Opinión

El agua que salva vidas

En los países donde sus habitantes no cuentan con acceso a agua potable, hacer frente al lavado de manos y a la desinfección como método de prevención frente a la transmisión del coronavirus no resulta tan sencillo.

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22
marzo
2021
Fotografía: Ana Encabo. Proyectos AUARA Chad.

El 14 de marzo de 2020, cuando la vida se paró en seco por la declaración del estado de alarma para frenar la pandemia, muchas organizaciones estábamos inmersas en la preparación de nuestras campañas de concienciación para celebrar, como cada 22 de marzo, el Día Mundial del Agua. Campañas que, por supuesto, se quedaron en el limbo de los proyectos olvidados, o al menos aplazados.

Y entonces todos, encerrados en nuestras casas, empezamos a lavarnos las manos varias veces al día, casi de forma obsesiva. El agua como vehículo de protección, para defendernos frente a un virus que se expandía exponencialmente, y al que por desgracia aún no hemos logrado dar esquinazo. Un hecho tan simple como ese, nos decían, podía salvar vidas.

Abrir el grifo y tener agua es un acto reflejo para nosotros. Lo hacemos desde niños, y ni nos planteamos que llegue el día en que dejemos de contar con este privilegio; un privilegio que, por otra parte, tampoco valoramos en su justa medida, como ocurre con casi todo aquello que ‘se presupone’ y conseguimos sin esfuerzo.

No pensamos en ello cuando abrimos la ducha y dejamos correr litros de agua fría que se cuelan, sin pena ni gloria, por el desagüe, hasta que llega el agua caliente y nos metemos a disfrutar de ella. Tampoco cuando dejamos el grifo abierto al lavarnos los dientes o al fregar… Sin embargo, en el mundo hay casi 1.200 millones de personas que sufren escasez de agua extrema, según la FAO. La mayoría de ellas se encuentran en el sur de Asia, donde cerca del 80% de la población de países como Pakistán o Sri Lanka vive en zonas agrícolas sin apenas recursos hídricos. Y en el África subsahariana, solo el 12% de su población rural tiene acceso a agua potable gestionada de forma segura. Suena demasiado lejos como para preocuparse, ¿no?

«Eso es la solidaridad: el deseo de causar un impacto positivo para que el mundo sea mejor»

Lo cierto es que el consumo de agua en el mundo se ha multiplicado por seis en el último siglo, y sigue aumentando cada año a un ritmo constante del 1%, a causa del crecimiento demográfico, el desarrollo económico y el cambio de los patrones de consumo. Ignoro cuánto habrá contribuido a incrementar el consumo el COVID-19, pero seguro que este año el gasto en los hogares habrá crecido notablemente… En los hogares que tienen agua potable, claro. En los países donde no tienen esa suerte, hacer frente al lavado de manos y a la desinfección como método de prevención frente a la transmisión coronavirus no resulta tan sencillo.

Un año después, afrontamos el Día Mundial del Agua en unas condiciones que siguen sin ser las que nos gustaría. Ha sido un año muy difícil, en el que muchas personas se han ido sin que haya podido mediar una despedida. Muchas lo han pasado –y lo siguen pasando– mal. Y muchas también se han volcado como nunca a ayudar en la medida de sus posibilidades. Según el último informe de la Asociación Española de Fundraising, quince millones de españoles colaboraron económicamente con alguna ONG desde sus casas en 2020 para mejorar la vida de otras personas a las que no conocían, a las que nunca habían visto.

«Todas esas personas generosas han brindado un futuro mejor a las mujeres y a las niñas»

Eso es la solidaridad: el deseo de causar un impacto positivo en las vidas de otros por el simple hecho de querer que el mundo sea un poquito mejor. Es la capacidad de creer en aquello que no vemos, de mostrar amor por el ser humano, por cualquier ser humano, por toda la humanidad.

Por ello, este año, en el que Naciones Unidas ha elegido para este 22 de marzo el lema Valoremos el agua, no solo me gustaría sumarme y animar a toda la sociedad a tomar conciencia de lo privilegiados que somos en nuestro mundo desarrollado, también quisiera poner en valor a todas aquellas personas que, con su aportación, del tipo que sea, contribuyen a que quienes no son tan afortunados como nosotros puedan tener una oportunidad de vida y una esperanza de futuro.

Gracias a las aportaciones de miles de particulares y empresas que han elegido nuestra marca de agua a lo largo de los últimos cuatro años, nuestra empresa social ha sido capaz de dar un cambio radical a la vida de más de 57.400 personas de 17 países a través del acceso a agua potable, construyendo pozos, tanques de recogida de agua de lluvia y sistemas de saneamiento.

Todas esas personas generosas y solidarias han mejorado la salubridad y reducido la mortalidad de esas comunidades, y al mismo tiempo han brindado un futuro mejor a las mujeres y niñas que, normalmente, son las responsables de dedicar varias horas al día a ir en busca de agua a fuentes de dudosa calidad sanitaria. A cada una de ellas quisiera decirles: GRACIAS.

Feliz Día Mundial del Agua.


Antonio Espinosa de los Monteros es CEO y cofundador de AUARA.

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