Siglo XXI

«El paciente que consume cannabis no puede estar en manos del narco»

Una grave lesión ósea puso a Carola Pérez bajo el asedio del dolor, hasta que el cannabis se cruzó en su camino. La mejora de sus condiciones de vida le llevó a fundar el Observatorio Español del Cannabis Medicinal y, desde entonces, lidera el activismo por la regulación de su uso en España, sirviendo de referente a los afectados de dolor severo que abogan por el reconocimiento de esta terapia.

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20
abril
2021

Carola Pérez (Madrid, 1978) es licenciada en Comunicación Audiovisual y ha desarrollado buena parte de su trayectoria profesional en el sector de la música, trabajando como promotora de conciertos, representante de artistas, agente de prensa y periodista. Una grave lesión ósea acaecida en su pubertad le llevó a malvivir bajo el asedio de un dolor eterno e insoportable, hasta que el cannabis se cruzó en su agotador viacrucis existencial. La ostensible mejora de sus condiciones de vida gracias al cáñamo le impulsó a fundar el Observatorio Español del Cannabis Medicinal. Desde entonces lidera el activismo por la regulación de su uso en nuestro país –es asesora de la asociación de pacientes Dosemociones– y se ha convertido en referente indiscutible para los afectados por dolor crónico y severo que abogan por el reconocimiento de esta terapia.


Veo que tienes los cuadros con carteles de los conciertos que organizabas cuando trabajabas de promotora musical en las paredes del salón.

Sí, tengo así toda la casa llena de pósters de mis conciertos. Justo hoy me recuerda Facebook que hace tres años del primer sold-out de Berri Txarrak en La Riviera. Me rodean Wilco, Sigur Rós, Ólafur Arnalds, Junip, Efterklang, Tortoise, Shellac … Lo echo mucho de menos a veces. El único músico con el que sigo trabajando es con Gorka Urbizu, de Berri Txarrak. La música siempre ha sido una de mis grandes pasiones y es verdad que echo un poco de menos ese ambiente, y no estar todo el día en este ambiente entre lo ‘ilícito’, las farmacéuticas, los entramados políticos y escuchando veinticuatro horas al día hablar de sufrimiento… Es cansado –sobre todo emocionalmente– para una persona que está enferma estar todo el día ayudando a gente muy enferma. Es un privilegio, de verdad, está muy bien, me encanta, pero es todo el día hablando de cáncer, de dolor, de muerte, de metástasis. Son demasiados input. Lo hago porque he elegido libremente ayudar desde mi experiencia y enfermedad a otros pacientes, eso está claro, pero a veces se echan de menos los conciertos y estar en ambientes más lúdicos. Quizá ha sido un contraste muy fuerte estar entre tanta vida y tanta alegría, a tanto dolor y tanta enfermedad.

¿Cómo te encuentras ahora mismo?

De salud peor que nunca, pero de fuerza mental mejor que nunca. De hecho, ahora tengo un nuevo problema en los pulmones, porque al final son muchos años medicándome y eso afecta a todo el organismo. Son muchos años fumando tabaco también. Casi todos los pacientes de dolor neuropático fumamos mucho tabaco. Por supuesto, todo trae consecuencias en la vida. Ahora no puedo estar vestida más de unas horas al día, tengo que estar sentada muy pocas, el resto trabajo tumbada. No puedo salir a la calle si hace frío o llueve. Si salgo tiene que ser de sitio a sitio, tengo que ir a todas partes con mi cojín. Las últimas operaciones han dejado cicatrices enormes, han sido operaciones muy agresivas. Me han dañado mucho. Y la mente lleva 30 años de dolor y sufrimiento encima. Se dice pronto, pero es tela. Mi vida física está muy limitada, pero tengo más fuerza mental que en otras épocas.

Tu historial médico es tremendo y larguísimo. En el cannabis es donde encuentras un alivio que permite seguir adelante y que tu calidad de vida mejore.

