Opinión

Talento divino

¿Es disociable el ser profesional del ser personal? ¿Lleva razón Howard Gardner en su afirmación de que una mala persona no puede ser un buen profesional?

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01
diciembre
2020

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Hace unos años tuve la suerte de compartir mesa y café en Madrid con uno de los grandes filósofos y pedagogos de la actualidad, José Antonio Marina. Se le puede considerar un exponente de la fenomenología española. Ha elaborado una teoría de la inteligencia que comienza en la neurología y concluye en la ética. Además, fue coautor del Libro Blanco sobre la Profesión Docente en 2015 que quedó guardado en un cajón, no se sabe dónde. Para él, el talento «es la inteligencia en acción, la inteligencia triunfante. Se revela en la capacidad para elegir bien las metas, y movilizar los recursos intelectuales y emocionales necesarios para alcanzarlas».

En ese café nos contó un ejemplo de lo que era talento. Él estaba de profesor en un instituto y, entre sus alumnos, tenía uno con unas habilidades sociales increíbles. Era un líder nato al que todo el mundo seguía y con una capacidad de persuasión enorme. Ese chico empezó a relacionarse con un grupo de amigos a los que les gustaba, de vez en cuando, meterse en algún jaleo. Pronto, su alumno, gracias a sus habilidades, se convirtió en el líder del grupo, y los jaleos eran cada vez más frecuentes. Llegó el momento en que a este chico lo detiene la policía e ingresa en prisión por los delitos que había cometido junto con su banda.

José Antonio Marina nos preguntó a los que estábamos en la mesa con él: «¿pensáis que este chico es una persona talentosa? Tiene unas habilidades sociales que lo hacen ser mejor que el resto, una capacidad de liderazgo que sale de lo normal». Todos opinamos y, finalmente, nos dijo que para él no era una persona con talento, ya que la persona talentosa debe tener las capacidades y, además, llevarlas a buen fin, desarrollando el comportamiento ético.

«¿Es acertado el pensamiento de José Antonio Marina que define talento como la suma de capacidad y comportamiento ético?»

Howard Gardner, neurocientífico, autor de la teoría de las inteligencias múltiples, ha llegado a afirmar que «una mala persona no llega a ser nunca un buen profesional». El día 25 de noviembre de 2020 será recordado por ser el día en el que Diego Armando Maradona murió, a sus 60 años. No murió por culpa del coronavirus, sino por su apuesta arriesgada e inconsciente de vivir la vida más allá de los límites permitidos: debemos recordar, que la vida no perdona los excesos. Todas las tertulias hablan del tremendo futbolista que fue, de su «mano de Dios» en el Mundial de México de 1986, de su paso por el Nápoles, por el Barcelona, por el Sevilla,… También comentan su alocada vida fuera de los campos de fútbol, mientras era futbolista y después de retirarse.

Y, en casi todos, es unánime la opinión de que fue un genio, el mejor jugador de la historia, una persona con un talento inimitable, una persona que tiene una iglesia –la iglesia maradoniana–, que su talento no puede valorarse por lo que ocurrió en su vida privada. ¿Es disociable el ser profesional del ser personal? ¿Lleva razón Howard Gardner en su afirmación de que una mala persona no puede ser un buen profesional? ¿Es acertado el pensamiento de José Antonio Marina que define talento como la suma de capacidad y comportamiento ético?

Es un debate sobre el que tenemos que reflexionar y que genera controversia. En esta sociedad actual tenemos muchos casos donde capacidad y comportamiento ético no están asociados, donde el ser profesional dista del ser personal, donde no existe la coherencia entre lo que soy y lo que hago. A lo mejor estamos hablando de un nuevo talento, el talento divino… ¿Tú qué opinas?

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