Economía

El bingo de la corrección política: las empresas cantan ‘línea’

Algunas corporaciones y sus directivos, lejos de apostar por desmarcarse de «lo que conviene decir», solo buscan hacerlo de la manera más original posible. Nada de rock: seguimos con el gregoriano, pero escenificado de una manera más sofisticada.

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20
noviembre
2019
Foto: Archivo RTVE

Hace unos años circuló por Internet una ocurrencia llamada bussiness bingo. Se suponía que era una técnica para sobrevivir a reuniones de trabajo aburridas, aunque era tan disparatada que más parecía un meme que no había que tomarse demasiado en serio, pero no dejaba de tener su gracia. Se trataba de dibujar en una hoja de papel una cuadrícula, a modo de cartón de bingo, y escribir en cada casilla una palabra o expresión que el jugador creyera que presumiblemente alguien diría en el transcurso de la reunión. Por ejemplo, si jugáramos hoy, probablemente escribiríamos: «disruptivo», «trabajo colaborativo» o «digitalización». Pues bien, cada vez que alguno de los asistentes a la reunión pronunciaba en voz alta uno de esos términos, había que tachar la casilla correspondiente en la matriz, y cuando se conseguía completar una línea o incluso el cartón completo, el ganador debía levantarse y exclamar airado algo como: «¡de ninguna manera!» o «¡por ahí sí que no paso!».

Este juego viene a colación porque uno de los efectos de la actual era de la transparencia es que las empresas se han visto forzadas a jugar a una especie de bingo de la corrección política sobre aquellos asuntos que sus terminales de escucha identifican como sensibles para la opinión pública. En tiempo de las redes sociales, la sensación de que las compañías tienen más ojos clavados en la nuca que nunca hace que busquen posicionarse en todos aquellos postulados cuya omisión piensan que puede ser una amenaza para su reputación y, por tanto, para sus beneficios.

Esto produce situaciones realmente llamativas, como que determinadas entidades financieras se posicionen ahora en la cercanía, casi familiar, a sus clientes; que multinacionales de comida rápida expliquen en los manteles de papel las bondades de una dieta equilibrada basada en fruta y verdura; o que la mayoría de las empresas reivindiquen en bloque el valor del talento senior, cuando la realidad de los datos indica que apenas un 20% de las nuevas contrataciones que se hacen en España son a personas de más de 45 años.

La corrección política se ha convertido en la nueva brújula que gobierna las actuaciones de los ejecutivos de cara al exterior

Más allá de posibles contradicciones, la corrección política se ha convertido en la nueva brújula que gobierna las actuaciones de los ejecutivos de las empresas de cara al exterior. Se acabaron los empresarios-showman, tipo Jesús Gil o Ruiz Mateos, que usaban su carisma como salvoconducto para hacer o decir lo primero que se les pasaba por la cabeza –con frecuencia, barbaridades–, amparados en la tranquilidad de que, en realidad, poco se sabía de lo que ocurría entre bambalinas en sus negocios.

Era otra época, mucho más opaca y, seguramente, con una opinión pública menos crítica. Hoy, la sobreinformación expone como nunca antes a los empresarios y el privilegio de la espontaneidad ya solo se lo pueden permitir un puñado de políticos que siguen por encima del bien y del mal –Donald Trump y poco más–. El resto ha de hacer ejercicio de contención. Algunos empresarios sudan la gota gorda y se muerden la lengua hasta hacérsela sangrar para no tener un desliz en un acto público que los lleve a traspasar las líneas rojas marcadas por sus asesores de comunicación. No hay que olvidar que no solo los clientes están atentos a sus palabras: también los accionistas e inversores vigilan y no les gusta oír según qué cosas. De hecho, las inversiones que obedecen a criterios de sostenibilidad no han dejado de crecer en los últimos años, y, según datos de SpainSIF, estas alcanzan ya casi la mitad del mercado nacional de fondos.

El resultado son CEOs y ejecutivos impecables en su discurso y perfectamente alineados con las grandes cuestiones del bien común, aunque también, todo hay que decirlo, un tanto planos y predecibles. El problema de la corrección política es que se construye a partir de una sucesión de lugares comunes y, con tanta música chill-out en el aire, el oyente tiende a adormecerse y acaba desconectando, por lo que resulta difícil sobresalir o diferenciarse cuando todos intentan cubrir el mismo espectro de temas.

Para romper ese empate, las compañías no están apostando por desmarcarse de «lo que conviene decir», sino por decirlo de la manera más original y cool posible. Nada de rock: seguimos con el gregoriano, pero escenificado de una manera mucho más sofisticada. Observatorios, fundaciones, páginas web, mecenazgo, hubs, aceleradoras, premios, canales en YouTube… Recientemente, algunos CEOs explicaban las estrategias que seguían para difundir sus iniciativas socialmente responsables a través de Twitter o Instagram. Y, por una vez, seguramente Donald Trump podría darles un par de buenos consejos al respecto.

‘Sostenibilidad’, ‘compromiso medioambiental’ o ‘estrategia en valores’ son conceptos que podrían aparecer en el bingo de la corrección política empresarial

Si volvemos a nuestro bingo inicial, más o menos, todos podemos anticipar qué casillas incluiría ese cartón de la corrección política empresarial: sostenibilidad, compromiso medioambiental, digitalización, igualdad de género, bienestar animal, diversidad, emisiones cero, producción natural, felicidad del empleado, inclusión social, transparencia, liderazgo ejemplar, estrategia en valores… ¿Es que alguien en su sano juicio no se alinearía con estos asuntos fundamentales?

Lo bueno de la corrección política es que, tanto si las empresas creían genuinamente en ellas desde el principio, como si se han subido al carro en marcha y las enuncian con la boca pequeña, ha situado en la agenda de las corporaciones determinadas posiciones beneficiosas para el interés común, y eso ya supone por si solo un avance significativo: habrá ocasiones en las que el discurso del ejecutivo sea creíble y coherente con las actuaciones de su empresa, y ahí debemos estar los observadores externos para reconocérselo, aplaudirle y apoyar a esa compañía.

Sin embargo, habrá otras en las que la coherencia haga aguas por todas partes o en las que tengamos la impresión de que esas buenas acciones, reales y constatables, buscan en realidad tapar o compensar otros desmanes. También en esos casos deberemos permanecer atentos y tener el criterio y los arrestos suficientes para para levantarnos y exclamar airados el «¡de ninguna manera!» o el «¡por ahí sí que no paso!» que proponía el bussiness bingo.

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