Opinión

La tertulia política es el nuevo 'pressing catch'

La periodista, escritora y experta en televisión Mariola Cubells nos habla sobre el nuevo fenómeno catódico: los debates de actualidad televisados, para ella, «ruido que provoca un debate ciudadano maniqueo».

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24
abril
2016

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Mariola Cubells (Valencia, 1965) se pasó hace una década al otro lado de la trinchera catódica: de dirigir programas en Canal 9 a analizar la tele con la mirada crítica que le forjó su proceloso paso por la cadena valenciana y que plasmó en un libro de título inequívoco: ¡Mírame tonto! Allí destapaba, sin tapujos, las malas prácticas de los gestores de la cadena, la explotación de periodistas becarios en los reality shows y el fomento de la telebasura (con dinero público) en pos del ‘todo vale’ por la audiencia. «El libro fue una catarsis. La tele dejó de interesarme como medio y empecé a usarla como objeto de análisis».

En este tiempo ha escrito otros libros sobre el ente, dirigió el periódico ADN y ahora colabora en varios medios como experta, como El Huffington Post o la SER. En una época tan convulsa para el periodismo, que encara varios frentes (la crisis económica, el cambio de modelo con la irrupción de internet, los nuevos paradigmas publicitarios, la crisis de identidad…) sus opiniones respecto a la pequeña pantalla tienen especial relevancia.

Un día antes de su conversación con Ethic, Prisa vetaba la presencia del director de eldiario.es, Ignacio Escolar, en su principal emisora, la SER, donde llevaba seis años de colaborador. Además, prohibía a todos sus periodistas participar como tertulianos en los programas de La Sexta. El motivo: estos dos medios habían relacionado a la exmujer de Juan Luis Cebrián, presidente de Prisa, con una sociedad offshore que aparecía en los papeles Panamá. El grupo mediático les ha cursado una demanda por difamación.

A Cubells le toca cerca, porque es tertuliana en La Ventana, el programa vespertino de la SER. «He tenido un debate personal esta mañana con mis compañeros de la radio sobre el veto a Ignacio Escolar. Tenía dudas morales de qué debía hacer con este tema. No me expresé en antena pero sí en mi Twitter. Tengo muchos seguidores, tengo una línea de pensamiento, un perfil muy determinado en mi profesión, y no lo puedo traicionar. Me veo en la obligación moral de hacerlo. Porque estoy en contra de esa medida, me parece deleznable. También la prohibición de que tantos buenos periodistas de Prisa participen en las tertulias políticas La Sexta. Eso solo perjudica a los espectadores. ¿Me estoy jugando mi puesto publicándolo en mi red? Posiblemente».

La tertulia política, el nuevo ‘pressing catch’

Si hace 10 años los platós de televisión estaban inundados de frivolidad, de personajes del corazón y freaks tirándose los trastos a la cabeza, hoy ocupan su sitio en los programas de mayor audiencia diputados, concejales, analistas, periodistas de medios ‘serios’, candidatos presidenciales, economistas… Esto, aparentemente, es un avance. Para Cubells, solo aparentemente. «Mantengo la teoría de que la tele en este aspecto se ha salvamizado (en referencia al programa rosa Sálvame), es decir, la mala praxis de perseguir a costa los réditos de audiencia hace que en ese laboratorio que son todos los programas de televisión se incluyan ingredientes dosificados para que el espectador no pueda apartar la mirada. Se supone que lo que te venden ahora en las tertulias políticas es serio, pero siempre tiene una pátina de espectáculo. El infoentretenimiento es muy peligroso. Tengo serias dudas de si conseguimos informar y que la gente se interese de una forma ortodoxa por la actualidad, la política, el mensaje y las propuestas de los partidos, o les estamos dando tal algarabía que lo que le queda es ruido. No sé muy bien dónde está la verdad».

