«El rock es una invitación a atreverse»
El músico y escritor Sabino Méndez nos adentra en la atmósfera de su nueva novela, Literatura universal, en esta entrevista para Ethic.
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Sabino Méndez (Barcelona, 1961) es un tipo elegante (desde distintos ángulos, superficiales y sutiles), de narración casi telúrica por lo frondoso: más de quinientas citas pueblan su última novela ‘Literatura universal’ (Anagrama). No nos equivoquemos. Que Méndez haya escrito algunos temas asentados en la memoria sentimental de nuestro país como miembro de ‘Loquillo y los Trogloditas’ (‘Rock ‘n’ Roll Star’, ‘El ritmo del garaje’ o ‘Cadillac solitario’) no significa que sea un intruso en esto de las letras. O sí. Pero bendito intruso. ‘Literatura universal’ (ya empezamos provocando), que se gestó hace diez años, nos sitúa en la España postfranquista, en la que tres amigos tratan de buscarse la vida. El movimiento hippie bizarro, la Movida y la propia literatura son los contextos, las atmósferas de esta novela que tiene algo de iniciática y de magnus opus.
León Felipe, Baroja, Pardo Bazán, Samaniego, Espronceda, Bonnefoy… parece que usted lo ha leído todo y, lo que resulta más asombroso, es que lo ha asimilado, en tanto que las citas vienen a cuento, insertadas de manera natural en este borgiano mosaico… ‘Literatura universal’ es como la Biblia, al menos etimológicamente, un ‘libro de libros’…
Ayudó mucho el hecho de que no he sido siempre solo lector sino también relector. De aquellos que releen con el subrayador fluorescente en la mano. Así que gran parte de mi biblioteca casera tenía ya las mejores frases seleccionadas. Con la peripecia del libro ya en la cabeza, cada frase que leía (y que me gustaba) me hacía pensar enseguida para qué escena del libro podía servir.
La literatura, ¿tiene más de conocimiento o de comunicación?
Esa es ya una vieja polémica que data de la generación de los cincuenta. Desde mi modesto punto de vista, la escritura contiene ambas cosas y algunos ingredientes más como música, interlocución y emoción, que quedan oscurecidos por la importancia central de los otros dos. En el habla pesa más la comunicación y en la escritura, el conocimiento, pero ambos procesos caminan siempre indefectiblemente juntos.
¿Disfruta usted más como lector o como escritor?
Infinitamente más como lector, porque requiere menos esfuerzo y puede practicarse en cómodas posiciones de tendido supino. Pero no soy de aquellos que sufren el pánico de la página en blanco y disfruto también mucho escribiendo, aunque tenga que superar mi pereza para ello y practicar deportes violentos como el rellenado de estilográfica, el afilado de lápices, el abrir el portátil y el sentarse ante el escritorio.
Parece que el rock está siempre acompañado de drogas sexo, en cantidades excesivas. La cuestión es ¿necesita el rock de ambos atributos para serlo, para darse en plenitud?
No, en absoluto. Puede hacerse un rock estupendo con agua sin gas. Se necesitan únicamente lucidez, perspicacia y la actitud adecuada. El rock es, básicamente, vitalismo. No son las drogas o el sexo lo que nos lleva al rock. Es al revés. El rock es principalmente una música de libertad, de experiencias, de propuestas de exploración; una invitación a arriesgarse, a atreverse. Cuando se practica en plenitud y abierto a todo, no es raro que nos lleve a explorar en algún momento todas las facetas de la vida, incluso las más peligrosas. Depende del usuario saber contenerse y decidir dónde pone el límite.
La Movida, ¿fue un estado del alma, un momento de locura transitoria, un espejismo, una breve adolescencia social?
Todo eso y además una edad de los jóvenes de los ochenta y una pequeña escena de música popular. No fue estrictamente madrileña, aunque se canalizó a través de la capital, sino que afectó a toda la península, incluidas Porto y Lisboa. Ahora ya nadie se acuerda, pero antes de nuestros ‘Héroes del silencio’ existieron en Portugal un grupo llamado los ‘Herois do Mar’.
Salvo las excepciones conocidas (Santiago Auserón, El Zurdo), su generación, ¿era tan culta como este la atmósfera de esta historia?
No olvidemos que la atmósfera de esta historia es una ficción creada por mí. Más que cultos eran inquietos, y esa inquietud les llevaba a interesarse por la cultura. No sé si eso sucede ahora igual entre los jóvenes. Sé que tienen muchos más estímulos desde direcciones diferentes, pero sus estímulos no los conozco bien porque estoy fuera de los canales modernos de comunicación. Me interesa más acabar el análisis completo de unas cuantas obras clásicas antes de morir.
Gran parte de los hechos que componen ‘Literatura universal’ se sustentan en una suerte de improvisación vital, algo que se echa en falta hoy en día, donde todo está más medido, calculado que antes, donde todo resulta más impostado. ¿Se era más auténtico antes?
