Educación

‘Homeschooling’: ¿cómo funciona en España?

La experiencia de la cuarentena con los más pequeños ha llevado a muchas familias a interesarse por este modelo alternativo de educación en el nuevo curso.

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11
septiembre
2020

Elisa tiene nueve años y nunca ha ido a la escuela. Su clase es su casa y su aprendizaje depende de lo que le genere curiosidad. Ella es una de los más de 2.000 niños que actualmente practican el homeschooling en nuestro país, una opción educativa no reglada por la ley en la que las familias prefieren formar a sus pequeños en casa, tomando un papel activo en su currículo escolar y en su forma de aprendizaje. «Cuando llegó el momento de que se matriculara en el cole ella tenía solo dos años y en ese momento estábamos muy a gusto, practicando una crianza consciente muy cercana, así que tomamos la decisión de no matricularla», apunta Sara García, su madre.

Los domingos Elisa le cuenta a sus padres qué es lo que quiere aprender durante la siguiente semana. Es ella la que decide si prefiere estudiar las multiplicaciones o dedicar unos cuantos días a la astronomía. «Hace poco me pidió saber más sobre el sistema endocrino, así que hablé con una amiga médico que me pasó sus apuntes y le preparé un pequeño proyecto para estudiarlo», cuenta Sara. «Otro día le enseñé con juegos a aprender sobre las multiplicaciones y hace poco quiso saber más sobre astronomía, así que hablé con una persona muy aficionada que vino a enseñarle sobre el tema. No diferenciamos la vida del aprendizaje, sino que desde que te levantas ya estás aprendiendo cosas».

Tras el confinamiento, muchas familias han empezado a interesarse por esta modalidad de educación popular en EE.UU.

Hace apenas tres semanas la organización conservadora Hazte Oír lanzó una campaña de firmas para solicitar a la Ministra de Educación, Isabel Ceelá, la legalización del homeschooling, «una alternativa al colegio, especialmente eficaz en tiempos de pandemia, para los padres que libremente quieran optar por ella», sostenían desde la organización. La petición, con más de 1.100 firmas registradas, argumenta que «con la educación en casa ganamos todos: los niños que se quedan y también los que acuden al colegio, ya que, por razones obvias, estará menos masificado. Es una solución inmediata para evitar que los padres tengan que elegir entre la educación o la salud de sus hijos».

El pasado 4 de septiembre, una guardería de Benacazón (Sevilla) se vio obligada a cerrar nada más arrancar el curso tras el positivo de su directora. El pasado 9 de septiembre, otra escuela infantil de la provincia también cerró por el positivo de un niño. Además del miedo a nuevos contagios, la experiencia de la cuarentena con los más pequeños ha llevado a muchas familias a interesarse por esta modalidad alternativa de educación y a querer seguir los pasos de Estados Unidos, cuna del homeschooling, donde se han multiplicado las peticiones de educación en casa tras el confinamiento.

Lo que pasó en marzo no es homeschooling

El homeschooling no es algo nuevo. De hecho, la Asociación por la Educación Libre (ALE), referente en nuestro país, ha cumplido hace poco los 18 años con más de 400 familias socias. «Lo que ha hecho el confinamiento ha sido encerrar a los niños, no promover la educación en casa», apunta Alejandro Muñoz, padre homeschooler y vicepresidente de ALE, que reconoce haber notado una alta demanda de nuevos socios durante los últimos meses. Por ello, hay familias como la de Elisa que interpretan que el mensaje que se está difundiendo sobre el homeschooling no casa con los principios de este tipo de educación. «Somos padres que hemos sopesado muchísimo la decisión, que sabemos lo que hacemos; no se trata de ponerle un vídeo a mi hija o tomar unas clases online», apunta Sara. «La gente que ahora mismo está acercándose no son realmente homeschoolers, es solo que tienen miedo y se agarran a algo. Si cuando acabe la pandemia vuelven al colegio, eso no habrá sido educación en casa».

