Opinión

La generación instantánea

El psiquiatra Enrique Rojas, autor de ‘No te rindas’ (Temas de Hoy), analiza los efectos que la cultura de la inmediatez tiene sobre nuestras vidas.

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12
noviembre
2012

Enrique Rojas, catedrático de psiquiatría de la Universidad de Extremadura y autor de No te rindas (Temas de Hoy), analiza los efectos que la cultura de la inmediatez tiene sobre nuestras vidas y lleva a cabo un alegato en defensa del «movimiento slow».

El mundo actual ha cambiado más en veinte años que en todo un siglo. Los pintores de la corte tardaban muchos meses o incluso un año en pintar un cuadro. Hoy día los profesionales venden su tiempo y todo va demasiado deprisa. La velocidad tiene sus cosas buenas y también sus desventajas. Por un lado, la inmediatez de poder ser localizado desde la otra punta del mundo nos conecta a este, pero a la vez también nos genera un plus de ansiedad. Ya no tenemos la serenidad ni la paz de que disponíamos antes. Confundimos el hecho de tener amigos en redes sociales como el Facebook, donde te agregan con un solo clic, con la profundidad de las relaciones que exigen tiempo y experiencias compartidas. Aquella persona que se había hecho «amiga» nuestra en un instante, desaparece de nuestra base de datos con la misma celeridad.

El mismo ejercicio del periodismo se ha vuelto frenético. Una noticia lo monopoliza todo hasta que deja de ser novedad y, aunque lo que la ha provocado siga existiendo, desaparece de repente. En su Elogio de la lentitud, el periodista canadiense Carl Honoré habla así de los peligros de pisar demasiado el acelerador: Correr no es siempre la mejor manera de actuar. La evolución opera sobre el principio de la supervivencia de los más aptos, no de los más rápidos. No olvidemos quién ganó la carrera entre la tortuga y la liebre. A medida que nos apresuramos por la vida, cargando con más cosas hora tras hora, nos estiramos como una goma elástica hacia el punto de ruptura.

La enfermedad del tiempo

En su ensayo, Honoré hace referencia a Larry Dossey, un médico estadounidense que acuñó el término enfermedad del tiempo para denominar la creencia obsesiva de que «el tiempo se aleja, no lo hay en suficiente cantidad, y debes pedalear cada vez más rápido para mantenerte a su ritmo». Ante esta premura por hacer el mayor número de cosas en el menor tiempo, las preguntas que deberíamos hacernos son: ¿por qué estamos siempre tan apresurados?, ¿cuál es el remedio contra la enfermedad del tiempo? Y ¿es posible, o incluso deseable, hacer las cosas más despacio? Klaus Schwab, fundador y presidente del Foro Económico Mundial, afirmó sobre esto: «Estamos pasando de un mundo donde el grande se come al pequeño a un mundo donde los rápidos se comen a los lentos».

Muchas veces no logramos hallar la solución a nuestros problemas porque nos empeñamos en vivir a tal velocidad que, como los porteadores de la fábula, hemos olvidado incluso a dónde vamos.

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