Ten en cuenta que yo estaba con unas dosis de morfina que no eran habituales para una persona joven que tiene que continuar viviendo siempre con dolor. No era un paliativo puntual, o acompañar en el proceso de la muerte. Tampoco mucha gente lo sabía en la industria musical y me juzgaron mucho. Algunos sí sabían que llevaba «unas pilas en la espalda», pero no todo el mundo. Después de retirarme esos dos neuroestimuladores de la espalda, que es la operación número once, llevaba mi propio médico de gira para que me pinchara cada cuatro, cinco o seis horas y así poder seguir trabajando en conciertos y festivales. En un momento me dijo que me iba a morir, que en una de estas me quedaba. No podía ser, eran muchas horas. El trabajo era precioso, pero es una de las cosas que más daño me ha hecho. Hay que entender que cuando vives una vida de tanto dolor, lo único que te merece la pena es hacer lo que te gusta y vivir de ello, porque el resto del tiempo es una mierda. Es muy difícil aguantar física y mentalmente tantos años de dolor. Porque el dolor es impredecible, es neuropático, depende del sistema nervioso. Hay días en que según amanezco tengo que cancelarlo todo. Y te empiezas a ver muy mermada y condicionada por algo que tú no controlas. No podía ser cada vez más y más, porque el cuerpo se habitúa a esas medicaciones, a esas dosis. Entre los Conciertos Sublimes, el festival DCode, muchas producciones al año, más las promos, cada vez necesitaba más medicación. Y no era vida. Era «una mañana no vas a despertar». Del mismo modo que en España hay más de mil muertes al año por opiáceos recetados y dos tercios de esas sobredosis son accidentales. Es decir, estamos jugando con medicaciones que puede que hagan que a la mañana siguiente no despiertes, pero no porque hayas decidido quitarte la vida, sino porque tu cuerpo no lo soporta. A mí el cannabis nunca me había gustado –recuerdo que en los camerinos pedía a la gente que no fumara porros a mi lado–. No lo consideraba una diana terapéutica para mí. Pero entonces quitan los neuroestimuladores y el médico me dice que no puede ser. Acabamos el DCode, la última gira de Wilco y la de Ólafur Arnalds y es verdad: es que ya no podía seguir así. Te tienes que rendir ante tu enfermedad y ante la realidad. El cannabis entra en un momento que me ayuda a hacer una transición emocional y física. Fue lo que ayudó a querer seguir viviendo, porque ya no quería vivir más. Cuando vives con un dolor tan horrible que nadie entiende, porque por fuera no se te nota, y no hay luz al final del túnel, solo quieres tirar la toalla.

«Israel lleva veinte años con el cannabis terapéutico regulado. Estados Unidos y Canadá, también. ¿Me estás diciendo que el dolor de un paciente allí no es el mismo?»

¿Cómo cambia esa dinámica con el cannabis?

El cannabis me dio la calma, analgesia, me abría el apetito, tenía ganas de hacer cosas, volvía a reír, empecé a dormir bien. Vas tirando así. Y empiezas a preguntarte «¿por qué no me lo han dado antes?». Me habían dado morfina por un tubo, un montón de agresiones en mi cuerpo y, de repente, ¡es una planta! Te das cuenta de que al final somos víctimas de un sistema en el que al paciente crónico de dolor se le somete a tratamientos muy agresivos que lo que hacen es empeorarlo. El dolor requiere mimos, cuidados, aprender a respirar, fisioterapia, ejercicio y algo de medicación que sea estable y que no ponga en peligro tu vida. No medicaciones súper adictivas a esas dosis de caballo, ni abrir tanto, ni meter pilas en la espalda. Era justo lo contrario. Empiezo a entrar en los clubes sociales, formo parte de La Santa Le Club, un sitio increíble donde se cuidaba mucho al paciente y nos donaban la planta, donde la gente entiende de cannabis. Pero me doy cuenta que nadie tiene presente al paciente en cuanto a posología e interacciones farmacológicas. ¿Dónde está la información, los médicos especializados? A veces la dosis era altísima, el efecto era paranoide… o me quedaba dormida por las esquinas. Lo estaba haciendo, pero lo estaba haciendo mal. El cannabis hay que saber utilizarlo para que te siente bien a nivel medicinal. Hagamos una comparativa con el alcohol: no es lo mismo tomarse una cerveza porque te apetece que tener que tomarte una cerveza cada cuatro horas para quitarte el dolor. Y no saber si me están dando una cerveza, o un pacharán, o un orujo. Con el cannabis ocurre lo mismo. Necesito saber qué me vas a dar para poder organizar mi día y mi colocón, la psicoactividad, porque, al fin y al cabo, es una sustancia psicoactiva. Empecé a contar mi vida en los medios y al hablar de usar cannabis el comentario era «eres una yonqui, no pongas excusas con el dolor». Después de ocho años y toda la comunicación que hemos hecho, la gente ya lo entiende. Recuerdo la primera entrevista, mis propios padres, la familia, «¡fumas porros!» Pues no, no tiene nada que ver: hay aceites, no se fuma la hierba. Se utiliza mediante un vaporizador certificado por la Unión Europea y que ha pasado estudios clínicos. Me he tenido que enfrentar a situaciones complicadas, pero aquí estamos. Hemos ayudado a muchísima gente y creo que hemos cambiado la mentalidad de la sociedad española, y el CIS así lo demuestra. Ahora estamos en un 90% de aprobación y hace seis años estábamos en un 50%.

