Cambio Climático

El Ártico se deshiela, afloran los virus

El deshielo del Ártico no solo tiene consecuencias devastadoras en muchas regiones por su relación directa con el cambio climático: también libera graves plagas infecciosas.

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02
abril
2017

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Ya es sabido que el deshielo del Ártico trae consecuencias desastrosas para el planeta, con efectos directos en la climatología y en los ecosistemas del entorno. Las transformaciones del cambio climático conllevan también plagas y enfermedades infecciosas asociadas a insectos tropicales portadores de los virus que, debido al cambio en las temperaturas u otros patrones como la humedad, pueden extender su impacto a zonas geográficas nuevas.

Ahora, desde las profundidades se suma otra amenaza: la reaparición de enfermedades infecciosas atrapadas hasta ahora en el suelo que se encuentra bajo las placas de congelación perpetua, conocido como permafrost. La organización ecologista Greenpeace ha dado la voz de alarma sobre lo que está sucediendo en la península de Yamal, en Siberia, donde las elevadas temperaturas, que llegan a superar los 35 grados en verano, han provocado un brote de ántrax que ha acabado con la vida de un niño, ingresos urgentes en hospitales y ha obligado a evacuar a numerosas familias de sus poblaciones.

En Siberia se ha producido un brote de ántrax, muertes y hospitalizaciones

También hay consecuencias colaterales: «Hay 90 pastores nómadas de renos de la comunidad indígena Nénets, incluidos más de 40 niños, ingresados», denuncia la biólogo Pilar Marcos, que trabaja por la protección del Ártico con la organización.

«El brote ha matado a 2.300 renos y con ellos su fuente de subsistencia. Una comunidad indígena que es víctima directa del cambio climático. Y muy directa. Los Nénets han pastoreado en la península de Yamal desde hace 1.000 años».

El hielo no solo almacena gases de efecto invernadero. El permafrost había dejado enterrados los cadáveres de los animales muertos por un brote hace decenas de años. «Esos cadáveres, ahora sin hielo, expuestos en la superficie, son la plataforma de lanzamiento perfecta para que las infecciones se extiendan de nuevo», advierte Marcos. Según el Servicio Federal ruso de Protección del Bienestar, la última epidemia de ántrax en esta región se registró en 1941 y en esas fechas quedaron enterrados miles de cadáveres de animales. Hasta hoy.

Las regiones árticas y subárticas con tierras congeladas suponen alrededor del 25% de la tierra. Albergan, además de en torno al 70% del agua dulce del planeta, grandes cantidades de gases de efecto invernadero como el dióxido de carbono y el metano. Pero también una amenaza vírica de consecuencias imponderables. «El ántrax puede sobrevivir en el suelo casi 100 años y los científicos nos están advirtiendo que el permafrost puede albergar otros virus peligrosos», cuenta Marcos, y alerta:«La desaparición del permafrost abre también nuevos suelos para la minería. Las explotación minera también pueden conducir a la propagación de infecciones».

El permafrost había dejado enterrados los cadáveres de los animales muertos por un brote hace décadas

Según Marcos, los poderes públicos aún no son conscientes del peligro y la urgencia que entraña esta situación: «Mientras por aquí siguen enzarzados en discusiones sin lograr llegar a acuerdos sobre la explotación de esas tierras, los pactos reales de gobierno deberían considerar como prioritario garantizar que reducimos las emisiones de gases de efecto invernadero a cero y que las temperaturas no aumentarán nunca más de 1,5 grados». Ese fue el acuerdo que firmaron en París más de cien países el pasado diciembre. Y la solución para frenar efectos como la reaparición del ántrax.

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