Educación

¿Qué han hecho las escuelas públicas y privadas ante la pandemia?

Los diferentes centros educativos de España han tenido que adaptarse a la nueva realidad a velocidades vertiginosas.

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14
septiembre
2020

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Hace ya una semana que en comunidades autónomas como Madrid, Aragón o Cantabria se inició un nuevo curso escolar marcado por una gran incertidumbre sobre cómo gestionar de manera segura y eficiente el regreso a las aulas. Todavía hoy algunas regiones se encuentra a la espera de iniciar la vuelta al cole. Sin embargo, docentes y familias temen que haya escuelas que no lleguen a abrirse o que, incluso, las ya abiertas, acaben por cerrar ante la oleada de nuevos casos de positivos que se han registrado en las últimas semanas. Esto, para expertos como Federico Mayor Zaragoza, profesor y ex director general de la Unesco, sería un desastre absoluto: «la educación es fundamental para crear ciudadanos libres y responsables y, por eso, es necesario que los maestros sigan enseñando, pero no solo inglés o matemáticas, sino también valores, y eso requiere de presencialidad», sostiene. Un punto de vista que se alinea con el de Naciones Unidas y la Organización Mundial de la Salud, que defienden que los colegios e institutos deben permanecer abiertos –siguiendo todas las medidas de prevención– para garantizar el derecho a la educación al conjunto de la población. Pero esto supone un gran reto para los centros educativos que, a contrarreloj, han tenido que reorganizarse. Y cada tipo de escuela lo ha hecho a su manera.

Según exponen tanto Mayor Zaragoza como la Fad, fundación sin ánimo de lucro que fomenta el desarrollo personal y social de jóvenes, a pesar de los recortes en recursos y profesorado que ha sufrido la educación pública en la última década, la escuela pública es un ejemplo de adaptación acelerada y eficaz a la nueva realidad: las clases se han desdoblado para reducir la ratio profesor-alumno, se han creado grupos burbuja y se han introducido herramientas digitales para, en algunos niveles educativos, apostar por un sistema que combine presencialidad y educación telemática. Por su parte, los centros privados tampoco se quedan atrás: según la Asociación de Colegios Privados e Independientes (CICAE), estos llevan meses digitalizándose e «invirtiendo los recursos necesarios para que el regreso a las aulas se produzca con todas las garantías». Incluso, recuerdan desde CICAE, se ha apostado por tecnología que posibilita la educación de los alumnos en cualquier escenario, como la instalación de cámaras 360º y dispositivos de toma de temperatura, o el refuerzo de recursos digitales que permiten la educación presencial, híbrida u online».

Vanessa de la Cruz: «Se necesita un cambio de chip en los centros escolars, en los docentes y en las familias»

Sin embargo, para Vanessa de la Cruz, coordinadora del programa Educación Conectada de la Fad estos esfuerzos no son suficientes. «Para adaptarnos a la situación actual se necesita un cambio de chip en los centros escolares, en los docentes y en las familias; hay que pensar en otras formas de hacer educación, de relacionarnos y de convivir, que no tienen que ser mejores ni peores, sino diferentes», asegura. Y para ello es necesario el esfuerzo del equipo docente.

Para Mayor Zaragoza, el músculo de un sistema educativo son sus educadores y «debemos confiar en la gran capacidad que tienen la mayoría de maestros y profesores de nuestro país». Por tanto, la implicación de los docentes es primordial para que la educación no se quede solo en la capacitación y ofrezca a los adultos del mañana las herramientas que necesitarán en sus vidas. A finales del curso anterior, los padres ya pudieron comprobar cómo los educadores aprendían, a marchas forzadas, a utilizar nuevas plataformas educativas para poder continuar con sus clases. Sin embargo, según defienden numerosos padres y expertos, este no es el sistema ideal.

Aida González Cadavieco es madre de un niño que está a punto de comenzar segundo de primaria en el Colegio Público Melchor Gaspar de Jovellanos de Gijón (Asturias). En primavera, cuando se suspendieron las clases, se dio cuenta de la diferencia que suponía que el equipo docente del centro se involucrase para que los pequeños siguiesen aprendiendo. «Tanto la directora como una de las maestras de primaria intentaban que las clases se adaptasen a la situación: crearon blogs con ejercicios interactivos, vídeos con explicaciones que había que replicar en casa con juguetes… e intentaban que los niños se divirtiesen y que no fuese estar delante de una pantalla sin más. Eso ayuda mucho», explica. Su situación, en cambio, contrasta notablemente con la de su hermana pequeña, estudiante de ESO en un instituto de la misma ciudad: «Solo le mandaban ejercicios para hacer cada dos semanas y no tenían siquiera clases online. Algunos profesores hasta dejaron de dar señales de vida», se queja.

Gema Pinel: «Aunque tenían clases online todos los días, los padres teníamos que estar pendientes»

Fue precisamente en primavera cuando las familias pudieron comprobar hasta qué punto el colegio de sus hijos se había subido (o no) al barco de la digitalización. Gema Pinel, madre de un niño de tercero de primaria y de una niña de infantil que asisten a un colegio privado de Madrid, reconoce que «el final de curso fue un poco agobiante porque, aunque tenían clases online todos los días, los padres teníamos que estar pendientes, sobre todo con la pequeña. Aunque con esta modalidad aprenden independencia y responsabilidad, es complicado para ellos estar delante de la pantalla conectados tanto rato sin distraerse», apunta.

