Economía

ODS e inversión de impacto: del propósito a la acción

Las empresas parecen haber acogido los Objetivos de Desarrollo Sostenible como un elemento propio, pero ¿cómo pasar del propósito a la acción sin caer en el ‘greenwashing’ o ‘socialwhasing’?

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08
junio
2020

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A diferencia de lo que sucedió con los Objetivos de Desarrollo del Milenio, desde que en 2015 la ONU fijó los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), el mundo empresarial ha adoptado estos conceptos convirtiéndolos en un código y lenguaje de comunicación propios. Así, la iniciativa privada se identifica como motor del cambio en pro de erigir un mundo mejor. Aspectos clave como el cambio climático, la desigualdad social o la escasez de recursos naturales se reconocen como problemas globales que requieren acciones y soluciones locales. La economía tiene que volver a estar al servicio de las personas generando modelos de negocio responsables con la sociedad. Antes de iniciar una nueva iniciativa de inversión o empresarial con el propósito de crear un mundo mejor es momento de reflexionar, ¿dónde podemos producir un impacto positivo en nuestra sociedad erigiéndonos como actores del cambio?

Este desafío, enmarcado en los 17 ODS, nos permite priorizar y construir las bases del impacto que queremos generar, facilitando el proceso del propósito a la acción. Estos objetivos nos permiten alinear nuestra estrategia de negocio o inversión con un lenguaje común y unas metas tangibles con las que guiar y comunicar el impacto propuesto. Pero ¿cómo pasar del propósito a la acción sin caer en el greenwashing o socialwhasing?

«La economía tiene que volver a estar al servicio de las personas»

Existen directrices claras de información financiera para que los inversores puedan evaluar y comprar el rendimiento financiero de las empresas y fondos. Estándares equivalentes para la evaluación de los resultados sociales y medioambientales siguen estando en desarrollo. No obstante, la oportunidad de poder aportar valor añadido a través de los estándares socialmente responsables cada vez es más frecuente entre los inversores, aunque sigue siendo habitual que muchos de ellos consideren demasiado genéricos estos indicadores, dificultando la elaboración de propuestas de beneficio reales.

Por eso, es esencial materializar los buenos propósitos e intenciones de inversores y empresas. La generación de métricas e indicadores de impacto con base en los ODS pasan a ser imprescindibles para los actores económicos, posibilitando una implementación real, tanto en su estrategia de negocio como en el día a día de su actividad. Pero cuando los objetivos son genéricos para ser adoptados y abrazados por el mayor número posible de países, entidades y actores, ¿cómo se establecen estos propósitos factibles y fiables?

Desde que existen los principios de inversión responsable, respaldados por las Naciones Unidas, varias entidades están divulgando guías de implementación y comunicación. Ejemplo de ello es la iniciativa Positive Impact, lanzada por la ONU hace dos años, o la red GIIN (Global Impact Investing Network), creada para consensuar y desarrollar un sistema de medidas, gestión y optimización del impacto que sean globalmente aceptadas por inversores. El reto está en diseñar métricas ad hoc que aterricen estos marcos globales a las realidades específicas, proyectando factibilidad y credibilidad en la inversión. En este camino es determinante que expertos en inversión socialmente responsable y profesionales medioambientales, sociales y de gobernanza empresarial trabajemos diseñando y determinando las métricas, promoviendo alianzas (alineados al ODS 17) entre organismos públicos y corporaciones para relacionar la experiencia de cada industria con las soluciones que mejor se adapten a cada necesidad de inversión.


María Montero es associate en Arup España.

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