Medio Ambiente

Cambio climático y religiones: una oración por el planeta

Sin importar los nombres de las deidades que se veneren, cuatro representantes de las principales religiones coinciden en que todas ellas tienen algo en común: la Tierra es un nexo entre lo divino y lo humano que todos debemos proteger. Todos ellos señalan un papel que podría ser clave en la lucha contra el calentamiento global.

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18
diciembre
2019

«Somos más populares que Jesús». Con este controvertido comentario sobre los Beatles, John Lennon sembraba la polémica en 1966. Más de cincuenta años después, se puede decir que el grupo británico sigue en un puesto alto en la clasificación, pero –a pesar de que más de mil millones de personas confiesen no creer en ningún dios– la religión sigue siendo una parte importante en la vida de gran parte de la población: 2.100 millones de personas se consideran cristianas, 1.300 millones musulmanas, y 900 millones hinduistas. Así hasta las 4.200 religiones, cultos o sectas que existen según la plataforma Adherents, que contabiliza las distintas creencias y cultos del mundo.

Ya puede llamarse Dios, Alá, Yahveh, Ganesha o de cualquier otra manera. Sin importar los nombres de las deidades que se veneren, todos los credos tienen algo en común: la Tierra y lo que de ella se desprende es un nexo entre lo divino y lo humano. «Ante el reto medioambiental, la religión puede tener un rol fundamental por su papel educativo y transformador», explicaba Abdelaziz Hammaoui, miembro de la Junta Islámica de Melilla, en una jornada organizada por la Universidad Pontificia de Comillas durante la COP25. La charla giró en torno a cómo las comunidades religiosas podrían ser elementos que propicien los cambios sociales y culturales necesarios para llevar a cabo una transición ecológica que haga frente a la emergencia climática. Jaime Tatay Nieto, teólogo, jesuita y profesor de ICADE, recordaba que el problema de las reuniones de alto nivel –como las que tuvieron lugar en la cumbre del clima– radica en que «pensamos en función de nuestros intereses nacionales, motivo principal por el que se bloquean las negociaciones. No nos damos cuenta de que, desde un punto de vista religioso, todos compartimos, a nivel mundial, las mismas ideas básicas».

Jaime Tatay Nieto: «Desde un punto de vista religioso, todos compartimos las mismas ideas básicas»

Conceptos como el de solidaridad, caridad, justicia social, sobriedad o respeto por todos los seres que nos rodean son comunes a todas las creencias, aunque en algunas espiritualidades tienen mayor presencia. «Quizá por su antigüedad, el hinduismo suele considerarse una forma de vida extremadamente ecológica», aseguró Juan Carlos Chellaram, representante de la Federación Hindú de España. Las partes de su credo referentes a la naturaleza beben del Rigveda –surgido en el territorio que ahora ocupa Pakistán entre el 1400 y el 1100 a.C.–, uno de los textos más antiguos que se conocen en lengua indoeuropea. «Por tener poder o, como se suele decir, ser más inteligente, el ser humano no tiene derecho a explotar al resto de los seres: el planeta es la gran creación y, por eso, en los escritos encontramos mantras que hablan de la protección de la madre Tierra y en los que los ríos se consideran divinidades o personalidades que debemos cuidar y proteger», comentaba el experto. Paradójicamente, el país en el que nació esta religión, y donde se profesa mayoritariamente el hinduismo, también acoge las ciudades más contaminadas del planeta: «Se han perdido las enseñanzas ancestrales en pro de una industrialización voraz. Aunque ese no es el único problema: es importante educar a la sociedad desde lo más elemental en la escuela para que no se den contradicciones. La educación ambiental tiene que ir de la mano de las enseñanzas religiosas para que no te digan que, como el Ganges es un río sagrado y purificador, es imposible contaminarlo con una botella o unas cenizas», puntualizó.