En España, La Ley Orgánica de Educación establece que todos los niños deben estar escolarizados obligatoriamente

Mientras que la enseñanza en casa es una opción completamente legalizada en países como Estados Unidos o Canadá con un alto porcentaje de seguidores y algunos países europeos como Francia o Reino Unido también lo contemplan, en España, La Ley Orgánica de Educación establece que todos los niños y niñas deben estar escolarizados obligatoriamente de los 6 a los 16 años en un centro homologado por el estado. En otras palabras: no hay cabida a cualquier otro tipo de educación que no sea en un centro educativo, por lo que cada familia que decide hacerse homeschooler -bien desde el inicio de la vida escolar (3 años) o más tarde- se arriesga a una visita de los Servicios Sociales, que puede terminar en la Fiscalía de Menores.

No obstante, la Constitución Española reconoce la libertad de enseñanza (art. 27.1) y se garantiza el derecho de los padres y madres para que sus pequeños reciban la formación que esté de acuerdo con sus propias convicciones (art. 27.3), así que tampoco existe una legislación que indique explícitamente la prohibición de educar en casa. Esa alegalidad es precisamente el clavo ardiendo al que se agarran las familias que deciden practicar el homeschooling, a pesar de que en 2010 una sentencia del Tribunal Constitucional determinara que los padres no tienen libertad para elegir una educación ajena al sistema de escolarización.

«No estamos en contra de la escuela pero creemos que el sistema se debe adaptar a cada alumno y no al revés. Hay muchos niños que van a estar fenomenal en las escuelas, pero creo que cada niño y niña se adapta mejor a unas cosas u a otras», apunta Muñoz. «Siempre se nos mete en el mismo grupo que el de los menores que entran dentro del absentismo y no es el caso de nuestras familias, que toman una decisión consciente de educar en casa y dedican gran parte de su tiempo a ello».

«Ahora con la pandemia parecemos una solución estupenda, pero hemos sido estigmatizados durante años», lamenta la madre de Elisa, que dedicó durante siete años su vida a la educación de la niña. «Hemos sacrificado mucho para poder aplicar esta educación». Y añade: «A mí nunca me han contactado los Servicios Sociales y en la zona en la que vivimos (un pueblo costero de Valencia) mi hija siempre ha estado perfectamente acogida». Ahora se ha reincorporado a la vida laboral como autónoma trabajando desde casa, con Elisa al lado haciendo sus tareas. Sin embargo, asegura que hay días en los que se queda hasta altas horas de la madrugada investigando sobre juegos, películas o proyectos alternativos para permitir que su hija siga aprendiendo: «Ella tiene todos los días la posibilidad de ir al colegio cuando quiera, pero el feedback negativo que le dan sus amigos cuando vuelven de clase no hace que tenga ningún interés de momento».

Desde ALE apuntan que las familias intervenidas por la Administración representan una minoría dentro del colectivo, pero recomiendan contactar con familias de la misma comunidad autónoma para conocer la información más actualizada, ya que el grado de actuación de la Administración varía de una zona a otra. En el País Vasco y Cantabria, por ejemplo, se ha aprobado el llamado Decreto Balora, un instrumento utilizado por los Servicios Sociales que abre la veda a facilitar esta educación, ya que permite cerrar expediente una vez los técnicos comprueben que esta opción educativa es una elección meditada y responsable y que se está proporcionando una educación adecuada. Muñoz calcula que el 90% de dudas que reciben en la asociación son legales. «Luego hay solicitudes de apoyo porque muchas veces podemos pensar que la decisión que hemos tomado puede que no sea la correcta o no sabemos por dónde empezar».

La pedagogía, el principal motivo por el que educar en casa

La mayor parte de las familias españolas que practican el homeschooling lo hacen por motivos pedagógicos. Así lo confirma la investigación del pedagogo Carlos Cabo, que demuestra que la mitad de las familias encuestadas (más de un centenar) desescolarizaron a sus hijos por no comulgar con el esquema educativo tradicional, mientras que un 17% decidieron hacerlo preocupados por el desarrollo socio afectivo del menor, bien por un ambiente escolar negativo (bullying) o por considerar que sus necesidades especiales no estaban atendidas. A estos factores se suman también, según la investigación L’èducation à domicile au Québec de Christine Brabant, la voluntad de enriquecer la educación de sus hijos, la transmisión de valores religiosos o morales, la inadecuación entre la oferta escolar y las características del niño y el deseo de vivir un proyecto educativo familiar.

