Economía

¿Una nueva crisis?
4 economistas,
4 escenarios

Los economistas Emilio Ontiveros, Mónica Melle, Daniel Lacalle y Miren Etxezarreta arrojan luces y sombras sobre el futuro inmediato de la economía mundial.

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Zsombor Lacza
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17
octubre
2019

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Zsombor Lacza

«Se prevé que, en el 2019, el crecimiento disminuya en casi el 90% de los países». El pasado 8 de octubre, la nueva directora del Fondo Monetario Internacional, Kristalina Georgieva, era así de contundente. Un número notable de expertos vaticinan que una nueva crisis económica mundial podría estar a la vuelta de la esquina y, sin duda, este año está siendo convulso para las economías de todo el planeta. Estados Unidos tensa las relaciones (y las bolsas) con su guerra comercial con China. Las previsiones de crecimiento de la economía alemana ponen en alerta a analistas y mercados internacionales. Saltan las alarmas. Periodistas y comentaristas empiezan a hablar de crisis y nuestro cerebro, automáticamente, regresa a 2008. Pero, ¿qué opinan los expertos? ¿Estamos abocados una nueva crisis mundial? ¿Cómo va a afectar a los hogares una posible recesión? En plena ola de preocupación por la emergencia climática, ¿cómo nos enfrentaremos a un nuevo colapso de la economía? Hablamos con cuatro economistas para analizar cuatro escenarios diferentes para los próximos años.


emilio crisis«Estamos abocados a una desaceleración significativa, aunque no se puede hablar de recesión»

Emilio Ontiveros. Presidente de Analistas Financieros Internacionales (AFI)

No hay elementos de juicio para anticipar que vayamos a sufrir una crisis de carácter similar –ni mucho menos– a la que sufrimos en 2008. Sobre lo que sí hay evidencia y un alto consenso es que la economía mundial inicia un proceso de desaceleración claro y sincronizado, es decir, todas las economías más importantes del mundo (incluidas algunas emergentes) van a crecer menos el año que viene que este. Además, ese crecimiento menor va a estar acompañado de tensiones geopolíticas y comerciales como las que ya hemos presenciado. Por lo tanto, sí se puede afirmar claramente que estamos abocados a una desaceleración significativa, aunque no se puede hablar (ni mucho menos) de recesión, por el momento. Es verdad que hay algunas economías como Alemania (y en general la eurozona) o Japón que van a frenar el crecimiento mundial. También es cierto que hay factores de riesgo que, si se precipitaran todos ellos, podrían llevar a una crisis económica, pero hoy por hoy lo único que podemos afirmar es que el mundo el año que viene va a crecer bastante menos que este.

Que el mundo inicie una desaceleración podría constituir una oportunidad para invertir en tecnologías favorecedoras de la reducción de las emisiones de CO2. Sin embargo, solo se puede hablar de una oportunidad, nada más, particularmente en Europa. La Unión Europea necesita estimular sus economías a través de la inversión pública, y un destino preferente de esta debería ser las tecnologías de energías renovables.

Esta desaceleración ya está afectando a los hogares porque, en primer lugar, están reduciendo sus decisiones de consumo y, en segundo, porque efectivamente la desaceleración va a llevar consigo una contención de las rentas y eso va a hacer, lógicamente, que se acentúe esa reducción. La incertidumbre, sobre todo en las economías europeas, está condicionando decisiones fundamentales.


monica crisis«La posible crisis va a depender de las políticas que se emprendan»

Mónica Melle. Profesora de Economía de la Universidad Complutense y miembro de la junta directiva de Economistas Frente a la Crisis

Hay que ser prudentes a la hora de decir que vamos hacia una crisis económica mundial. Sí estamos en una situación difícil, complicada, de desaceleración económica mundial, pero todavía no se puede prever que vaya a haber una crisis como la última. Es verdad que las tensiones comerciales que hay por la política proteccionista de Trump están afectando al crecimiento de las economías y también que en Europa estamos en una situación de bastante desaceleración, con el riesgo añadido del brexit. Hay factores estructurales de cambio del modelo productivo, que tienen que ver con la nueva economía y la digitalización, donde Europa tiene que hacer una apuesta más importante. De ahí que la posible crisis vaya a depender de las políticas que se emprendan. Los bancos centrales de todo el mundo están observando la situación con preocupación y, por eso, están llevando a cabo políticas de inyección monetaria y de bajada de tipos de interés para estimular el crecimiento económico, algo que se hace siempre que hay situación de paralización del crecimiento.

