Educación

La innovación empieza en las aulas

Los participantes de RetoTech convirtieron el aula en laboratorio empujados por un objetivo: idear y diseñar proyectos dirigidos a resolver necesidades reales de su entorno.

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11
octubre
2017

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Convirtieron el aula en laboratorio empujados por un objetivo: idear y diseñar proyectos dirigidos a resolver necesidades reales de su entorno. Con tecnología a su alcance, innovación y el apoyo del profesorado, estos jóvenes han puesto sobre el pupitre su capacidad creativa y su compromiso social y medioambiental.

Los avances tecnológicos de las últimas décadas han puesto la industria patas arriba: a la vez que todos los sectores se han visto obligados a explorar sus posibilidades de digitalización para adaptarse a las exigencias del siglo XXI, una interminable cascada de nuevas empresas y pequeños proyectos ha irrumpido en escena. Nacidas por y para la innovación, muchas de estas iniciativas pretenden hacer frente a los desafíos que nos plantea un futuro que ya es presente.

El Proyecto ION permite que la comunidad tanzana de Arkaria construya por<br>sí misma aerogeneradores para su escuela

En este barco reman con fuerza los nativos digitales, esos jóvenes que ahora están en el colegio y que han nacido con Internet en sus bolsillos. La innovación y la creatividad vinieron con ellos, y muchos centros educativos empiezan a captar ese talento que brota de los pupitres.

Un empoderamiento necesario como el que llevan a cabo los participantes de RetoTech, un proyecto de innovación educativa en tecnología para centros de Educación Secundaria, impulsado por la Fundación Endesa. «Detectamos que existía la necesidad de acompañar a todos los nativos digitales en la formación de sus capacidades tecnológicas, casi innatas en su generación», nos cuenta Begoña Muñoz de Verger, directora de Proyectos de la Fundación. Y recalca la importancia de la formación de los docentes, «pilares de la educación y quienes, al final, forman a su vez a los alumnos».

La condición para los participantes fue resolver las necesidades del entorno escolar desde un punto de vista tecnológico y humano. «Se les invita a hacer una reflexión profunda sobre su entorno escolar y social, lo que les mueve a trabajar en equipo, aportar conocimientos transversales y multidisciplinares, ser más creativos, más innovadores y, en definitiva, a potenciar otras habilidades además de las técnicas, como la conciencia social», señala Muñoz. Y han conseguido resultados impresionantes.

Energía solidaria: proyecto ION

La electricidad es algo fundamental en sitios donde algo tan cotidiano como encender una bombilla puede resultar prácticamente imposible. Como en la aldea de Arkaria, Tanzania, donde se encuentra la Escuela Eretore, un centro educativo al que acuden un centenar de niños y niñas de entre 6 y 8 años, hijos de mujeres masáis viudas y carentes de recursos económicos. La escuela abrió sus puertas en 2015 gracias a la iniciativa de la Fundación Carpio Pérez, organización sin ánimo de lucro que colabora con el Colegio Europeo de Madrid.

Los alumnos de este centro madrileño decidieron actuar ante esta emergencia social y desarrollaron un molino de energía eólica fabricado con piezas impresas en 3D. El diseño y la fabricación son accesibles para entornos con pocos recursos como la población tanzana y, gracias a ello, su proyecto de innovación ION ha sido merecedor del Premio Fundación Endesa. «La tecnología puede ser tan compleja como nosotros queramos hacerla y, debido a esto, parece que solo es propiedad de los países desarrollados», cuentan los docentes en el blog de RetoTech. «Pero la tecnología puede estar en cualquier sitio y, bien enseñada y aplicada, puede ser usada por cualquiera».

