Derechos Humanos

Festival de verano, ¿festival de residuos?

Grandes eventos como Primavera Sound o el FIB suelen tener un gran impacto ambiental. Estas son sus medidas para reducirlo o, en su caso, compensarlo.

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12
mayo
2017
Festival residuos

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En la década de los setenta, a un granjero melómano se le ocurrió organizar algunos conciertos en sus vastos terrenos de Pilton, al sur de Inglaterra. Asistieron 1.500 personas, y fue el origen del que hoy es, posiblemente, el festival de música más reverenciado del mundo. Glastonbury recibe, cada año, en torno a 150.000 personas, es un festival gigantesco, y ha ido adaptando a su tamaño, edición tras edición, las medidas en cuanto a ahorro energético e impacto ambiental. Está entre las prioridades de sus organizadores, hasta el punto de que, aparte de contar con uno de los carteles más fastuosos, es uno de los festivales más sostenibles del mundo.

En España, que este verano marcará récords en cuanto a celebración de festivales por todo su territorio, vamos muy a la zaga, aunque el respeto por el medio ambiente ha empezado a calar en los últimos años en todas las tipologías, desde los macroeventos hasta los pequeños festivales locales. La concienciación es necesaria, porque surge de los que los mantienen: el público. Según una encuesta realizada por Muwow, consultora de marketing especializada en el sestor musical, el 87,5% de los festivaleros reconoció que le preocupa la generación de residuos. En cuanto a la responsabilidad, la cosa está igualada: un 90% por ciento la achacó a los organizadores, aunque un 80% añadió también a los asistentes.

Tenemos otros ejemplos en los que mirarnos, concretamente, en Noruega (sí, ese país dispuesto a erradicar los combustibles fósiles en una década). El Øyafestivalen de Oslo no es pequeño, precisamente: congrega a 85.000 personas cada año, pero hace las cosas de otra manera: su oferta gastronómica es exclusivamente orgánica o vegetariana (lo que reduce la emisiones indirectas), el horario, diurno para minimizar el gasto energético, y tienen fuentes de agua gratuita por todas partes. Antes que pedir una Coca Cola para aplacar la sed, prefieren que no consumas nada que implique un envase y una producción previa. Por supuesto, gran parte de su estructura es a base de materiales reciclables, igual que los vasos, cubertería, etc. Y dos elementos tan necesarios en un festival como la luz y el sonido, provienen de energías renovables. Son solo unas pocas medidas de muchas, con las que han conseguido reducir las emisiones de C02 de 2008 a la mitad en las últimas ediciones.

En España, los festivales van por esa senda. Cuesta encontrar uno que no tenga un plan, por muy pequeño que sea, relacionado con la sostenibilidad. Estos son algunos ejemplos:

Sónar (Barcelona, 15 al 17 de junio)

El mayor festival de música electrónica de nuestro país tiene una visión que va más allá de colocar cubos de reciclaje, algo que, por otra parte, hacen. También intentan reflejar su compromiso en el cartel. Sus responsables ponen el ejemplo del año pasado: «ANOHNI (antes Antony Hegarty) regresó abanderando a la comunidad trans después de sus críticas al doble rasero estadounidense. Y Brian Eno dio una conferencia inaugural desde su atalaya y se generó debate, entre otros temas, sobre la huella ecológica».

Primavera Sound (Barcelona, 31 de mayo al 4 de junio)

Posiblemente es el festival más importante de nuestro país, al menos si nos atenemos al número de bandas que programan y a su impacto internacional. Entre las muchas medidas que aplican en aras de la sostenibilidad, ponen especial empeño reducir la generación de residuos, practicando la recogida selectiva. Así lo explican sus portavoces: «A los residuos se les atribuye un 3-4% de la generación de gases con efecto invernadero. Para el festival resulta uno de los puntos clave de las medidas medioambientales y para ello se invierte mucho esfuerzo en conseguir una buena recogida selectiva de residuos para su posterior reciclaje. En este sentido, el índice de recogida selectiva conseguido es elevado: ya en 2015, llegamos a un total de 21,5 toneladas de envases ligeros, 3,4 toneladas de papel y cartón, 1,8 toneladas de materia orgánica y 6 toneladas de vidrio, lo que representa el 81% de todos los residuos generados por el festival. Estos recursos son utilizados para manufacturar productos de nueva fabricación a través de plantas de reciclaje». Además, de esto, tienen conciencia energética: «Gracias a una enorme placa solar voltaica instalada en el Parc del Fórum, el recinto donde se celebra, evitamos  la emisión de 400 toneladas de CO2 a la atmósfera», explican los responsables del festival.

FIB (Benicàssim, 13 al 16 de julio)

Es uno de los festivales con mayor afluencia de nuestra geografía (las tres cuartas partes de los asistentes son extranjeros), en un entorno natural y cerca del Mediterráneo. Desde su promotora, Maraworld, son conscientes del impacto que pueden generar en el medio ambiente, y cuentan con varias medidas para reducirlo o, en su caso, compensarlo. Para ello tienen acuerdos con varias organizaciones gestoras de reciclaje, como Ecoembes, especializada en envases, que se encarga de la recogida selectiva de residuos. Desde 2008, empezaron con otro proyecto, Fiberbosque: «El objetivo es compensar las emisiones de CO2 del Festival a través de la plantación de especies autóctonas (Moreras y Melias) en la zona de acampada», cuenta un portavoz. «A día de hoy, con más de 450 árboles plantados, Fiberbosque es una realidad que ayuda a compensar las emisiones de los eventos realizados en la zona», añade.

Dcode (Madrid, 9 de septiembre)

Este festival, que se caracteriza por llevar siempre a unos cuantos cabeza de cartel de relumbrón (esta edición Interpol, Band of Horses o Liam Gallager), recibió en 2015 el Premio Fest en la categoría Festival Más Sostenible. «Contamos con la complicidad de la plataforma Ecovidrio para hacer posible el proyecto ECOde», dijeron sus responsables al recoger el galardón, «que además de ayudar a minimizar los residuos, contribuye a concienciar de la necesidad de hacer del reciclaje de vidrio un hábito también en nuestros hogares». En un puesto del festival, se vendieron contenedores de vidrio domésticos, y los beneficios obtenidos con la venta se destinaron a financiar proyectos de investigación de la leucemia infantil de la fundación UnoEntreCienMil.

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