Economía

Los ODS, ¿el verdadero oráculo de las empresas?

En un momento clave como el actual, las empresas tienen la oportunidad de aportar valor compartido mirando al mercado no solo como clientes, sino como ciudadanos.

Ilustración

Carla Lucena
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05
enero
2021

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Carla Lucena

La Agenda 2030, con sus Objetivos de Desarrollo Sostenibles (ODS), representa una forma de actuar en el mundo. Una responsabilidad de los gobiernos, de la ciudadanía y también del sector privado. Este nuevo contrato social, que se selló el 25 de septiembre de 2015 por 193 países, se ha convertido en un oráculo para las organizaciones, puesto que ayuda a construir en el presente para un futuro más sostenible, más justo y con más oportunidades. Y, sin duda, es también una verdadera herramienta para definir el diseño de las estrategias que harán cumplir los objetivos de las corporaciones, siempre alineados al contexto y a la evolución social.

Por este motivo, podemos afirmar que una compañía tendrá futuro siempre y cuando nunca pierda su conexión con la sociedad. El devenir del tiempo ha demostrado que la humanidad es cambiante, y también que está más comprometida y más preparada para enfrentarse a las amenazas y a las adversidades. En este contexto móvil y cambiante, si las empresas no están conectadas con el entorno, si no se adaptan a la velocidad a la que interactúa la sociedad y si no se comunican por los mismos canales tecnológicos que usa la ciudadanía, perderán las oportunidades que les brinda la innovación. Se quedarían obsoletas y se desconectarían de una sociedad cada vez más exigente, más crítica y más consumidora de productos y servicios socialmente responsables.

«Si las empresas no están conectadas con el entorno, perderán las oportunidades que les brinda la innovación»

Los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenibles no solo actúan de guía para las empresas, son una gran metodología que, al aplicarla, conduce a una realidad diferente con múltiples ventajas. Imaginemos que una empresa identifica los valores que aportan a la sociedad los ODS y los interioriza en su estrategia de negocio. Y pensemos que el siguiente paso es determinar de qué manera esa aportación social se puede incrementar y se puede mantener en el tiempo. El resultado será una oferta que aporte un retorno con más rentabilidad no sólo económica sino también en términos de bienestar social, es precisamente en ese punto donde el proceso de Transformación Social Competitiva (TSC) juega su papel principal.

Y esto, ¿qué significa? Significa que la oferta de la empresa será competitiva, resiliente, buena para la sociedad, y, sobre todo, significa que la compañía tendrá futuro.

Pongamos un ejemplo. El ODS número 5 se refiere a la igualdad de género. Conocemos que el talento femenino se pierde especialmente en los momentos de crisis. En términos de coste y oportunidad, este hecho resta a la economía. Pero también resta a nuestra economía la interrupción laboral por embarazo, la incorporación tardía de la mujer al trabajo, la discriminación en algunas carreras –especialmente en las STEM– o la falta de corresponsabilidad. Según la Guía de buenas prácticas corporativas para la igualdad de género publicada por ClosinGap, «si se cerrasen tanto la brecha en la tasa de empleo como la brecha en la tasa de parcialidad, el PIB español podría incrementarse en 201.913 millones de euros, lo que se traduciría en un incremento del 16,8% del PIB del año 2018». Por lo tanto, podemos afirmar que trabajar en términos empresariales por la igualdad no solo es una cuestión de justicia o de responsabilidad social. También es una cuestión de eficiencia económica.

Otro ejemplo lo encontramos en el ODS número 12, que se refiere a la producción y consumo responsables. Según un informe de la OCU publicado en febrero de 2019, el 73% de los españoles ya consumen teniendo en cuenta valores éticos o relacionados con la sostenibilidad. Y el 62% piensa que sus decisiones a la hora de consumir pueden «cambiar el mundo».

«El sector privado es el principal agente para una profunda transformación social competitiva»

No hay opción: la transformación social es un hecho. Las organizaciones son personas y se orientan a personas. Por este motivo las empresas humanistas se vuelven más competitivas. Las empresas tienen la oportunidad de aportar valor compartido mirando al mercado no solo como clientes, sino como ciudadanos. Los ODS son el mejor ejemplo para demostrar que puede existir un vínculo mayor entre empresa y personas, y se potencia el orgullo de una organización que invita al consumo; pero no solo por el producto o servicio que ofrece, también por la contribución que hace a la sociedad. Además, actuar desde este punto de vista en un momento como el actual, implica contribuir a cerrar brechas que, con la emergencia sanitaria, económica y social, se pueden ampliar, especialmente las relacionadas con la brecha intergeneracional y la brecha de género.

Hagamos por tanto un ejercicio de reflexión. Pensemos en qué términos aportamos a la sociedad, cómo somos capaces de mantener nuestra competitividad al mismo tiempo que hacemos crecer nuestra compañía y estamos alineados con la agenda de organismos internacionales. Pasemos de tener clientes a activistas de la empresa. El sector privado es el principal agente para una profunda transformación social competitiva. Trabajemos por la empresa que gana cuando la sociedad gana.


(*) Begoña Gómez Fernández es directora de la Cátedra Extraordinaria en Transformación Social Competitiva de la Universidad Complutense de Madrid. 

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