Los propios estudiantes, con ayuda de sus maestros, diseñaron las piezas y los mecanismos de todo el sistema eólico. «Nuestra idea no era solo llevar allí la energía, sino “llevarla para quedarse”. Si ya les llevamos la electricidad, ¿por qué nos les damos la posibilidad de que ellos mismos puedan crear sus propios molinos allí?». Un proyecto que conecta países, pero también aulas: «Es bonito ver cómo un profesor de física te explica las propiedades del campo magnético focalizándolo en un molino que tú mismo estás haciendo en otra aula. Al igual que la comunidad tanzana y el resto de participantes de RetoTech, todos somos parte del éxito».

Robots al servicio del medio ambiente: el colegio del futuro

Hace tiempo que los robots abandonaron la ciencia ficción. Con los medios para hacerlo realidad, los alumnos de Conde de Orgaz no dejaron pasar la oportunidad e incluyeron en su proyecto un androide que, incluso en el diseño, se parece al ídolo cibernético R2-D2 del universo Star Wars. Aunque sus tareas serán más sencillas que derrocar imperios. «Es un robot multiusos. Nos da tizas, bolis y saca punta a los lápices. Incluso lo podemos usar de aspirador y como cargador de móviles. Lo vamos a explotar al máximo», aseguran sus jóvenes creadores.

Begoña Muñoz (Fundación Endesa): «La reflexión sobre su entorno les mueve a trabajar en equipo y potenciar la conciencia social»

El sufridor ayudante forma parte de un concepto más relevante y que trasciende la idea de centro domotizado. El factor principal consiste en optimizar el proceso de obtención de la energía procedente del sol con un sistema de concentración solar. Mediante un seguidor instalado en la terraza, las piezas de los heliostatos, diseñadas e impresas en 3D, hacen converger la luz solar en un panel fotovoltaico y toda la energía recogida se destina tanto a la producción de electricidad como al suministro de agua caliente y a la calefacción radial.

Su apuesta por el cuidado del medio ambiente les ha valido el Premio Redes como proyecto más votado en la página web de RetoTech, ya que su proyecto se extiende a un sistema para guiado de silla de ruedas, un sistema de acceso al centro mediante tarjetas RFID y todo tipo de automatizaciones. «A lo largo de todo el proceso, hemos aprendido, paso a paso, cómo funcionan las cosas. La tecnología nos sirve para mirar hacia el futuro. El mundo se está modernizando y debemos entenderlo», explican los alumnos en su vídeo promocional. ¿Tendrán los colegios de sus hijos las mejoras que ellos mismos idearon? Desde luego, sus aspiraciones resultan un estímulo para seguir creando un futuro más sostenible.

Del libro al taller: laboratorios de mecanismos

El entorno de los centros educativos comparte importancia con la actividad realizada en ellos, que, en demasiadas ocasiones, se limita a la técnica de «hincar codos». Una sobrecarga teórica que se da incluso en materias tecnológicas como la transmisión de movimiento, por ejemplo los sistemas de poleas. La naturaleza de estos ámbitos se presta a una aproximación práctica que llamó la atención de los empíricos alumnos del colegio Santa Francisca Javier Cabrini.

Docentes y estudiantes pensaron que sería muy positivo disponer de un laboratorio portátil en el que todos los cursos pudieran experimentar con los diferentes sistemas de una forma amena e interactiva, y así nació su laboratorio de mecanismos: una herramienta para el estudio de poleas, engranajes rectos, levas, sistemas piñón-cremallera… acompañada de una aplicación móvil que incluye contenido teórico, resolución de problemas, control de los mecanismos y exposición de resultados. Todo un proyecto de innovación modular gracias al cual han ganado el Premio Empleado Endesa otorgado por los trabajadores de la compañía.

A su vez, el centro pretende atacar el problema de la infrarrepresentación de la mujer en el campo tecnológico desde edades tempranas. «Un objetivo clave de este proyecto era poner nuestro granito de arena para reducir la desigualdad de género en investigación y tecnología», explican los docentes. «Tenemos alumnas brillantísimas a las que descubrir el mundo de la programación y la robótica les puede abrir muchas puertas en el futuro». Un ejemplo más de por qué la educación debe ser accesible, sostenible y global.

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