La tertulia política está de moda. Hasta el punto de que el director de La Razón, Francisco Maruenda o el periodista de investigación Eduardo Inda son hoy auténticas estrellas mediáticas. «Estas dos personas tan estrafalarias representan la cuota perfecta de diversión, de distensión, de espectáculo. Cumplen el mismo papel que Belén Esteban en los programas de investigación. Provocan polémica para que se mueva las redes sociales, que convierten sus frases, sus desbarres, en trending topics, todo para alimentar la audiencia. Son una coartada, un elemento imprescindible. Con sus malos modos, sus salidas de tono, los directores de los programas en los que participan los enfrentan a periodistas reputados o a políticos de otro signo, que son exactamente su reverso. Porque saben que van a dar un juego que no van a dar los demás. Y se necesita para crear ese espectáculo».

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Los gritos, las interrupciones y en general la algarabía cada vez son más habituales en este tipo de tertulias. Todo parece muy natural, pero nada es casual: «Cada personaje que participa en estos programas sabe qué papel debe jugar, desde los políticos hasta los periodistas. Cuáles son sus cartas y cómo debe jugarlas para que la semana siguiente le sigan llamando. Esto lo empezó hace muchos años las televisiones con programas puramente rosas. Y esa mala praxis se ha trasladado a los programas de actualidad política».

Y el periodismo, ¿dónde queda?

«Me preocupa que la información, la actualidad, se banalice», dice la experta. «Espectacularizar cualquier tipo de información es pernicioso y peligroso. Hay compañeros periodistas que me dicen: ‘Ya, pero es que si no, el mensaje no llega’. Pero no estoy de acuerdo. Nosotros como periodistas deberíamos hacer esfuerzos para que el mensaje llegara igual, pero de otra manera».

¿Y cuál es la forma? El Objetivo, de La Sexta, es un ejemplo de que las cosas se pueden hacer de otra manera. Es un programa sosegado, con pausas, con datos, con análisis. Hay tiempo para una entrevista, para contrastar información y opinión, se desgranan argumentos. No hay algarabía y acabas entendiendo el mensaje y el relato. «Pero la mayoría de los programas son como La Sexta Noche, de la misma cadena. Una tertulia política que busca el espectáculo, donde participan políticos, periodistas y expertos, pero al final, al espectador, lo que le queda es ruido. Y se queda con el enganche entre Eduardo Inda y Jesús Maraña, por ejemplo, antes que con los mensajes o los programas de los partidos».

El plató, o la arena política

Los representantes de los diferentes partidos son piezas clave en estas tertulias. A veces apoyados incondicionalmente por los periodistas, otras vapuleados. Pero, habitualmente, se limitan a transmitir el mensaje de su formación, y no aportan demasiado ¿Con qué criterio se seleccionan? «En la tele no hay nada al azar. Todo está estudiado, medido de antemano, milimetrado. Directores y productores eligen los contenidos y los actores, hasta las tramas, con unos objetivos. El objetivo general en las privadas es tener audiencia. En la tele pública, que no se enfade el gobierno de turno. Pero siempre hay una intención. A veces se hace con mejor criterio, pero nunca hay nada al azar, ni siquiera en un concurso. Los tertulianos están elegidos y testados. Responden a unos criterios de selección, porque el programa debe tener un recorrido concreto. Por eso el fin de las tertulias no es tan informativo como aparenta. Hay mucho espectáculo programado de antemano. Ojo, eso no es malo en sí mismo si no haces una cosa nefasta. Pero ahora está claro que las tertulias políticas se nos han ido de las manos».

¿Hay posibilidad de rectificar? «Yo soy pesimista en eso. Creo que, si educas la retina del espectador de una manera, luego es difícil dar marcha atrás. Hay quienes defienden estos formatos porque la gente ahora habla de política en la calle, pero, ¿de qué política? En las conversaciones de barra no se habla de propuestas, no hay enjundia. Se generan debates políticos, pero maniqueos».

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