Partidos como Ciudadanos o Unidas Podemos sí han movido ficha con iniciativas parlamentarias. Pero todavía no ha habido respuesta del Gobierno, pese a tener respaldo científico suficiente en cuanto a los efectos positivos del cannabis frente a un dolor crónico y severo como el tuyo. ¿Qué impide avanzar en lo legislativo?

Ya hubo propuestas previas de partidos como Izquierda Unida hace años para una regulación del cannabis para uso adulto, que creo es el término adecuado que deben usar los medios. Algunos partidos se habían pronunciado al respecto, pero la cuestión es que España tiene aún ese tema ‘moralina’ en el que, aunque hay cuatro millones de usuarios de cannabis, no está muy bien visto. Y es verdad que los menores también tienen acceso a los porros desde muy pronto. Todo esto es debido a una falta de regulación, porque del mismo modo que un menor no puede acceder al tabaco, los camellos no piden carné de identidad. Les da igual que tu hijo tenga catorce años o que tú tengas cuarenta. Visto esto, comienzo a trabajar con Regulación Responsable por la regulación integral, pero me doy cuenta de que todo son trabas para avanzar rápido en cuanto a los derechos de los pacientes. Entonces, decido fundar el Observatorio Español de Cannabis Medicinal junto a los expertos en ciencia. Nosotros como pacientes decimos que nos sirve, los médicos dicen que quieren trabajar con ello porque es una opción más y los investigadores llevan veinticinco años detrás de ella. Decidimos que, como la regulación integral va a tardar mucho y son un mogollón de debates y ministerios implicados para cambiar las leyes, hay quedarle prioridad al paciente. Arrancamos con Ciudadanos en 2017, con Francisco Igea, que ahora es vicepresidente de la Junta de Castilla y León. Él es médico y, cuando conoce mi historia, recuerdo que en la primera reunión dice: «¿Esta mujer cómo está viva con la medicación que tomaba?». Da luz verde, presentamos una PNL y nos la bloquea el PSOE, entre otros. Y ahora mismo, el PSOE es la clave: sigue diciendo que no hay evidencia científica, pero al menos abre el debate. Estamos tendiendo puentes y cambiando el tono, pero hay que entender el enfado y la prisa. Si a veces me pongo brava es porque esto es un sinsentido y porque mi calidad de vida depende de ello. Todo va tan lento que desespera. Cuando veíamos que la cosa se acercaba, pasaba algo gigante y teníamos que volver a esperar. Cuando hay cambio de Gobierno tenemos que volver a empezar todos los procesos. Hemos también el 155, Gobierno en funciones durante no sé cuanto tiempo y, ahora, una pandemia. Ahora hay partidos como Unidas Podemos, Más País, Esquerra, Bildu, PNV, o Compromís, que pide la regulación porque es urgente, porque puede generar puestos de trabajo y porque España es el campo de cultivo de Europa: todo el mercado negro viene de Marruecos y España, sobre todo de España. También aprietan otras iniciativas por parte de otros grupos activistas para ir por la regulación integral, pero no dan los números en la cámara. Seguimos pidiendo reuniones, vamos con catedráticos reconocidos en todo el mundo y les siguen diciendo que no hay evidencias científicas suficientes para regular el cannabis terapéutico. ¿Entonces, qué somos? ¿Casos aislados? ¿Marcianos? En Israel llevan veinte años haciéndolo, en Estados Unidos y Canadá también. ¿Me estás diciendo que el dolor de un paciente de allí no es el mismo? ¿El cáncer no es el mismo en un país que en otro? Te enfrentas con esto todo el tiempo, y con políticos que van cambiando de sitio a los que les tienes que explicar todo desde el principio.