Cualquier crisis o cambio se puede aprovechar como una oportunidad: si ponemos el foco en la emergencia climática, apostar por esas nuevas tecnologías de generación de energía limpia y por otro modelo de crecimiento económico podría ser una manera muy interesante de salir de esta situación de desaceleración en la que nos encontramos. No olvidemos que esos sectores tienen un alto valor añadido y van a generar empleos de mayor calidad y, por lo tanto, salarios mejores. Eso afectará al consumo, a los ingresos de los Estados y redundará en más (y mejor) empleo, mejor crecimiento y mejor situación económica y social.  Acometer el reto del cambio climático podría ser una forma muy interesante de salir de la crisis. España, que lidera este ámbito de la transición energética en Europa, y la UE en general podrían enfrentarse a la desaceleración con otro modelo de crecimiento sostenido y sostenible. Ya hay consenso en que el modelo actual es caduco y llega a su fin. A nivel de proyecto europeo también podría ser un acicate de unión, de volver a creer en este proyecto.

La desaceleración ya viene afectando a los hogares –que, esta vez, son los primeros en resentirse– porque hemos pasado por una crisis económica dura en la que se han incrementado las desigualdades y se han reducido mucho los salarios y la calidad de los empleos, por no hablar del aumento del paro, en especial el de larga duración. La situación es de mucha desigualdad, de salarios muy bajos y de condiciones de vida altas: mientras los sueldos son bajos, el acceso a la vivienda es difícil por el incremento de los precios y, además, hemos sufrido recortes en políticas sociales de gasto en sanidad, educación o dependencia. Esto afecta también a las familias, que tienen que abordarlo con sus propios recursos, pero sin que se hayan producido bajadas de impuestos para las clases medias trabajadoras ni para quienes han sufrido más la crisis.

La crisis ha dejado a los hogares con poco poder de compra y, por eso, con la nueva desaceleración el consumo se está resintiendo. La situación no ha mejorado sustancialmente: si las empresas no venden productos y servicios, esto repercute en menor empleo porque no pueden mantener los puestos de trabajo… y así una y otra vez. Es la pescadilla que se muerde la cola: las familias lo están sufriendo desde 2008, porque no se han llevado a cabo las actuaciones suficientes para revertir la situación: Si bien la subida del salario mínimo interprofesional ha sido positiva, las medidas han sido puntuales y escasas. Tan solo podrá ir a peor: no haber revertido los recortes y las políticas que se emprendieron en hace más de diez año perjudica, y una nueva desaceleración hará que las familias estén en una situación peor y sufran las consecuencias.


daniel crisis«Nos encontraremos con un estancamiento promovido desde la política monetaria y fiscal»

Daniel Lacalle. Economista jefe de Tressis y profesor en el IE Business School

Nos vamos a encontrar un periodo de estancamiento. Vivimos un momento de saturación de deuda y las recetas de los gobiernos continúan siendo gastar más y perpetuar desequilibrios y, por lo tanto, el efecto sobre el crecimiento es cada vez menor. Más que una crisis, comparado con lo que percibe el ciudadano medio respecto a la de 2008, nos encontraremos con un estancamiento promovido desde la política monetaria y fiscal. La principal característica de este periodo en el que nos adentramos es que, cuando hay una decisión concertada por parte de las autoridades monetarias y fiscales de que los excesos en la economía no se limpien, lo que hacen es que se zombifica la economía. Uno de los factores esenciales a la hora de fortalecer el crecimiento incluye la destrucción de los sectores de baja productividad, ineficientes. El fortalecimiento de la economía siempre viene de la caída de aquellos que lo hacen mal, y cuando se decide conscientemente –vía monetaria y vía fiscal– eliminar ese factor esencial de la fortaleza de una economía, acabamos adentrándonos en un periodo de estancamiento.

Para las empresas, al perpetuarse la sobrecapacidad, las oportunidades de inversión son cada vez menores. La fiscalidad es cada vez es más negativa sobre los sectores de alta productividad y, sin embargo, para perpetuar los desequilibrios se subvenciona a los sectores de baja. Por lo tanto, cae el crecimiento de la productividad y no suben los salarios. Las empresas se encuentran en una situación en la que se penaliza a los eficientes y se subvenciona a los ineficientes, lo que genera grandes desincentivos a la hora de tomar más riesgos por parte de los agentes económicos.

