Desigualdad

Por qué no solo vale con dar respuestas sanitarias a la covid-19

En una pandemia como la actual, el control de la expansión de la enfermedad y la amortiguación de su virulencia también dependen de aspectos sociales como el nivel de ingresos, la educación, los factores ambientales o las prácticas culturales de la población.

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06
mayo
2021

Admitámoslo: las enfermedades no afectan a todas las personas por igual. La clase social, el nivel adquisitivo o el contexto medioambiental donde nos ubiquemos son factores determinantes en la transmisión de las enfermedades epidémicas. Y la covid-19 no es ni mucho menos una excepción. Para hacer referencia a la coexistencia de distintos problemas de salud vinculados a un grupo social, producto del contexto socioeconómico en el que se adscriben, en los años 90 surgió el concepto de Sindemia. Un término en el que confluyen los conceptos ingleses de Sinergy y Epidemic, y que podría traducirse como «actuación conjunta de epidemias». El abordaje de las enfermedades desde esta perspectiva antropológica e integradora permite explicar la interacción existente entre lo social y lo biológico. Saca a relucir que factores como la calidad de vida, las prácticas culturales, el nivel de estudios, las características ambientales, el lugar de residencia y el nivel de ingresos, entre otros, son determinantes a la hora de enfermar.

En general, los grupos sociales más desfavorecidos, serán los que sufran mayores inequidades en el acceso a los recursos y, por lo tanto, serán los más vulnerables a la enfermedad. Las afecciones previas que estas personas puedan presentar, a su vez, pueden provocar mayor susceptibilidad al contagio del covid-19 o aumentar las complicaciones derivadas en el desarrollo de la enfermedad.

Evitar el contagio no sólo es cuestión de voluntad individual

¿Es cada persona responsable última de enfermar de covid-19 por su estilo de vida? Por supuesto que no. Existen una serie de factores estructurales que tienen que ver con el contexto político, ideológico, social y económico de un determinado país, que no están en manos de los individuos. Las políticas sociales, los sistemas de protección social, los modelos de gestión de los sistemas de salud, así como las estrategias en el abordaje de prevención en salud pública serán especialmente claves a la hora de amortiguar el impacto del virus en la población.

La crisis de la covid-19 ha puesto en evidencia el modelo social de convivencia, la estructura y la estratificación social existente en los distintos países y sus fatales consecuencias. A continuación, se indican los factores a nivel macro y micro que inciden en la salud-enfermedad que determinan el impacto de la epidemia en un territorio y sus efectos en las personas a nivel de prevención, transmisión y tratamiento.

Factores genéticos

ADN y predisposición o no hacia la enfermedad.

Factores sanitarios

Como las políticas de Salud Pública y Sistema Sanitario (Gestión Sanitaria, Programas de prevención en salud), personal y recursos sanitarios y enfermedades previas (salud mental, discapacidad, etc).

Vivienda

Aquellos aspectos relacionados con la densidad de población, las condiciones de confort y salubridad de las viviendas y sus características ( hacinamiento, metros cuadrados, zonas ajardinadas, luz solar, etc.).

Nutrición

El acceso a los alimentos y el consumo equilibrado de nutrientes frente a dietas insalubres generadoras de enfermedades como la hipertensión, diabetes, obesidad, enfermedades coronarias, etc.

Empleo

Las políticas de empleo y desempleo, la flexibilidad laboral con medidas como el trabajo en remoto –que permite el distanciamiento social y disminuye el riesgo de contagio ocasionado en los desplazamientos en el transporte público al puesto de trabajo– o las condiciones de prevención y seguridad laboral.

Factores económicos

Como la estabilidad del país; la existencia (o no) de seguros médicos privados; la capacidad para adquirir mascarillas (FFP2 o quirúrgicas de un solo uso); la capacidad de compra de dispositivos de profilaxis como rayos ultravioletas o filtros de ozono (que purifican el aire o filtran bacterias y virus); el acceso a pruebas de PCR para poder realizar desplazamientos a países que lo requirieran o dispositivos de conexión a internet que eviten brecha digital.

Factores culturales y de estilo de vida

Patrones de conducta que influyen en la percepción de la enfermedad y los comportamientos de riesgo o de cuidado, los hábitos de salud e higiene, la predisposición al deporte y la actividad física o las prácticas culturales de los distintos grupos étnicos.

Factores ecológicos

El estado de degradación del medio ambiente y los niveles de contaminación.

Estrategias para un abordaje sindémico de las enfermedades

Por todo ello, se requiere con cierta urgencia un cambio de paradigma para el abordaje de los problemas de salud en general y de las epidemias en particular. Necesitamos una visión más amplia e integradora que sume los análisis demográficos y epidemiológicos con las dimensiones sociales de los marcos de transmisión y prevalencia de las enfermedades. Como se ha podido constatar, evitar la propagación del virus de la covid-19 no sólo es cuestión de voluntad individual, sino también de responsabilidad pública. Por lo tanto, no pueden darse únicamente respuestas sanitarias a problemas que tienen un componente social. Un abordaje de la salud-enfermedad en términos sindémicos debería tener en cuenta las siguientes premisas: Diseños globales de políticas y programas para reducir y/o eliminar las desigualdades fomentando la cooperación mundial; analizar las estructuras que hacen que las personas con menos recursos enfermen más y más gravemente; abordar la cronicidad en determinados grupos sociales; educar en salud; activar respuestas que no solo contemplen soluciones biomédicas y crear equipos interdisciplinares en el abordaje de la prevención en salud que incluyan a profesionales del trabajo social, la nutrición, la educación, el empleo, la vivienda, etc.


Mabel Segú Odriozola, Investigadora y Docente, Áreas de Trabajo Social y Sociología ; Antropología Social y cultural, Universidad de Deusto. Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

The Conversation

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