Los ingresos mensuales medios de las familias ‘homeschoolers’ en España rondan los 2.300 y 3.000 euros

Lo cierto es que el homeschooling además de materiales requiere también recursos económicos. Según la investigación de Cabo, los ingresos mensuales medios de las familias homeschoolers en España rondan los 2.300 y 3.000 euros o, como poco, los 1.600. Además, es un fenómeno feminizado en el que las madres tienden a no tener ningún régimen laboral (un 43% de mujeres frente al 5% de hombres) y se dedican íntegramente a la educación de sus hijos mientras que los padres son asalariados (41% frente al 14% de mujeres) y solo pueden dedicar parte de su tiempo al desarrollo educativo de los pequeños.

No existe un único tipo de educación en casa. Depende de cada familia. La de Elisa, por ejemplo, es unschooler, corriente en la que los niños no siguen ningún currículo específico. También existe la flexischool, que implica compatibilizar educación en casa con la educación en el colegio, poco practicada en España porque requiere del permiso del centro. Y dentro del homeschooling que sigue un currículo concreto, existen diversos subtipos dependiendo de la pedagogía que se siga (tradicional, Montessori, método Waldorf…). Además de numerosas páginas webs relacionadas con todo tipo de temas, el homeschooling también tiene su nicho en Youtube, donde caras ya conocidas como Laura Mascaró o Alex KIM tratan continuamente el tema desde su experiencia personal.

A la hora de acceder a títulos superiores pueden optar bien por escolarizarse para el bachillerato, obtener el graduado oficial en ESO al cumplir la mayoría de edad, hacer las pruebas de acceso para la Formación Profesional o prepararse las titulaciones de idiomas necesarias (TOEFL o IGCSE) para acceder a universidades británicas o estadounidenses.

¿Y estarán lo suficientemente preparados para entonces? «Los niños y niñas van a acabar teniendo interés por todo lo que necesitan porque son actividades que utilizamos en la vida diaria. Por ejemplo, mi hija de cinco años ha aprendido a sumar y restar porque se ha interesado ya por ello», explica el vicepresidente de ALE. «La cuestión es tener en cuenta siempre las necesidades del niño y actuar en consecuencia», matiza. La asociación, más allá de asesoramiento legal, ofrece a sus socios -por una tarifa de 50 euros al año- apoyo continuo, encuentros con otras familias y materiales para profundizar en el aprendizaje.

También existen algunas organizaciones que operan en España y prometen títulos aprobados por escuelas a distancia estadounidenses para abrir las puertas del futuro a los pequeños homeschoolers además de ofrecer un currículo educativo específico y el seguimiento de profesionales de la pedagogía. Es el caso de ConClara School, que al finalizar el grado 12 (equivalente estadounidense al 2º de bachillerato de nuestro sistema) entrega al alumno un certificado firmado por un Administrador Educativo de Michigan. El precio de todo el ciclo educativo desde casa asesorado por esta escuela online es de 11.460 euros, una cifra muy similar a la que ofrece Epysteme, una asociación que colabora con la escuela californiana Orange School (11.460 euros). No obstante, Muñoz advierte: «No supone ninguna garantía de cara a la Administración española, pueden investigar igual a la familia».

La socialización, eterna duda

La posibilidad de socialización es la que pone en entredicho en numerosas ocasiones al homeschooling frente al sistema educativo tradicional. Los detractores del homeschooling alegan que un niño no puede desarrollarse en casa emocionalmente de la misma manera que un alumno tradicional. Tanto es así que numerosos investigadores han dedicado meses a analizar en qué grado socializan los pequeños homeschoolers con otros niños al no tener a diario un lugar concreto con el que trabajar en grupo como ocurre en los colegios. El psicólogo Esta Rapaport estudió durante cinco días a un grupo de niños educados en casa con déficit de atención e hiperactividad y descubrió que la mayor parte de las habilidades sociales las aprendieron a lo largo del día, y no en momentos concretos, gracias a la relación con sus padres. En otro estudio Richard G. Medin concluye que los padres guardan cierta ventaja de socialización en comparación con profesores, compañeros e instituciones culturales al conocer mejor las necesidades emocionales directas de sus hijos, siendo «más probable alcanzar una socialización efectiva en el contexto de una relación segura y de apoyo».