Los ejemplos de González Cadavieco y Pinel son solo dos de muchos: hay tantos como centros educativos. Mientras unos centros educativos optaron por acabar el curso pasado con clases telemáticas que se asemejaban a las presenciales, otros apostaron por comunicarse con sus alumnos a través de blogs y recursos interactivos creados por los profesores. Más allá de las plataformas que las consejerías de Educación de cada comunidad autónoma pusieron a disposición de los profesores, desde la escuela pública se apostó por interacciones que no siempre eran en tiempo real.  Vídeos, blogs, fichas y correos electrónicos son solo algunos ejemplos. En la escuela privada, en cambio, muchas veces se fomentó el uso de plataformas propias en las que se podía interactuar en tiempo real. Todos esos recursos tecnológicos están ya ahí, preparados para seguir utilizándose en el nuevo curso que, por el momento, es presencial.

La digitalización ha llegado para quedarse

Un ejemplo de liderazgo en la transformación digital es el del Colegio Internacional de Sevilla-San Francisco de Paula, un centro privado donde han apostado radicalmente por la educación online: en marzo crearon un programa con varias conexiones de entre 20 y 30 minutos diarias en las que el profesor se conectaba con sus alumnos. «El resultado fue tan exitoso que aquellas familias que puedan y quieran tienen la opción de continuar desde casa en este nuevo curso», explica Julio Peinado Ferrand, jefe del departamento de Artes Plásticas y Tecnología y uno de los coordinadores del plan de contingencia COVID-19 del centro andaluz.

En el instituto público Pare Vitoria de Alcoy, ese súbito cambio al medio digital tampoco les pilló desprevenidos gracias a que ya habían implantado un programa de trabajo con tablets. «Ahora, si tuviésemos que volver a las clases online, tendríamos una capacidad de adaptación mucho más rápida, porque ya sabemos de qué herramientas disponemos y cómo usarlas», reconoce su director y secretario de la Federación de Asociaciones de Directivos de Centros Educativos Públicos (FEDADi), Toni González. Aunque, reconoce, la experiencia no ha sido tan fácil para todos los centros. «Todo depende del nivel de digitalización que tuviese el instituto antes», sostiene. Aun así, nos encontramos en medio de una revolución digital, acelerada por la pandemia, que impide renunciar al uso de las nuevas tecnologías. «Tarde o temprano todos nos tendremos que adaptar a estas nuevas herramientas formativas que, además, deberían comenzar a estar presentes en las clases presenciales», matiza.

Toni González: «Las nuevas tecnologías están aquí para quedarse y todos nos tenemos que adaptar»

Para ello, como recuerda De la Cruz, esto pasa porque cada centro escolar haga su propio plan digital adaptado a sus necesidades y que, los docentes y el alumnado evalúe su nivel real en competencia digital. Además, señala la experta,  las metodologías tradicionales deberían ir sustituyéndose por metodologías activas que se adecuen a la situación personal de cada familia. Esta transformación digital trae consigo también ciertos riesgos. «La digitalización y las clases online no pueden significar ahorrarnos profesores: nunca habrá ningún sistema digital que pueda sustituir la presencia de un maestro», alerta Mayor Zaragoza.  Y lo cierto es que, una de las principales preocupaciones que existe es que esta aceleración de la digitalización acabe por aumentar las desigualdades sociales. «Lo que se vivió a finales del curso pasado ya no es válido: no hay lugar para la improvisación. La brecha digital, la cultural y la social deben tenerse en cuenta, sobre todo si se vuelve a poner en cuarentena a los colegios», subraya Leticia Cardenal, presidenta de la Confederación Española de Asociaciones de Padres y Madres del Alumnado (CEAPA).

Creatividad para la vuelta al cole

Entradas y salidas escalonadas, veinte alumnos por clase, metro y medio de distancia, mascarilla e higiene de manos constante. Esas son las indicaciones del ministerio de Educación, avaladas por el de Sanidad y la Organización Mundial de la Salud. Además des esta fórmula, los educadores necesitarán en las próximas semanas cierta creatividad para afrontar los problemas que surjan de improvisto. «Organizando la vuelta al cole nos dimos cuenta de que si los alumnos se comían el bocadillo en el recreo, tendríamos a mil personas sin mascarilla a la vez. Si se lo comían en clase, pasaba más de lo mismo. Para solucionarlo, diseñé en el taller de Tecnología unas mamparas individuales que tendrán en clase y las colocarán en la mesa para comer. Así se pueden quitar la mascarilla», explica Peinado Ferrand.

Por su parte,  las escuelas de la Fundación Trilema han decidido hacer la vuelta al cole más divertida para los niños creando mascarillas personalizadas para cada curso. Los alumnos tienen que elegir la mascarillas del color correspondiente al día de la semana para que así sea más sencillo, por ejemplo, identificar a los grupos burbuja y garantizar que se cambian la mascarilla regularmente.

Sin duda, la vuelta a las aulas no está siendo lo mismo este año. Las familias lo reconocen: «Lo que tenemos son normas escritas que se han llevado a cabo solo en algunos lugares y durante muy poco tiempo. En realidad, no sabemos si todas van a funcionar o no… esa es la inquietud, el ver qué pasará», dice Pinel. Pero, para desarrollarse correctamente, al final del día, lo que los niños necesitan es, como explica González Cadavieco, estar con sus amigos y que un profesor les guíe. «No podemos aislarlos, todos tenemos que aprender a vivir con el virus», concluye.

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