Mientras los organismos internacionales nos dicen que no hay inflación y que hay que seguir imprimiendo dinero y gastando más, los ciudadanos (como no puede ser de otra manera) cada vez sufren más un aumento del coste de la vida en los bienes y servicios no replicables. Es verdad que no se prevé una crisis a corto plazo, pero vivimos en un estado permanente de incertidumbre y desconfianza. Para el ciudadano esto supone una pérdida de poder adquisitivo, de los ahorros, de los salarios… lo que supone una pérdida de oportunidades porque, una vez más, se zombifica la economía.

Los efectos del cambio climático, entre otras cosas, los perpetúa la política de los gobiernos de mantener a toda costa los sectores ineficientes. Al destruir la capacidad de las tecnologías disruptivas de cambiar el patrón de crecimiento y sostener, vía subvenciones, los sectores de más baja productividad, en realidad lo que los Estados hacen es penalizar a los consumidores vía impuestos bajo la excusa del cambio climático. Mientras, perpetúan a los sectores que deberían estar desapareciendo gracias a la tecnología y a la competencia y cuya caída permitiría que esa transición energética se diese más rápidamente. De hecho, todas esas políticas que nos están prometiendo para atacar el cambio climático no hacen más que perpetuar a los sectores más contaminantes.


miren crisis«En los países ricos existe riqueza suficiente como para poder crecer de una manera diferente»

Miren Etxezarreta. Economista crítica y catedrática emérita en Economía Aplicada de la Universidad Autónoma de Barcelona

No estamos caminando hacia una crisis, sino hacia una recesión. A nivel mundial ha habido unos años de crecimiento muy alto, promovido especialmente por los países emergentes y China. Ahora, al disminuir ese tipo de crecimiento, sin ninguna duda vamos a encontrarnos una rebaja de la tasa de crecimiento. Sin embargo, esto no tiene por qué significar una recesión profunda: que se crezca poco no quiere decir que volvamos a 2008. Se está utilizando esa posible crisis para asustar a la gente y que no se exijan, entre otras cosas, salarios más altos.

Es verdad que esta recesión tendrá, sí o sí, un impacto negativo en el sentido de que sirve como argumento para decir que no se pueden subir sueldos, que no puede aumentar el gasto público o que no se pueden subir las pensiones. El discurso que se vende es sencillo: como no crecemos tanto, realmente no podemos redistribuir. El problema está en que se trata de una verdad a medias, sobre todo si tenemos en cuenta que tampoco se redistribuyó en el periodo anterior, en el de supuesta estabilidad o bonanza. En los últimos cinco años que hemos tenido de recuperación de la economía, las familias no se han recuperado, en especial las más pobres. Aunque debería ser de otra manera, la vinculación que se hace entre el crecimiento y la distribución es falsa porque se ha crecido y no se ha distribuido. Si miramos el informe Arope —que estudia la pobreza— vemos que, desde que empezó a crecer la economía española en 2015, realmente la riqueza se ha concentrado en las manos de los más ricos. Por tanto, la nueva recesión sí que va a tener consecuencias para la gente porque se utilizan las crisis y las recesiones para ello, aunque no tendría que ser así.

Como en todo, por un lado, tenemos lo que pasa porque le conviene a los poderes fácticos y, por otro, lo que podría pasar si se hiciesen las cosas bien: se podría redistribuir la riqueza luchando. Es decir, que las clases populares —incluyendo las clases medias que han sido fuertemente perjudicadas por la crisis de 2008— luchen por recuperar lo que han perdido para obtener un poco más de crecimiento, tanto en periodos de recesión como de estabilidad. Medidas hay todas las que se quieran, lo que no hay es una voluntad política y económica para llevarlas a cabo.

En el contexto de emergencia climática, además, es posible redistribuir de otra forma. En este momento, en los países ricos existe riqueza suficiente como para poder crecer de una manera diferente, pero si eso quiere decir seguir con el mismo sistema de redistribución actual, realmente significará aumentar la injusticia que ya de por sí crea el capitalismo. Si tenemos que dejar de crecer —y yo no estoy en contra de ello— tiene que cambiar el sistema de distribución: lo que hay que hacer es redistribuir la riqueza existente y eso solo se puede conseguir con una voluntad política que no hay. Se está utilizando el miedo a la recesión para volver a convencer a la gente de que no toca redistribuir, pero entonces ¿cuándo? Hay que partir de un punto de vista diferente: tenemos que hacerlo y, luego, ya vemos lo que pasa. Por eso me da un poco de miedo que el cambio climático se utilice como excusa para justificar el statu quo.


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