Economía

«Los emprendedores de hoy son más éticos que los de hace diez años»

Iñaki Ortega es uno de los 50 mayores expertos en transformación digital en España. Conversamos con él sobre la capacidad de los nuevos talentos para transformar las reglas del juego.

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24
septiembre
2016
Inaki Ortega emprendedor

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Iñaki Ortega (Bilbao, 1972) es doctor en Economía y director de Deusto Business School en Madrid. Ha ejercido además en política y ha fundado y dirigido varias empresas. Pero, ante todo, se define como emprendedor. No en vano, es una de las referencias en Iberoamérica y el diario Expansión lo ha incluido entre los 50 mayores expertos en transformación digital en España. Conversamos sobre la fuerza de los nuevos talentos y su capacidad para transformar las reglas del juego.

Llevas muchos años impartiendo emprendimiento. ¿Qué les preguntabas antes a tus alumnos y qué les preguntas hoy?

Hace diez años, en su primera clase, les decía: ¿Conocéis a un emprendedor? Generalmente, mis alumnos sudamericanos levantaban la mano. Ellos ya habían conocido unas cuantas crisis, muchos habían tenido que emprender por necesidad. Los españoles, ninguno. Ahora, la pregunta es: «Los emprendedores están reinventando el capitalismo: ¿en qué sectores?». Las respuestas son masivas e inmediatas: Airbnb, Uber… Sale mucho más fácil. Hemos pasado de tener que explicar qué es un emprendedor a, simplemente, recordar que los emprendedores de ahora son los actores protagonistas del momento.

¿No lo eran hace diez años?

No. Antes –y hablo siempre de un emprendedor de oportunidad, de la economía de la innovación–, primero estudiaba, luego adquiría experiencia y montaba algo ya con treinta y pico años. Los de hoy ya están emprendiendo con veinticuatro. La precocidad hoy es un elemento a destacar, tiene que ver con el momento: ahora es posible la inmediatez. Hace diez años, la figura del emprendedor era lejana. La gente veía referencias como Steve Jobs. Hoy están mucho más cerca. La gente que monta Wallapop o Vivalia son tipos como tú.

Las tecnologías permiten esa inmediatez.

Absolutamente. No se entiende el momento actual de empoderamiento del mundo emprendedor sin la tecnología. Es una de las claves de este momento. La tecnología ha conseguido que vivamos un momento económico que supera lo económico, que capilariza a la sociedad. Es el empoderamiento de la juventud. Por primera vez en la historia, cualquier joven tiene las herramientas para cambiar el mundo, da igual dónde esté o dónde haya nacido. A lo largo de la historia, la juventud se ha valido de las revoluciones para el cambio, pero tenía que ser en un momento determinado, siempre apoyados por unas élites que la utilizaban. Hoy, gracias a la tecnología, el cambio se puede lograr en cualquier momento, por cualquier persona. Y ese empoderamiento tiene un vehículo, que es el emprendimiento. Nunca antes había pasado en la historia.

¿Qué aporta exactamente la tecnología a una revolución?

Te permite hacer las cosas rápido, escalarlas, saltar las barreras de entrada a un mercado. Antes era imposible entrar en las telecomunicaciones, la banca o la energía. Por ejemplo, el caso de WhatsApp: un ucraniano que emigra a California y monta el sistema de mensajería más importante del mundo actual. Que te permite hablar instantáneamente con personas de los cinco continentes. Ya no hay barreras de entrada. Y eso lo ha permitido la tecnología. Los jóvenes, además, dominan un lenguaje que no dominan sus mayores: 3D, cloud, big data, Snapchat, programación, código… Quien sabe de eso es la generación más joven. Y eso es una gran noticia.

¿Por qué?

Porque eso les deja reinventar el capitalismo. Y, o lo reinventan, o revienta. El modelo productivo debe cambiar porque cambian las costumbres. Antes estaba basado en un capitalismo muy a la americana, y también muy a la española. Nuestro desarrollismo de los 70 y los 80 se basaba en tener casa, coche, veranear… Era la base de la economía, en el sentido de que era la base para tener todo eso. Y si te esforzabas, lo tenías. Causa– efecto. Y ese paradigma revienta: de pronto, el esfuerzo no siempre es suficiente. Y no hay recursos para todos. Y como guinda, la crisis llega y pone patas arriba todo eso. Y especialmente los jóvenes de veintitantos, los millennials, empiezan a migrar hacia otra forma de ser y de comportarse. Pasan del «querer tener» al «querer usar». Y esa es, en definitiva, la economía colaborativa. Y eso cambia el modelo productivo.

Entonces, ¿es un cambio coyuntural, movido por la necesidad de un estado de crisis?

En parte, sí, y eso no es malo. Pero no es todo. También entra otro vector muy importante, que es la disrupción tecnológica.

Y el mercado tradicional ¿permite que esa disrupción se dé al ritmo que debería?

Yo creo que el cambio se está dando mucho más rápido de lo que nos damos cuenta, porque ahora estamos en el ojo del huracán. Es un tornado en el que, a menos que te choque un objeto, no sabes realmente lo que está pasando fuera. En la lista de las empresas más importantes de Forbes, ahora ocupan los chinos los primeros puestos. En las escuelas de negocio, ya no impera el eje atlántico, ahora es el eje pacífico. Y en solo cinco años.

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Pero el modelo tradicional parece empeñado en poner palos en las ruedas a empresas como Airbnb o Uber.