¿Qué ha pasado con los pacientes durante la pandemia?

Ha sido como si hubieran cerrado las farmacias. Salvo las personas que cultivamos, el resto no podía salir a comprar. Estás con un cáncer en casa, no puedes salir y no hay médicos, hay una catástrofe. Intentamos hablar con el Ayuntamiento de Madrid durante la pandemia para que no cerrasen los clubes o para que dejasen que fueran los pacientes, porque es un tema de salud pública. Caso omiso. Como el camino de Ciudadanos se había agotado, arrancamos a finales de 2020 con otro de mano del PNV y Josune Gorospe. A finales del año pasado, el PNV le volvió a preguntar a la ministra del PSOE, Carolina Darias, qué pasaba con el cannabis medicinal. Y la respuesta fue que no había suficiente evidencia pero que se abrirá el debate. Nos querían mandar a la Comisión de Drogas del Senado. ¿Por qué tenemos que ir si del acceso al paciente a la morfina hablamos en la Comisión de Sanidad? La heroína y la morfina vienen de la misma planta, pero para que me den morfina como paciente para paliar mi dolor no tengo que ir a hablar de adicciones ni a convencer a nadie. A día de hoy, PNV y PSOE están de acuerdo en traer expertos de otros países para explicar que hay que avanzar, que no pasa nada, que el cannabis es una opción más y que el paciente tiene derecho a probar este tratamiento con seguimiento médico y con una sustancia segura. Que el paciente no puede estar en manos del narco, sino del Estado. Es de sentido común. Estamos negando la mayor mientras España da licencias para cultivar cannabis con grado farmacéutico que va a pacientes ingleses, alemanes y franceses. Está llegando a pacientes alemanes y me dices que yo no lo puedo tomar porque no hay evidencia, y lo están haciendo en Murcia o en Cuenca.

Es contradictorio esto.

Hay mucho dinero en juego. Y el lobby farmacéutico. No sé si has visto la serie Parliament. Te das cuenta de que el mundo está dirigido por los lobbies. Yo no era consciente como ciudadana hasta que entré a batallar por los derechos de algo tan básico como es el acceso a la mejor calidad de vida posible. ¿Por qué nadie abre telediarios con las mil muertes por opiáceos que hay en España al año? ¿Por qué las farmacéuticas marcan la agenda política? Mira ahora la vacuna, la liberación de patentes, sobre la que el propio PSOE ha votado que no. No lo entiendo, de verdad. Tienen tanto poder. Tanto poder. Están muy pendientes de lo que digo y cuento en las entrevistas, y de vez en cuando algún mail o llamada recibo. Y hasta aquí puedo leer porque la presión que siento es tan brutal que mi salud se resiente mucho con esto. Estar en el punto de mira cuando tu cuerpo no responde es jodido.

Sobre dinero conviene hablar cuando se tratan estos asuntos. ¿Tenéis una estimación del tamaño de este pastel?

¿El pastel de que no se regule o el de que se regule?

El de que se regule.

El pastel de que no se regule ya sabemos por qué es, y nuestros datos lo van confirmando. Cuando un paciente empieza a tomar cannabis y le funciona bien se reduce de media el 70% de medicación, porque estamos polimedicados. Yo antes gastaba 300 euros al mes en la farmacia y ahora gasto 30. Multiplica eso por unos 300.000 pacientes, tirando a la baja. En cuanto al dinero que podemos generar y ahorrar al país, nuestra recogida de datos en Dosemociones –donde ayudamos y asesoramos a la gente que quiere acceder al cannabis medicinal en España– recogen que, una vez el tratamiento funciona, acudimos menos veces a urgencias, al especialista, a la atención primaria. Damos menos el coñazo porque estamos mejor y no necesitamos tanta atención. Hay pacientes que se pueden volver a incorporar al mercado laboral. El paciente está agotado de tanto médico, de pasar horas y horas en salas de espera. Cuando acudimos lo hacemos porque no queda más remedio. Estamos hartos de probar combinaciones de medicaciones. La gente quiere estar lo mejor posible con lo que le ha tocado vivir, y quiere volver a trabajar. En la asociación había gente desahuciada al que el cannabis le ha permitido volver a trabajar. Yo puedo servir de ejemplo si volvemos al inicio de esta entrevista. Todo esto también es dinero. Y hay algo que no podemos monetizar, que es la alegría de que mis padres no vean a su hija pidiendo que la ayuden a morir. O que me cuiden con una hemiplejia, como tuvieron que hacer después de tanta medicación, que ya no podía hablar ni caminar. Tenemos esos factores complicados de monetizar.

