Cambio Climático
«No sabemos cuándo vendrá la próxima ola de frío, pero lo hará»
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COLABORA2021
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La nieve y el hielo han colapsado ciudades y pueblos de todo el centro peninsular. La borrasca Filomena ha conseguido que el 2021 empiece con una de las olas de frío más severas de las últimas décadas. Ante imágenes de mantos blancos que cubren las calles españolas, poco acostumbradas a ello, han resurgido los discursos que cuestionan la emergencia climática. Hablamos con Fernando Valladares, profesor de investigación en el Departamento de Biogeografía y Cambio Global de Museo Nacional de Ciencias Naturales del CSIC, sobre la otra cara del calentamiento del planeta y el cambio climático: las olas de frío.
Diferentes usuarios de las redes sociales –incluso estrellas mediáticas y cargos públicos– cuestionaban de manera más o menos velada o jocosa el cambio climático debido al temporal. ¿Se ha hecho suficiente pedagogía para que los ciudadanos diferencien tiempo y clima?
A juzgar por lo que estamos leyendo y escuchando estos días de frío intenso, la respuesta es, claramente, no. Hace ahora casi catorce años desde que el catedrático de la Facultad de Física de la Universidad de Sevilla José Javier Brey Abalo, más conocido como «el primo de Rajoy», cuestionara el cambio climático al indicar que somos incapaces de predecir el tiempo que hará mañana y, por tanto, aún más incapaces de saber el que hará dentro de veinte o treinta años. Aquello ya demostró la gran confusión que implica asumir tiempo y clima como sinónimos, solo que en aquel entonces aquella confusión llegó a influir ni más ni menos que al mismísimo presidente del Gobierno de España, quien por suerte cambiaría de opinión ocho años más tarde en la crucial cumbre de París sobre cambio climático. Se trata de un caso de banalización de las diferencias entre conceptos sin ser conscientes de que estas no son solo semánticas. La diferencia entre tiempo y clima tiene profundas implicaciones y delicadas consecuencias. En breve, mientras tiempo –atmosférico– alude a unas condiciones meteorológicas concretas en un momento o en un periodo corto y determinado, el clima alude a las condiciones meteorológicas habituales o promedio. Es perfectamente compatible un tiempo seco con un clima húmedo, o un episodio de frío extremo con una situación de calentamiento global como lo que ocurre con el cambio climático y la tormenta Filomena. Más allá de que la diferencia entre tiempo y clima cale entre autoridades y personas destacadas, es importante que la ciudadanía comprenda la diferencia y pueda corregir o censurar al ignorante o al provocador.
«Mucha gente se ha instalado en una ficción que cree real alimentada por bulos y falsedades»
Las olas de calor han aumentado en número e intensidad en los últimos años: desde 1975, en España se han registrado 62 de estos fenómenos y 23 de ellos se han producido en esta última década. Por su parte, las olas de frío son cada vez más intensas. ¿Cómo combinan el frío y los fenómenos meteorológicos extremos y el aumento de la temperatura planetaria?
Hay varios procesos atmosféricos que generan olas de frío en nuestras regiones templadas y muchos de ellos están influidos por el calentamiento global. Por ejemplo, el calentamiento trae consigo un debilitamiento de la corriente en chorro, es decir, esa corriente de aire que se da en la estratosfera, circulando longitudinalmente de oeste a este en el hemisferio norte y que separa las regiones polares de las templadas. Una corriente en chorro más débil favorece la formación de vaguadas o áreas anticiclónicas que se forman debido al ascenso de aire cálido y húmedo. De esta forma, grandes masas de aire frío provenientes del norte entran en contacto con masas de aire cálido y húmedo del sur, y como resultado se tiene una combinación de temperaturas inusualmente bajas y una gran precipitación en forma de lluvia o nieve. Sabemos también que otro proceso relacionado con el cambio climático puede traernos frío: el llamado calentamiento súbito de la estratosfera –como el ocurrido a principios de 2021 y que llevó a que ciertas zonas de la atmósfera a más de 10 kilómetros de altura sobre el polo Norte pasaran de estar a -70ºC (temperatura normal) a -20ºC (anomalía cálida de 50ºC)– generó el movimiento a gran escala de masas de aire muy frío hacia el centro y el sur de Europa. Estos calentamientos súbitos de las capas altas de la atmósfera pueden generar la ruptura del vértice polar y ello suele traer consigo vientos helados en zonas templadas como ya ocurriera en 2012 y 2018, y como podría ocurrir ahora otra vez.