Los textos de la tradición judeocristiana también guardan una esencia en la que se perfila el cuidado del medio ambiente: «Dios le dice a Abraham: “Trabaja la tierra y cuídala”, pero también nos da instrucciones claras para que no vayamos en contra del planeta por su condición divina. Además, el judaísmo nos dice que no podemos trabajarla de continuo, sino que hay dejarla descansar para no agotar sus recursos, de ahí viene nuestro día sagrado, el Sabbath», explicó Raphael Benatar, miembro del Centro de Estudios Judeocristianos. De hecho, la cábala judía ya reflejaba en los siglos XII y XIII uno de sus conceptos primordiales, el tikún olam o la reparación del mundo. «Cuando creó el planeta, Dios puso todo su poder en un recipiente que se rompió. Por eso, es necesario repararlo. ¿Cómo lo hacemos? A través de la justicia social y medioambiental», concluyó Benatar.

Al acercar estas religiones al debate climático, sus visiones pueden encontrar un punto común en una reflexión de Hammaoui que podría extenderse más allá de la fe musulmana: «La naturaleza es una fuente de sabiduría para nosotros, un libro abierto. El islam nos anima a cuidar de la Tierra, a relacionarnos con ella y, sobre todo, nos responsabiliza de su cuidado». Todos los representantes matizaron que, aunque muchas veces se nos olvide –o algunas instituciones religiosas los dejen de lado–, conceptos como el reciclaje, el cuidado de los ecosistemas o la reducción de residuos y del desperdicio de alimentos aparecen ya en los textos sagrados, en particular en el Corán y la Sunna, la Torá y en todas las escrituras del hinduismo. «El profeta Mahoma habla muchas veces de la naturaleza y de sus recursos, además de cómo tenemos que relacionarnos con el resto de animales. Nos dice que comamos y bebamos sin derrochar o que contaminar un río es uno de los mayores pecados que se pueden cometer. Incluso podemos decir que los cinco pilares del islam nos muestran cómo vivir de forma sostenible», explicó Hammaoui. «El Deuteronomio nos dice directamente que no podemos destruir nada en la Tierra y que tenemos el deber de proteger a todos los seres vivos. Además, nos enseña que, por nuestro propio beneficio, a corto plazo no podemos destruir nada que nos vaya a perjudicar en el futuro», añadió Benatar.

«La educación ambiental tiene que ir de la mano de las enseñanzas religiosas», explica Juan Carlos Chellaram

Más allá de conceptos puramente humanistas o filosóficos, Tatay Nieto advirtió que no se puede olvidar el poder económico e ideológico de las religiones, en especial de las tres monoteístas, porque se estima que un 12% de todos los capitales del mundo están gestionados por instituciones religiosas y, por tanto, existe una capacidad real de influir a nivel financiero para atajar la emergencia climática. «A pesar de sus incoherencias, en gran medida, las religiones poseen el mayor capital moral que existe porque, cuando una comunidad religiosa lanza un mensaje y lo articula, la gente lo escucha y suele actuar acorde a él», justificaba el profesor de ICADE. En su opinión, tal vez se podría concienciar y sensibilizar a los creyentes respecto a la crisis medioambiental a través de la inversión en la educación religiosa.

En esencia, las religiones se basan en su amplia capacidad de generar tejido social y  crear sentimiento de comunidad. Las agrupaciones religiosas son capaces de construir identidades comunes que trascienden las nacionalidades o etnias. Incluso, tienen el poder de aglutinar a personas que, a priori, no tienen relación entre ellas: sus lugares de culto se reparten por todos los rincones del planeta ya sea en forma de iglesia, mezquita, sinagoga o templo. Según los representantes religiosos, toda esa red de influencia, bien empleada, podría transformarse en un motor de cambio con un gran poder de movilización. Al final, como se puede inferir de sus palabras, sea cual sea el idioma en el que se rece, todos compartimos un templo común que debemos proteger y mantener vivo.

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