«Estamos negando la mayor mientras España da licencias para cultivar cannabis con grado farmacéutico que va a pacientes ingleses, alemanes y franceses»

Por otro lado, ¿cuánto genera la regulación del cannabis medicinal en España? Pues crea puestos de trabajo en investigación, laboratorios, transportes, seguridad, cultivo, instalaciones, genetistas… No podemos tener una estimación porque hay muchos pacientes en el armario y no conocemos los datos reales y qué están consumiendo. Pero si ves los datos de Colombia o de Alemania, nuestros cifras replican a la perfección el modelo de estos países. El problema es que hace poco en Alemania surge una huelga de científicos liderada por Franjo Grotenhermen, director ejecutivo de la International Association for Cannabinoid Medicines (IACM),  porque muchas empresas se dedican a la compraventa de producto entre ellas, pero el paciente sigue sin estar atendido. Y se tienen que poner en huelga de hambre para que el paciente tenga acceso fácil y económico. Y los médicos para prescribirlo. Ese modelo regulatorio no estaba pensado en facilitar la vida al paciente. Vemos también el caso de Inglaterra, por ejemplo. El cannabis es tan caro que el paciente vuelve al mercado negro porque no lo puede pagar. Allí, se han organizado y han llegado a un acuerdo con el Ministerio del Interior para que no se les multe por cultivar en casa. Y tienen una tarjeta especial para ello, la CannCard. Pero siguen buscándose la vida aunque la ley está aprobada en la cámara. Así, estamos viendo cómo las empresas están utilizando mi dolor y el de otros muchos pacientes para hacer negocio, pero luego no se preocupan de que el paciente esté bien atendido. Al final muchas de estás compañías grandes de cannabis medicinal tiene detrás a CEOs que eran lobistas de empresas tipo Uber o de Amazon, y ellos hacen súper bien el trabajo para el que cobran. Están cogiendo lobistas europeos, porque entiendo que para hacer un cambio legislativo tienes que hacer lobby. Cuando he ido al Parlamento Europeo es tal cual se puede ver en Parliament: esas grandes compañías le van contando al europarlamentario de turno el modelo que las farmacéuticas quieran. Pero yo, y la coalición de pacientes internacionales que estamos trabajando bajo el paraguas de la IACM, tenemos otro modelo en la cabeza. El modelo actual y los precios de muchas grandes compañías de cannabis no está funcionando para el paciente, aunque sí para sus accionistas, porque el cannabis no es barato y estas empresas lo están vendiendo muy caro. Puedes ver los números, lo que mueven estas compañías. Es todo gigante. Muchas empresas norteamericanas están haciéndose con el control europeo y no están más pendientes de ayudar al paciente, sino de hacer su lobby en Bruselas para que les den las cuentas a sus accionistas.

Es decir, que hablamos de un mercado objeto de deseo, en el que hay mucho dinero para ganar.

Ayer tuve tres reuniones con dos compañías suizas y una francesa. Gente que pide consultoría porque quiere venir a España a cultivar porque las condiciones son maravillosas. Puedes cultivar en exterior, el sol, la tierra, mano de obra barata, tres cosechas al año sin dejar tanta huella como en el cultivo de interior, que gasta tantos recursos. Mucha gente quiere venir a invertir y, si España no regula pronto, esa inversión se la van a seguir llevando a Grecia, Malta, Portugal, Marruecos. En España no tienen seguridad jurídica para invertir tantos millones con un Gobierno que sólo les pone trabas. Aquí hay un tema geopolítico bastante interesante. Las grandes farmacéuticas con sus historias, compañías de cannabis que cuando han tenido poder están a sus negocios. Se ve porque no apoyan la regulación, o porque cuando hablamos de autocultivo, retiran apoyos o incluso la palabra. Ya  sabes, todo por el paciente pero sin el paciente.

El freno al autocultivo recuerda a la restricción de la producción eléctrica personal con placas solares domésticas.

