pandemia? ¿Los priorizaremos frente a otros aspectos?

No. Nadie abandona un privilegio de forma voluntaria. Hay que pelear para hacer valer nuestros derechos. Cuidar es una responsabilidad de todos, y si no cuidas, estás haciendo que otra persona cargue con tu responsabilidad de cuidado.

Vayamos al libro. ¿Con qué criterios eligió a las entrevistadas?

Mi hijo tiene siete años, y los últimos han sido para mí un aprendizaje sobre crianza en el que cada una de las personas a las que he entrevistado me han ayudado a cuidarle mejor. Cuando mi editor y yo las juntamos a todas, nos dimos cuenta de que el denominador común de la conversación era el cuidado. Pero todo surge del maternaje.

¿Es cuidar un sinónimo de educar?

Rotundamente no. La educación y los estudios son un ámbito distinto.

«No necesitamos más opiniones, el mundo está enfermo de opinión»

En el libro habla con Delfina Ferrer sobre el ‘aware parenting’, una corriente que abandona todas las ideas tradicionales sobre la crianza de los hijos y mira hacia la educación autodirigida, sin mediación ni opinión ajenas. ¿Es bueno eliminar los juicios de valor en una sociedad que está emitiéndolos todo el rato?

Te responderé con una frase de la escritora Rosario Hernández, otra de las personas entrevistadas: «No necesitamos más opiniones. El mundo está enfermo de opinión».

También se cita la ‘crianza racializada’. ¿Hace falta especificar la procedencia de una persona o su etnia para elucubrar sobre los cuidados?

En una sociedad machista y racista como la nuestra, es siempre necesario atender dichos temas de forma específica. Los retos a los que se enfrentan las personas racializadas en sus crianzas son también nuestros retos.

¿Dónde se inician los cuidados? ¿Es en nuestro propio cuerpo?

Más que en nuestro propio cuerpo, yo diría que empiezan en nuestro ser. Para mí nunca ha sido fácil conectar con la energía del autocuidado, así que he tenido que buscar referentes y hasta escribir un libro para conseguirlo. En cierta manera, ese es el regalo que me ha hecho mi hijo: cuidándole a él he aprendido a cuidarme a mí misma.

En la conversación con la autora Silvia Agüero una de las conclusiones que surge es que la moral depende de la cultura. ¿Reúnen las tradiciones ciertos valores básicos, como el amor y la compasión, que podrían extenderse a los cuidados de cualquier etnia?

Claro, porque sin ellos nos extinguiríamos. Es la base de todas las religiones.

También comenta en otra entrevista el «negocio de la reproducción». ¿Cómo han cambiado los cuidados en la atención obstétrica?

En la entrevista con Sairica Rose hablamos sobre reproducción asistida y el inmenso negocio que ha florecido en los últimos años. Se comercia con nuestra capacidad reproductiva, con nuestros úteros y nuestros óvulos.

Otra de las charlas se centra en la prostitución (con la activista Paula Ezkerra). ¿Necesitan estas trabajadoras el doble de cuidado?

Con Paula Ezkerra presentamos el trabajo sexual como un tipo de trabajo de cuidados más. Cuando ofrecemos sexualidad a otra persona también estamos cuidando de ella. Es un trabajo que tiene que ver con ofrecer cuidado al otro y, como todos los trabajos de cuidados, está infravalorado. Aunque en comparación con los sueldos de ‘Las Kellys’ (colectivos de empleadas de hotel y acrónimo de «las que limpian»), por lo menos este está mejor pagado. Tanto el trabajo sexual como el maternaje, el cuidados de ancianos y enfermos, o el trabajo doméstico, son trabajos precarizados. Lo que Ezkerra reivindica es la regularización del trabajo sexual, igual que ‘Las Kellys’ reivindican sueldos dignos y prestaciones sociales justas.

«Vivimos en una sociedad de adultos infantilizados»

¿Tenemos la capacidad ilimitada de cuidar de los demás o, como dice Antonio Muñoz Molina, nuestra empatía es limitada?

No se puede cuidar ilimitadamente. Nada se puede hacer de forma ilimitada. Somos seres humanos que necesitamos descansar y nutrirnos para, a su vez, ofrecer lo mismo al otro. Por otra parte, la capacidad de ofrecer empatía al otro está en relación directa con tener cubierta nuestra propia necesidad de empatía. Recurro a Rosenberg otra vez, porque me estoy leyendo sus libros y ahora me sale por todos lados. Fue Delfina Ferrer quien me presentó a este autor a raíz de un conflicto en la escuela. No es fácil cuidar si no nos han cuidado. Pero es posible hacerlo y cambiar el rumbo de la cadena de sufrimiento.

¿Cómo se traducen los cuidados para con nuestra pareja o hijos cuando se rompe el binomio tradicional de la monogamia?

En realidad, las necesidades humanas son siempre las mismas, más allá de cómo nos organicemos a nivel afectivo social.

Incluyes el porno en el asunto de los cuidados. ¿Por qué hacer una mención aparte?

Incluyo la pornografía porque en mis conferencias y talleres es un tema que ha surgido muy a menudo. En concreto, en relación con el acceso al porno por parte de los adolescentes. Sobre el tema del porno entrevisto a Erika Lust, directora de una productora de porno feminista. Lust tiene un proyecto precioso, thepornconversation.org, en el que ofrece guías para padres y madres sobre cómo abordar el tema con sus hijes [hijos e hijas]. Hay una creencia generalizada que tiende a pensar que el porno es el problema, que si tu hijo ve porno violento en internet se va a convertir en un violador como si por ver una película de asesinatos te fueras a convertir en asesino. Lo importante es criar con respeto y empatía. Esa es la única forma de que sean adultos respetuosos.

En el libro también reserva un espacio para contar su propia historia, la pérdida de madre y padre –o abuela–. Sin embargo, la tesis trata del cuidado paterno o materno. ¿Por qué no se suele incluir el cuidado inverso, a los padres o abuelo? ¿Qué diferencia hay?

Yo he enterrado a mi madre, mi padre y mi abuela. Y de los dos últimos yo fui la principal responsable de cuidados durante años. En el libro reflexiono sobre cómo hubiera cuidado de forma diferente a mis mayores en la actualidad, después de todo lo que he aprendido cuidando de mi hijo. Cada universo familiar es único. Estamos todos muy heridos porque vivimos en una sociedad de adultos infantilizados, como comenta la psicóloga Rut Muñoz en la última entrevista. Tendemos a echar la culpa fuera, a nuestra madre, o al otro. Somos incapaces de ocupar el lugar del adulto y hacernos cargo de nosotros mismos. Es una sociedad en la que lo materno (es decir, el cuidado) ha sido devaluado hasta el infinito. Es la base del patriarcado. De hecho, Muñoz tiene una frase que dice: «El patriarcado somos niños y niñas jugando a papás y a mamás».

Ahora vemos que la mayoría de los cuidados (en residencias o en casa particulares) los llevan, en muchos casos, personas sin formación, con sueldos precarios. ¿Por qué hemos relegado esa faceta al escalón más bajo y vulnerable?

El sistema, tal y como lo conocemos, se sostiene en ese empleo precario. Para verlo, una vez en un taller hicimos un ejercicio para ver cuál sería el sueldo real de una madre, sobre todo en las guardias y cuidados 24 horas al día, siete días a la semana. El sueldo, en términos actuales, sería inasumible. Ese es el trabajo real, y no los trabajos de ocho horas al día en los que acabas tu turno y te vas a tomar algo.

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