Cultura

Reflexiones a la sombra de un olivo

En los tiempos que corren, seguramente, lo más honesto y cabal es hacer las cosas trabajando ‘estilo olivar’; es decir, dando frutos sin hacer ostentación de flores.

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18
octubre
2023

En los tiempos que corren no podemos ser –y los políticos menos que nadie– capullos de alhelí, una planta de hoja perenne y flores olorosas con hermosos y variados colores que se cultiva solo para el adorno y el postureo, como ahora sucede con muchos mandamases. Churchill decía que «el problema de nuestra época consiste en que sus hombres (incluyamos hoy a los famosos y a los influencers mercenarios) no quieren ser útiles, sino importantes». Seguramente, lo más honesto, lo cabal, es hacer las cosas sin alharacas, trabajando «estilo olivar»; es decir, dando frutos sin hacer ostentación de flores, sin presumir, sabedores de que el fruto de la oliva, la aceituna, nos procura el aceite que, como decían los clásicos, es «alimento, remedio y luz». Casi nada…

A mí se me ponen los pelos de punta con las mentiras que soportamos/tragamos los sufridos ciudadanos que casi siempre estamos a la intemperie y en época electoral, pre o post, que tanto da. Recordando la novela 1984 de Orwell, revivo las tribulaciones y angustias de Winston, el protagonista, con la tarea a la que se enfrentaba cada día: reescribir y adaptar la historia a un nuevo relato, a una versión «oficial» de los hechos; y reflexiono y me pregunto angustiado si no estamos en los prolegómenos de una sociedad que podría ser parecida a la que Orwell describió, con energía visionaria, en su novela. Tengo dudas sobre si la nueva realidad que nos quieren vender (los políticos y mandamases, y algunos medios, claro) encierra una gran renuncia: desprendernos del pasado con todas sus consecuencias y reescribir el presente según las conveniencias de cada quién . No se qué pasará. La limitación racional del poder y de las ambiciones es siempre una cuestión clave. Es el famoso equilibrio de poderes de la democracia, y los ciudadanos deberíamos ser el fiel de la balanza si no queremos vernos arrastrados al abismo como nos avanzó el filosofo neoyorquino Richard Rorty en 1999: «Tenemos ahora una clase superior global que toma todas las grandes decisiones económicas y lo hace con total independencia de los parlamentos y, con mayor motivo, de la voluntad de los votantes de cualquier país».

«Tengo dudas sobre si la nueva realidad que nos quieren vender encierra una gran renuncia: desprendernos del pasado y reescribir el presente»

Mucho más cuando hemos entrado –en feliz definición de Antonio Muñoz Molina– en la era de la vileza: «Aquella en la que habrán desaparecido todos los límites a la manipulación y a la mentira, y en los que la calumnia se difundirá con la desenvoltura de una sonrisa publicitaria y con la eficiencia multiplicadora del estercolero inmundo de la prensa sin escrúpulos y de las redes sociales». El fácil acceso a las redes «fecales» hace creer a los ciudadanos que están bien informados, despreciando y relegando los canales de comunicación tradicionales. La inmediatez que permiten las redes transmite información sin contrastar, sin elaborar y sin asumir responsabilidad alguna. Las redes sociales no son periodismo, y hay que denunciarlo alto y claro, aunque los medios las utilicen para difundir noticias exclusivas o urgentes que siempre deberian verificarse. Lo que debemos rechazar con fuerza es el mal uso de las redes; que se utilicen para difundir bulos, informaciones falsas o tergiversadas que, en general, responden a intereses espurios o al simple jugueteo que permite a millones de usuarios sentirse informadores o, sin más, insultar.

Frente a las presiones de los poderes fácticos y de los políticos sin escrúpulos , frente a los intentos de frenar investigaciones periodísticas o de las campañas orquestadas a través de las redes sociales buscando el desprestigio, se impone el periodismo con mayúsculas, la información veraz, comprendida, contrastada y, en estos tiempos, contextualizada; rigurosa y ajustada a los códigos deontológicos, refractaria a los bulos y a la posverdad que circulan por las redes sociales y que, está claro, en su mayor parte responden a estrategias premeditadas. La desinformación se ha convertido en uno de los males con los que se enfrenta el periodismo en estos tiempos de convulsión política en los que la polarización amenaza con desestabilizar las instituciones y socavar la democracia. Trump, por ejemplo, no ceja en el empeño y en España tiene no pocos seguidores.

Los medios deben tener una mirada crítica –como nos enseñó Montaigne– con lo que esta pasando a su alrededor, ser incisivos con los gobernantes y disciplinados con la información que se ofrece. Es decir, conocida la información, comprender lo que pasa y por qué pasa, verificarla y saber contarlo. Los medios, el cuarto poder, son los intermediarios entre los hechos y el ciudadano, y deben buscar su complicidad. Solo fortaleciendo la independencia y el control crítico de los poderes con una información fiable que permita forjar la opinión de los ciudadanos se recuperará la confianza.

Hay que reflexionar cada día sobre la ética y la prensa, que debe ser un instrumento al servicio de la razón. Y, por tanto, del bien, la verdad y la objetividad. Todo eso está siendo desplazado por la mentira, por las visiones interesadas, por las fakes, y por el peligro de las redes sociales que funcionan como un mecanismo incontrolado, donde el conocimiento y el razonamiento se arrasan, y donde dominan las pasiones, los afanes espurios e irracionales, los intentos de dominación, propaganda y falta de sensatez y reflexión.

«Plutarco aconsejaba que el gobernante debe conseguir primero el dominio de sí mismo, dirigir rectamente su alma y conformar su carácter»

Acerca del poder, Plutarco aconsejaba que el gobernante debe conseguir primero el dominio sobre sí mismo, dirigir rectamente su alma y conformar su carácter porque… «uno que está caído no puede enderezar a otros ni, si es ignorante, enseñar ni, si es desordenado, ordenar, o, si es indisciplinado, imponer disciplina, o gobernar, si no está bajo ninguna norma. Pero la mayoría cree neciamente que la primera ventaja de gobernar es el no ser gobernado».

Nos debemos respeto a nosotros mismos y, todos, especialmente los dirigentes, a la dignidad, a la razón y a la verdad, porque ninguna de ellas son ideologías sino condiciones necesarias de una sociedad que quiere ser decente sin mentir y sin manipular. Y, ahora, cuando nos dicen que la tecnología y la inteligencia artificial, racional o irracional, están en trance de arruinarnos y asfixiar nuestra libertad personal y nuestros derechos, conviene recordar la common decency, aquel concepto que nos regaló Orwell: la decencia común, la infraestructura moral básica que necesita cualquier sociedad que quiera ser organizada, justa y equitativa, y proclame el derecho y la necesidad de ser responsables si queremos permanecer libres. Y eso es ser también éticos.


Extracto del libro ‘Estilo Olivar y otros asuntos. Reflexiones‘, editado por DIDACBOOK en octubre de 2023. Un compendio de reflexiones y breves ensayos sobre lo que ocurre en el mundo actual escritos con visión ética y honestidad intelectual por Juan José Almagro.

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