Exacto. En Dosemociones ya hemos ideado un sistema para enseñar a cultivar y regular las dosis diarias. Mientras discuten y hacen negocios, nos hemos organizado para poder cultivar y llevarlo a los laboratorios para que se analice la cantidad de THC y CBD y otros cannabinoides que se necesitan. Igual no es el modelo ideal porque entiendo que no tiene por qué ser así, que si mi madre tiene insomnio o cáncer no tiene por qué estar cultivando. Lo entiendo, pero déjame que lo haga mientras, porque me tienes abandonada. A veces, una paciente cultiva para cuatro porque tiene un terreno en casa y se juega lo que se juega si viene la policía. Pero a estas grandes empresas no les gusta que hablemos de estas cosas. Retiran financiación. Por ejemplo, hay una empresa grandísima holandesa, Bedrocan, que saca una entrevista mía aprovechando una ponencia que hice recientemente en el Parlamento Europeo sin que pueda negarme porque es público lo que allí cuento, utilizando mi historia de dolor para su discurso de marketing de «nos importan los pacientes». Estas compañías al principio te camelan un poco, y cuando consiguen lo que han querido –un modelo regulatorio a su imagen y semejanza– aquí paz, y después gloria. Y los pacientes siguen sin tener acceso, o el acceso es carísimo.

Por lo que cuentas, los activistas os movéis en un tablero entre cárteles, farmacéuticas, políticos, lobbies, gobiernos.

Sí, hay tres batallas. Nacional –Congreso y Senado–, la del Parlamento europeo y la lucha en la ONU entre países. Es una locura y es agotador para un enfermo estar en tantos frentes abiertos.

Lo que has dicho antes de «Carola, a ver qué vas contando» resulta inquietante.

Claro, porque cuando empiezas a investigar y ves que esto de los opiáceos se está silenciando, con mil muertos al año por sobredosis accidentales, mayor incidencia en mujeres y una tendencia creciente en España, y que hay otras alternativas para ayudar al paciente crónico, no entiendes por qué no importamos. Y, si no te callas, eres incómoda. Por supuesto que no tenemos la crisis de opiáceos de Estados Unidos, pero mil muertes al año creo que es importante. No es algo que me haya inventado, está publicado en El País. Y las cifras son del Observatorio del Dolor. También hay una terrible crisis de salud mental y abuso de benzodiacepinas y adicción, de nuevo con mayor incidencia en mujeres. ¿Por qué? Pues porque a muchas farmacéuticas no les interesa que sepamos que mañana puede que alguien no despierte por la medicación. O que, si quieres dejar el Lexatín o el Trankimazín, las vas a pasar putas. Yo no era consciente hasta que el médico me dijo que me iba a morir. Todos tenemos que buscarnos la vida y Dosemociones no cubre los gastos cada mes porque no vendemos ningún tipo de producto, solo damos asesoramiento. No vendemos cannabis ni aceite. Vivimos de donativos y de algún proyecto que conoce en profundidad lo que hacemos y nos apoya económicamente. Y en el Observatorio nadie cobra. El trabajo de todo el equipo –que cada uno ya tiene su trabajo, bien sea médico o investigador o profesor– es activismo puro y duro por un tema de sentido común. El Observatorio ha nacido para morir, y queremos que muera cuanto antes. Ahora nos estamos preparando para presentar en brevísimo esa ‘carta a los Reyes Magos’, porque parece que la postura del PSOE ante la presión tan fuerte de la ciudadanía, la evidencia ya existente y la presión del resto de partidos es «habrá que empezar a mover este tema». Me recuerda un poco a la eutanasia: lo propone Unidas Podemos de mano de Marta Sibina, todos se echan las manos a la cabeza y luego se pone la medalla el partido de turno utilizando el dolor de esas personas. Sabemos –y yo particularmente sé– que estoy siendo utilizada por un bien mayor. Soy consciente, pero al principio de todo esto no lo era. Iba con mi buena fe intentando explicar a los políticos y en la prensa que no era yonqui. Que sí lo había sido de farmacia, y ese camino no era el adecuado. Que necesitábamos alivio urgente. Ahora estoy en otro escenario que ha requerido muchas horas de meditar todo. Pero, si esto me salvó la vida, quiero que sea posible para las personas que están en una misma situación de sufrimiento horroroso.

«Mi calidad de vida depende de la regulación del cannabis»

El caso es que la percepción social del asunto va cambiando, así que vuestro horizonte es alentador.