No estoy nada seguro de que pueda postularse una ‘autenticidad’ del ser humano como tal en ningún momento de su vida o de la Historia. Lo que sí es cierto es que, en el momento actual, el guión, los límites del terreno de juego, las convenciones, vuelven a estar ya más definidas y eso crea unas inercias en nuestras mentes, de tal manera que tendemos a convertir la vida en una serie de procesos automáticos, sin examinarlos críticamente. Eso ya sucedió antes de los ochenta debido al franquismo, y la Transición supuso una ruptura de tal calibre durante unos cuantos años, desde el 75 hasta el 87, sin medidas exactas, ni cálculos precisos, que me da la sensación de que es lo que has detectado y que permitió más improvisación vitalista y experimentación.
Del triunvirato protagonista (Cárdenas, el más resuelto, el que se mueve con mayor aplomo; Simón, el poeta –acaso escritor– Valls, el sensible, que no sensiblero), ¿por quién siente especial querencia? ¿En quién encuentra mayor complicidad?
He disfrutado mucho más de lo que esperaba construyendo los personajes de este libro. He intentando asignarles virtudes y defectos. Defectos incluso a veces repugnantes. De los tres principales del casting, Simón es el que más detesto cordialmente, Paco el que me provoca más compasión y Cárdenas, aunque me da un poco de miedo, me atrae por una especie de toque Falstaffiano que he intentado habitara dentro de él. Pero hay un secundario al que no profeso ninguna complicidad pero sí mucho cariño: el indecible Sebas, ‘La Histérica’.
¿Cómo sobrevive una amistad? ¿De qué modo impedir la erosión del tiempo?
No soy el más adecuado para responder a esa pregunta. Siempre les recuerdo a los que me quieren que soy mal amigo de una manera involuntaria. Sucede que estoy siempre tan distraído pensando en libros y memeces de escritura que se me pasan los días sin darme cuenta. De golpe, levanto la cabeza de las páginas y han pasado seis meses sin llamar a tal o cual amigo íntimo. No te digo ya quedar. Hay quien lo interpreta como arrogancia, misantropía y egotismo. Pero mis más pacientes amigos saben que no hay nada de eso y me aceptan cuando aparezco después de dos años como si volviera de echar una meadita.
Precisamente el tiempo narrativo es concentrado, todo él como un fulgor, como si todo sucediera al mismo tiempo, ¿es algo premeditado?
Ha sido uno de los trabajos más arduos del libro, mucho más, incluso, que reunir las citas. Era importante conseguir mantener ese tono sin desfallecer para provocar la sensación de fulgor en la mente del lector. Un equilibrio delicado. Pero de ello dependía que se leyera como recuerdo y ensoñación de una voz narrativa.
¿Qué se gana y qué se pierde al vivir en el filo, como estos rebeldes de ‘Literatura universal’, a pie de abismo?
Solo con hacer la simple prueba de intentar ver en un espejo nuestras pupilas desplazándose de derecha a izquierda descubriremos que todos vivimos con un abismo en la zona ciega de nuestra mente. Se gana algo cuando uno decide esforzarse en no asustarse por ello y vivir en plenitud de una manera razonable. Se pierde mucho cuando negamos esa realidad tan obvia y, con palabrería, intentamos no escucharla tapando el sonido de nuestro propio lobo acercándose para empujarnos a ese punto ciego. Es lo que he intentado mostrar con esa diversidad de personajes inventados, con soluciones individuales para cada uno.
Es un libro en el que no hay espacio para la melancolía, ni para la mueca hiriente, no hay sátira.
No hay sátira, hay parodia. La sátira es burla, la parodia es juego. Un juego más compasivo. Hay muchas parodias entretejidas en este libro: parodia de la forma canónica de la novela generacional, parodia del lenguaje de la alta cultura. Y hay también parodia hasta en la ambigüedad del título, donde el adjetivo ‘universal’ está usado más pensando en mi propio universo de referencias literarias que en la clásica ‘Weltliteratur’ de Goethe, que hoy habría que repensarla de otra manera porque ya no vivimos en el mundo del alemán. Para que el enaltecimiento y reivindicación de todos esos procesos no se convierta en algo hueco (pura cáscara sin pulpa dentro) hay que atender a sus aspectos ridículos que lo humanizan para siempre, atándolo a la carne humana y sus conductas tontas e insignificantes. Por eso me gustan las parodias sutiles, levísimas, incluso de los propios registros del lenguaje. Algo un poco maligno, pero revelador.
Decía Umbral, con esa socarronería tan suya, que con Franco al menos se sabía contra quién luchar. ¿Contra quién o qué combatir adentrados a en el siglo XXI?
Creo que ya hay unos cuantos objetivos localizados contra los que sabemos que hay que luchar: la desigualdad, la ignorancia, la codicia, el fanatismo, el dogmatismo, la mentira, la manipulación, el supremacismo, la violencia, la pena de muerte, la coerción de la libertad de pensamiento. Otra cosa es que no sé si realmente los seres humanos nos queremos tomar el trabajo de luchar en serio contra todo eso.
¿Qué precio se paga por la libertad?
Muchos precios, pero todos ponderables: el miedo, la inseguridad, la intemperie, la responsabilidad. Sufrir un miedo tremendo a equivocarse tomando decisiones. Pero, una vez que se consigue calibrar y controlar el temor a ese miedo, la libertad intensifica de una manera maravillosa la sensación de estar viviendo.
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