Las familias entienden que la socialización no se lleva a cabo solo en las aulas, «sino en el resto de actividades de la vida», sugiere Muñóz y añade: «Es como si dijéramos que los adultos solo socializamos en nuestro trabajo». Las clases particulares, los niños que viven en el mismo bloque de edificios, el parque y los encuentros con otros homeschoolers les permite socializar igual que al resto de niños y niñas. Sin embargo, gran parte de los psicólogos creen que no es suficiente para el desarrollo afectivo, esencial en el futuro del menor. «El homeschooling tiene algunas ventajas, como que el niño pueda ir a su propio ritmo, que su aprendizaje se ajuste a sus necesidades especiales o que la familia se pueda ahorrar una gran cantidad de dinero en uniformes y desplazamientos», apunta el psicólogo Luis Ángel Romero.

«Existen organizaciones que prometen títulos aprobados por escuelas a distancia estadounidenses»

«En el aprendizaje educativo reglado hay, sin embargo, una importante parte de desarrollo afectivo porque aprenden a colaborar y a competir, herramientas cada vez más esenciales en una sociedad cada vez más exigente. Eso es mucho más fácil desarrollarlo pedagógicamente en la escuela que en casa», apunta. Romero explica que el desarrollo afectivo, aunque continúa evolucionado en otras edades, se formaliza a los 24 meses de edad. Esa etapa es fundamental para crear un vínculo seguro y el mejor entorno para hacerlo es el familiar. «Pero eso no quita que ese vínculo no pueda crearse en la escuela. Todas las emociones básicas las desarrollamos por imitación, por lo que cuantas más personas tengo a mi alrededor, mayor cantidad de estímulos para cada una», advierte. «La familia es necesaria en los primeros años de vida pero creo que la escuela le da a los estímulos ese plus de diversidad».

La inteligencia emocional se desarrolla con el conocimiento propio y ajeno de las emociones, su comprensión y su regulación. Una tarde en el parque, ejemplifica Romero, es socialización en forma de juego. «Cuando vas al colegio en infantil tienes juego y tienes normas, por lo que aprendes a regular emociones como la frustración, propia de edades muy tempranas», añade. «Al final, la cuestión es cómo vivir en esta sociedad y adaptarnos para desarrollarnos como personas dentro de ella y creo que eso es mucho más sencillo desde la instrucción normalizada: un empujón entre niños de tres años es más una forma de conocerse y querer jugar, pero si ese niño a los 14 años no ha vivido previamente algo así, no sabrá interpretar correctamente lo que está pasando».

No obstante, Romero comprende que el sistema educativo español tiene muchos aspectos que mejorar, especialmente en la atención a niños con necesidades especiales. «Todos los recursos son mejorables y en la falta de atención a niños con necesidades especiales los homeschoolers llevan razón. Si en el centro hay un niño con dislexia y no se le puede proporcionar el refuerzo adecuado, no se puede hacer mucho. Pero es importante tener en cuenta que un niño con dislexia puede no estar recibiendo el refuerzo que necesita en casa porque hace falta formación para mejorar la lectoescritura», explica.

En los días que quedan por venir y dependiendo de los nuevos contagios que se registren, el homeschooling seguirá debatiéndose a diario. Sara, la madre de Elisa, insiste en que este es un trabajo de 24 horas, siete días a la semana, que no consiste únicamente en sentar al pequeño a hacer fichas. Como todo, requiere un sacrificio y una adaptación. «Creamos lo que buscamos», apunta. «Y mi vida ha girado siempre en torno a ella (Elisa)», concluye.

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