Cuando la edad no está bien vista
«El edadismo (discriminación por cuestión de edad) genera exclusión, baja autoestima, mala salud y maltrato».
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La marginación que vivimos a medida que cumplimos años se hace evidente en el ámbito laboral, en los medios de comunicación o en las relaciones sociales. Si aún no lo has sentido, date tiempo, porque toda la población es candidata a sufrirla. Y tú no ibas a ser la excepción, como quizá sí lo puedas ser en el caso de otras discriminaciones.
Prepárate porque, entre otras muchas cosas, esta discriminación nos uniforma, nos manda al pasado o nos relega a la indiferencia. Invisibles, incluso para los académicos de la Real Academia Española que aún no tuvieron a bien añadir el edadismo al diccionario, como sí lo hicieron en su momento con el racismo, la homofobia, el sexismo o la aporofobia, entre otras.
«Esta discriminación nos uniforma, nos manda al pasado o nos relega a la indiferencia»
Aunque sea la primera vez que escuchaste la palabra edadismo, ésta no es un neologismo. Desde la década de los 60 del siglo pasado se viene alertando sobre sus consecuencias, que especialmente afectan a las mujeres, porque si ser mujer ya es una dificultad, ser vieja es una desgracia, que puede ser superada si también eres lesbiana, extranjera o musulmana.
De la misma manera que hemos sido «educados» en una cultura machista, también lo hemos sido en una sociedad edadista. Ambas coinciden, entre muchas cosas, en la estrategia de confrontar intereses creando dualidades como son hombre/mujer o joven/viejo.
En ocasiones, nos hemos reconocido alimentando al monstruo del sexismo pero actuamos para combatirlo y prevenirlo. Ahora debemos generar conciencia sobre el edadismo, que, si bien es sutil, sus efectos generan exclusión, baja autoestima, mala salud y maltrato. Pareciera como si la edad fuese el último tabú y las personas tuviéramos una fecha de caducidad.
Como decía, el edadismo es sexista. Así surgen microexpresiones como: «No viste de acuerdo a su edad», «se le va a pasar el arroz», «tu madre debió ser muy guapa», «mírala, es una vieja pelleja», «a las mujeres no se les pregunta la edad»… que redundan en la idea del envejecimiento como un proceso trágico. Y al final, de escucharlas tanto y decirlas inconscientemente, ocurre que te lo acabas creyendo y culpabilizándotelo.
Otro aliado del edadismo es la industria antiaging, que por intereses económicos penaliza un proceso natural que viene acompañado de canas, arrugas o calvicie, pero de otras muchas ganancias en distintos planos, como el psicológico, el social, el espiritual o el físico.
«La industria ‘antiaging’, por intereses económicos, penaliza el proceso natural del envejecimiento»
Este cambio de paradigma hacia un envejecimiento autónomo, pleno, satisfactorio, heterogéneo, requiere de mucho activismo con pequeñas medidas como pueden ser cuestionar el canon de belleza tradicional asociado a la juventud, apostar por el currículo ciego, promover programas de valoración de la experiencia y el talento sénior en el ámbito empresarial, optar por noticias optimistas cuando sus protagonistas son mayores o incluir en el código penal el edadismo como agravante en los delitos de odio.
*Francisco Olavarría Ramos es autor del manual didáctico ‘El micro-edadismo lo vamos a jubilar’
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