Cultura

La invención de la bicicleta: cómo tomar impulso desde la crisis

En ‘La invención de la bicicleta’ (Plataforma Editorial), Jordi Nadal anima a repensar nuestra existencia en clave de resiliencia: cuando una crisis como la sanitaria golpea a la sociedad no hay más remedio que adaptarse y transformarse para seguir viviendo.

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09
octubre
2020

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Richard Sennett, un gran sociólogo estadounidense, publicó un libro maravilloso titulado El artesano. Vivir, trabajar y sentir la artesanía en todo aquello a lo que le dediquemos nuestros esfuerzos es tener vocación de hacer un buen trabajo, de tratarlo con mimo y con intensidad a la vez que disfrutamos de lo que hacemos y nos alejamos de los sufrimientos. Es cierto que no es fácil hacer un buen trabajo, pero no lo es menos que es gratificante lograrlo.

La escuela del sufrimiento es una escuela que no es deseable, pero es difícilmente evitable y así, cuando no es eludible, el sufrimiento tiene que ayudarnos a formarnos y a confirmar lo que queremos y hacia dónde queremos ir. Solo así, con muchas ganas, nos moveremos, porque tendremos algo y a alguien que nos empuje a superar la adversidad.

Así pues, debemos detenernos y pensar en lo que queremos (para nosotros, para nuestra familia, para nuestro trabajo, para nuestra empresa o para nuestro país) y determinar el esfuerzo que somos capaces de hacer (y que queremos hacer) para intentar lograrlo. Cuando comprendemos que podemos luchar por aquello que amamos, por personas y por causas nobles, eso nos lleva a ser, en muchos casos, mejores personas. En este sentido, no hay más que hacerse una pregunta a la que todos daremos la misma respuesta: ¿de qué nos sentimos orgullosos: de lo que nos han dado o de lo que hemos conseguido? Conocí a un directivo que decía, con bastante sorna, algo de misantropía y mucha razón: «Es mucho mejor ganar dinero que tenerlo».

«Vivimos en lo que Bauman llama la sociedad líquida»

Sennett ha estudiado a fondo el mundo del trabajo actual y ha confirmado que vivimos en lo que Bauman llama la sociedad líquida. Sennett calculó que, en los Estados Unidos, una persona con estudios universitarios cambiará de media once veces de trabajo y cuatro veces de sector. Por tanto, debemos pensar cómo gobernaremos nuestra vida en un entorno de movilidad constante en el que las oportunidades y los trabajos no son para siempre. El «para siempre» se terminó, y hemos llegado a lo que Time, en su número del 1 al 8 de junio de 2020, denominaba: «As the gig economy grows, its workers’ paychecks shrink», en un artículo que hablaba de que los colaboradores externos aumentan mientras que los salarios de los empleados fijos bajan.

La artesanía es, pues, fundamental en el contexto laboral, como asegura Sennett: «Es posible que el término artesanía sugiera un modo de vida que languideció con el advenimiento de la sociedad industrial, pero eso es engañoso; artesanía designa un impulso humano duradero y básico, el deseo de realizar bien una tarea, sin más. La artesanía abarca una franja mucho más amplia que la correspondiente al trabajo manual especializado».

Me parece significativo que se hable tanto de innovación y tan poco de artesanía. Me hace pensar en aquel catedrático que renunció a su plaza cuando lo represaliaban por temas políticos y dijo: «No hay estética sin ética». Creo que la clave de toda empresa admirable debe ser una combinación entre innovación y artesanía. Me contaron que en un banco había tres niveles de actuación, los tres igual de importantes: lo que manda la ley y el regulador bancario, las normas internas y actuar hacia el cliente como querríamos que fuese tratada la madre o el padre de cualquiera de nuestros empleados.

«Los colaboradores externos aumentan mientras que los salarios de los empleados fijos bajan»

La artesanía es un arte, es una manera de concebir el mundo, lo que me recuerda esa conversación en la que dos discrepaban y uno le decía al otro:

—Oiga, que este argumento no es de orden lógico.

A lo que este respondía así:

—No, señor, es de orden poético, que es de una categoría superior.

Todo trabajo que no busque la excelencia de unir artesanía e innovación será aburrido y, en muchos casos, tendrá poco recorrido.

Con independencia del sector en el que trabajemos, y más allá de nuestras funciones, al margen de si somos propietarios o empleados, y sin importar si trabajamos en el sector público o en el privado, creo que no debemos olvidar la declaración del Coriolano de Shakespeare que sirve tanto para el trabajo como para la vida: «Soy el creador de mí mismo».


Este es un extracto de ‘La invención de la bicicleta. Responder –y servir– desde la adversidad’, de Jordi Nadal (Plataforma Editorial).

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