Cultura

Encuentro con Aldous Huxley: un relato sobre el LSD

El químico e intelectual suizo Albert Hofmann cuenta en su libro ‘LSD. Cómo descubrí el ácido y qué paso después en el mundo’ (Editorial Arpa) cómo conoció al autor de ‘Un mundo feliz’ y sus conversaciones sobre las drogas. A continuación, reproducimos un extracto.

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25
octubre
2018

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Hacia mediados de la década de los cincuenta se publicaron dos libros de Aldous Huxley, Las puertas de la percepción y Cielo e infierno, en los que se ocupa sobre todo en el estado de embriaguez causado por las drogas alucinógenas. Allí se describen magistralmente los cambios en las percepciones sensoriales y en la conciencia que el autor experimentó en un autoensayo con mescalina. Para Huxley, el experimento con mescalina se convirtió en una experiencia visionaria. Vio las cosas desde otro punto de mira: le revelaron su ser propio e intemporal, que queda oculto a la mirada cotidiana.

Ambos libros contienen consideraciones fundamentales sobre la naturaleza de la experiencia visionaria y la importancia de este tipo de captación del mundo en la historia de la cultura, en la formación de los mitos y de las religiones en el proceso artístico-creador. Huxley ve el valor de las drogas alucinógenas en el hecho de que permiten que personas que no posean el don de la contemplación visionaria espontánea, propia de los místicos, los santos y los grandes artistas, pueden experimentar estos extraordinarios estados de la conciencia.

[…]

En aquel entonces yo ya conocía la obra anterior de este importante escritor. Dicho sea de paso, ya en su novela Un mundo feliz, publicada en 1932, cumplía un papel importante una droga psicotrópica que coloca a las personas en un estado eufórico y a la que llama «soma».

«En Un mundo feliz cumple un papel importante una droga psicotrópica que coloca a las personas en un estado eufórico, a la que llama ‘soma’»

Por eso me vi agradablemente sorprendido al recibir una mañana de agosto de 1961 en el laboratorio una llamada telefónica de Aldous Huxley. Estaba de paso en Zúrich con su esposa. Nos invitó a mí y a mi esposa a almorzar en el Hotel Sonnenberg.

La conversación giró sobre todo en torno al problema de las drogas mágicas. Tanto Huxley como su esposa, Laura Huxley Archera, habían tenido experiencias con LSD y con psilocibina. Creía que, en la actual fase del desarrollo de la humanidad, a los agentes que producen una experiencia visionaria les corresponde una gran importancia. No le parecía que tuvieran mucho sentido los ensayos en condiciones de laboratorio, porque, con la receptividad y sensibilidad tan aumentada para las impresiones externas, el ambiente tendría una importancia decisiva. Al hablar de la tierra natal de mi esposa, la zona montañosa de Bündner, le recomendó ingerir LSD en una pradera de los Alpes y mirar luego dentro del cáliz azul de una genciana para contemplar allí el milagro de la creación.

[…]

Al año siguiente se publicó un nuevo libro de Aldous Huxley, el último, la novela La isla. En ella se narra el intento de fusionar en la utópica isla de Pala las conquistas de las ciencias naturales y de la civilización técnica con la sabiduría oriental en una nueva cultura en la que razón y mística están unidas fructíferamente. En la vida de la población de Pala desempeña un papel importante una droga mágica que se obtiene de una seta, la medicina moksha (redención, liberación).

«Huxley me envió un ejemplar de La isla con la siguiente dedicatoria: ‘Al doctor Albert Hofmann, descubridor de la medicina moksha, de Aldous Huxley’»

Su aplicación se limita a etapas decisivas de la vida. Los jóvenes de Pala la reciben en los ritos iniciáticos; se la dan al héroe de la novela en una crisis vital en el marco de una conversación psicoterapéutica con una persona anímicamente cercana a él; y a un moribundo le alivia el abandono del cuerpo terrenal y el tránsito al otro ser.

En nuestra conversación en Zúrich, Huxley me había dicho que volvería a tratar el problema de las drogas psiquedélicas en su nueva novela. Ahora me envió un ejemplar de La isla con la siguiente dedicatoria manuscrita: «Al doctor Albert Hofmann, descubridor de la medicina moksha, de Aldous Huxley».

[…]

Aldous Huxley murió el 22 de noviembre del mismo año, el día que fue asesinado el presidente Kennedy. La señora Laura Huxley me envió una copia de su carta a Julia y Juliette Huxley, en la que informaba a su cuñado y a su cuñada sobre el último día de su esposo. Los médicos le habían anticipado un final dramático, porque en el cáncer de las vías respiratorias que Huxley padecía, la fase final suele conllevar espasmos y sofocos. Pero él falleció tranquilo.

Por la mañana, cuando estaba ya tan débil que no podía hablar, había escrito en un papel: «LSD -inténtalo intramuscular- 100 mmg». La señora Huxley entendió a qué se refería y le practicó ella misma la inyección. Haciendo caso omiso de los escrúpulos del médico presente le dio la medicina moksha.

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