Estamos en un momento en el que confluyen lo que no acaba de morir y lo que no acaba de nacer. Eso ha pasado en crisis anteriores. Estamos en lo que yo llamo «el cuarto de hora». El establishment se revuelve frente a lo que viene. En Deusto Business School nos referimos a «los insurgentes contra los incumbentes». Los que ya están desde antes no quieren perder el statu quo. Y los insurgentes les meten presión. Hacer lobby entre las empresas de turismo para que no se permitan los apartamentos turísticos es estéril, por ejemplo. O prohibir Uber. El otro día lo decía el presidente de la Comisión Nacional del Mercado y la Competencia [CNMC]: «Es como querer tapar el sol con el dedo pulgar. Tal vez logres que no te ciegue temporalmente, pero el sol sigue ahí».

Hablamos de un cambio económico generacional movido por la tecnología. ¿También por los valores?

El emprendedor de hoy no solo es nativo en tecnología. También en un nuevo mundo de valores. No hay que decirle nada. Lo tiene clarísimo.

¿Es más ético el emprendedor joven de hoy que el de hace tres lustros?

Rotundamente, sí. El emprendedor de antes venía de una empresa en la que sabía que si progresaba, ascendía. Y no veía lo que se quedaba por el camino. No adquiría esa conciencia, vivía en la protección de su empresa. Y vivía para trabajar. El de hoy, trabaja para vivir. Esta generación ha sufrido una crisis, mientras sus hermanos mayores solo sabían que si trabajaban, subían. Por eso los de hoy han visto lo que pasa ahí fuera realmente. Y no quieren que vuelva a sucederles, ni a ellos ni a nadie. Añade que el ocio, no en sentido peyorativo, sino la vida fuera de una oficina, es ahora más accesible. Ahí están los contratos no por horas sino por proyectos, las jornadas flexibles, el teletrabajo… Son cosas que se van instalando, porque está cambiando la mentalidad.

¿Eso significa que las generaciones anteriores carecían de valores?

No, pero te pongo un ejemplo: para los emprendedores jóvenes, la diversidad es consustancial; no se lo plantean. Los que tenemos cierta edad defendemos la diversidad, queremos ser inclusivos, pero lo forzamos, porque venimos de otra cultura. Para ellos, el mundo es más global, más pequeño, han tenido más oportunidades de viajar, de conocer otras formas de pensar, también por las redes sociales. Hablamos de una generación que el primer presidente de Estados Unidos que ha conocido, teniendo uso de razón, es negro. Eso es un avance magnífico, en un país que hace no tanto discriminaba a las personas de color incluso a la hora de subir a un autobús. Que su presidente sea hijo de un nigeriano es, sin duda, un cambio. Pero esta generación ha crecido con eso, por eso para ellos no es un cambio: es lo normal. También que haya derechos civiles como el matrimonio homosexual. Es un logro para nosotros, un cambio cultural. Pero, para las nuevas generaciones, es lo que tiene que ser, no lo conciben de otra manera. Por eso los emprendedores de hoy trasladan esos valores a sus empresas como algo natural.

Da la impresión de que las empresas tradicionales, dirigidas por gente más experimentada, tienen que aprender mucho de los nuevos emprendedores.

Lo decía el economista Clayton Christensen durante sus clases en Harvard: «Las empresas diseñadas para triunfar en el siglo XX están abocadas a fracasar en el siglo XXI»… A no ser que adopten la mentalidad de las startups. Es decir: de los nuevos emprendedores, la nueva generación y los nuevos valores.

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Por tanto, joven emprendedor ya no es lo mismo que emprendedor joven. Es casi una marca, una definición en sí misma.

Esto no es el típico canto a la juventud de siempre. Los de más edad podemos intentar ser como los jóvenes emprendedores, pero son ellos quienes ejemplifican los nuevos valores. Ya no son las generaciones posteriores las que enseñamos a las venideras. Es al revés. Ya no es el canto poético a la belleza de la juventud, a lo efímero. No. La juventud, ahora más que nunca, es el poder en este cambio.

¿Esto se refleja también en los valores de las nuevas marcas que surgen?

Absolutamente. Con las nuevas tecnologías, con las redes sociales, con la capacidad infinita de comunicación que tenemos ahora, los jóvenes emprendedores tienen asumido que su control es otro. Cualquier review [reseña] de un usuario de Airbnb o de Tripadvisor puede encumbrar o hundir un negocio hotelero. Si una firma de zapatillas explota a sus trabajadores en un país asiático, el resto del mundo se puede enterar inmediatamente. Por eso los jóvenes están empoderados. Porque tienen las herramientas para cambiar las cosas, para opinar sobre un producto y que los escuchen. Para vigilar y controlar. Ese es el cambio de mentalidad. También el de los jóvenes emprendedores que crean una empresa, una marca, cuando aplican valores. Cuando se empoderan los de abajo, o sea, los jóvenes, los de arriba son mejores.

¿Hay entonces un efecto arrastre por parte de la generación actual respecto a la anterior en cuanto a valores, a ética?

Puede ser por convicción, por oportunidad o por necesidad, pero efectivamente, así está siendo. Lo importante es que vamos hacia marcas nuevas más éticas y marcas tradicionales que se vuelven más éticas. Que asumen como propio el cuidado del medio ambiente, la sostenibilidad, la defensa de los derechos humanos, la modernización de la sociedad… Lo que importa es la consecuencia de todo esto: vamos a un mundo mejor.

Puedes encontrar esta y otras entrevistas y reportajes en el número especial elaborado por Ethic y 21gramos.

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