Sí, sí. Pero es que he hecho más de 400 entrevistas en estos últimos años. En cada una me toca hacer una labor de divulgación y de rememorar mi historia una y otra vez. Hay que bajar ahí y narrarlo, y lo haré las veces que haga falta. Porque si la gente no entiende qué te pasa no podrá opinar. Y cuando la gente piensa en cannabis piensa en «fumar porros, rastas, Rototom». Y nada que ver. Con Gorka Urbizu nos reímos mucho con esto de mi exposición pública, ya que cuando vamos juntos por la calle y se nos queda mirando la gente no sabemos a quién miran de los dos. ¿Es a él o es a mí? La gente me para porque ya me ha visto. Las conferencias viralizan mucho, como las de TedxMadrid. Han visto Late Motiv o El Intermedio, lo han leído. Me preguntan porque es un tema que se mira mucho en las familias, porque hay algún miembro enfermo y quieren probar y no saben cómo. Notas cómo te miran, o se acercan tímidamente: «Tú eres la del cannabis. La chica que se rompió la espalda». He posado hace ya dos años en la portada de El País Semanal con mis plantas de casa, algo que conlleva un riesgo. Pueden venir en cualquier momento –la policía– y hay nervios, porque hay riesgo de unas multas imposibles, o esas horas en calabozo. Es, sobre todo, la intranquilidad y el miedo que pasas, como si estuvieras haciendo algo horrible. Nos jugamos mucho para aliviar nuestro bienestar.

Pero ese estudio del CIS al que te referías sí da pie a pensar que esto ya no se percibe como un ‘capricho de fumetas’.

La sociedad está súper preparada. Si es que no he conocido a nadie que me haya dicho que no deba usar cannabis o cómo paliar mi dolor tras treinta años con él y trece operaciones. ¿Quién puede negar la mayor mientras se sepa qué dosis se toma y las interacciones farmacológicas? No hay ningún problema. Es el político quien lo bloquea con lo de que falta evidencia, la sociedad está más que preparada. Ahora vamos a arrancar un estudio clínico con la Sociedad Española del Dolor en varios hospitales. El 14% de los estadounidenses consumen CBD, un cannabinoide bueno para relajar, antiinflamatorio, con propiedades medicinales también. En España, es de coña que lo compremos como un sérum para la piel cuando se usa como un medicamento. Ves la crema Cannabix en la tele, pero a la vez está prohibido tomar aceite. Hay ferias con 35.000 personas, como la Spannabis. ¿Te imaginas una feria así con la cocaína o la heroína? Con el cannabis hay una normalización brutal. Ese dosier de prensa está ahí y, al final, todo el mundo tiene cerca gente enferma, con cáncer, esclerosis, epilepsia. Si a tus hijos les pasa algo, ¿qué harías? Lo que fuera. Bailas con el diablo, pactas con quien sea, vas a donde haga falta. Por eso hay tanta estafa en el tema medicina, porque hay gente que se está aprovechando de esta falta de cuidados. Luego que si el reiki, lo otro, que si las pseudoterapias… Claro, si se ayudara al paciente como dios manda no recurriría a los estafadores de salud. Y si lo hace, que sea porque quiere, no porque está a punto de tirarse por la ventana. Que yo he sido estafada también por esa gente, que he dado más vueltas que una peonza en treinta años. Me he gastado mucho dinero en cosas que ni imaginas, he llegado a creer en cosas que… Estás ante tal desesperación que te agarras al clavo que sea. Si sabemos que el cannabis funciona, ¿para qué vas a negarlo? Si es que ayudo a diputados. Es que es de coña. Acabo la reunión, me llaman para pedir ayuda para el padre, la hermana o el tío. Y luego me estás negando el alivio. Una hipocresía brutal. Como en todo, porque cuando hablas con los lobistas del juego ves que se repite, que el sistema está corrompido por todas partes y que los lobbies son los que acaban haciendo las leyes mientras los demás no podemos apenas opinar. El miedo que tengo es que otra vez haya un cambio de Gobierno y tengamos que volver a empezar. Porque somos de los países pioneros en investigación. Doy una clase magistral en Colombia o en Israel y no se lo creen. «¡Pero si en España tenéis ferias con 35.000 personas!». Ya, pero es lo que hay. Una contradicción todo el tiempo. Mientras esa gente dice que no hay evidencia científica, nosotros seguimos trabajando porque el dolor no espera.

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