Filomena ha conseguido que el termómetro caiga en toda la península, con ese récord de temperatura mínima de -35,6ºC en Vega de Liordes (León). Sin embargo, en verano, durante una de las olas de calor vividas en nuestro país, la estación de Hondarribia-Malkarroa (aeropuerto de Donosti) alcanzaba el récord de 42,2ºC. ¿Será este el futuro de nuestro país: calor asfixiante en verano y frío siberiano en invierno?
No exactamente, pero sí que tenemos que esperar una mayor variabilidad climática. Los valores extremos e inusuales se harán más frecuentes, viviremos un clima oscilante entre frío y calor, sequía y grandes lluvias o nevadas. La variabilidad afectará no solo a unos años respecto a otros, sino que ocurrirá a escalas de tiempo más cortas, de meses o semanas, con lo que dentro de una estación del año iremos experimentando periodos cada vez más contrastados de temperaturas, vientos y precipitaciones. Esto es lo que trae consigo el cambio climático y no solo un gradual incremento de la temperatura media.
No estábamos preparados porque una tormenta como esta no es habitual. Sin embargo, si el cambio climático traerá un escenario donde serán más probables, ¿hay que incluir el frío extremo en los planes de mitigación de nuestras ciudades, que ya han comenzado a incluir el calor en ellos?
En realidad, tendríamos que hablar de planes de adaptación. Es mucho lo que puede y debe hacerse para lidiar mejor con un clima diferente y cambiante. Lo hemos visto con las olas de calor, que ya no nos afectan tanto a pesar de ser cada vez más intensas, porque estamos mejor preparados. Lo mismo debe ocurrir ante las olas de frío: vendrán olas cada vez más intensas y hay que ir transformando las ciudades, nuestras hábitos e infraestructuras para que no suframos tanto las consecuencias. Por supuesto, en paralelo, hay que poner en práctica todas las medidas posibles para mitigar el cambio climático y reducir emisiones, en esencia. Eso hará que, a largo plazo, los eventos climáticos extremos vuelvan a las frecuencias e intensidades más bajas que caracterizaban las décadas anteriores.
«Viviremos un clima oscilante entre frío y calor, sequía y grandes lluvias o nevadas»
La zona central de la península se ha visto colapsada en cuestión de horas por la nieve. ¿Se podría haber previsto mejor? ¿Cómo pueden enfrentarse las grandes ciudades y pequeños núcleos a futuros fenómenos como Filomena?
Podemos aprender mucho de las zonas como Canadá o Escandinavia, que las sufren con frecuencia todos los años. El diseño de las aceras, la red de transporte, el arbolado urbano, las alternativas de transporte y suministro de bienes, alimentos y materiales, las prácticas domésticas más seguras en condiciones de frío intenso… todo esto requiere de bastante tiempo de programar, planificar, ejecutar y también de explicar y concienciar a la población, por lo que no se puede esperar a una nueva Filomena para empezar. Hay que iniciar cambios ya, pues no sabemos cuándo exactamente vendrá la próxima ola de frío. Sabemos que vendrá, y antes de lo que nos gustaría.
Ya no solamente por el negacionismo climático del que hablábamos antes, las redes incluso han alumbrado conspiraciones sobre que la nieve es, en realidad, plástico. ¿Qué podemos hacer con estas actitudes?
Las redes suponen un gran riesgo de vivir una realidad paralela. Hay mucha gente que se ha instalado en una ficción que cree real y que es alimentada constantemente por bulos y falsedades de todo tipo. Debemos generar un espíritu crítico ante la información, de manera que todos nos planteemos la veracidad y el origen de la que nos llega. Solo podemos hacer dos cosas: contrarrestar la desinformación y los bulos con información veraz y solvente que siempre muestre el origen de la misma; y favorecer una actitud crítica y racional que haga buscar fuentes contrastadas y fiables y que permita descartar la opinión infundada y la información errónea o, incluso, malintencionada.
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