Opinión
Satélites de comunicación
Si hay una ‘Gran-Muralla-China-Mental’ que nubla y entorpece el diálogo, sobre todo en las arenas movedizas de la sostenibilidad, es la corrección política.
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COLABORA2012
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Cuando decidimos entrevistar al escritor de culto Michel Houellebecq un miembro de nuestro Consejo se mostró muy reacio: «No encaja en la línea editorial de Ethic, es un escritor nihilista y muy controvertido». En cierto modo, y si nos ciñéramos a la linealidad dominante en el universo editorial, a nuestro consejero no le faltaba, no, ninguna razón. Pero admitimos cierta debilidad por los versos libres, aunque muchas veces no opinemos como ellos. Si hay una Gran-Muralla-China-Mental que nubla y entorpece el diálogo, sobre todo en las arenas movedizas de la sostenibilidad, es la corrección política. ¿Cuántos brindis al sol en cumbres como Rio+20 harán falta para que nos demos cuenta de lo contraproducente que es que los discursos vayan en dirección opuesta a las acciones? Más allá de sus anecdóticas salidas de tono y de las marketinianas polémicas que de cuando en cuando protagoniza, lo que nos importa de Houellebecq es su obra. La agudeza con la que se enfrenta a los ángulos más oscuros de la sociedad contemporánea y las críticas que tan magistralmente despliega en torno al sistema económico y social, nos ponían en bandeja una entrevista de enfoque sociológico, en el que abordar dimensiones como los efectos del Crash económico, la sociedad hiperconsumista, las luces y sombras del 15-M o las revoluciones en los países árabes. Es verdad que al final este diálogo, que se llevó a cabo hace ya unos meses, fue un precipitado ejercicio de surrealismo periodístico fruto de una intensa persecución por bares y universidades de Madrid. Pero no nos engañemos, el enfant terrible de la literatura francesa es una celebrity cada vez más inaccesible y publicar esta experiencia resulta un lujo del que no podíamos privar a nuestros lectores. ¿Si la revista Rolling Stone eligió a Mourinho rock star del año, por qué no íbamos nosotros a poder dedicarle una doble página al más célebre escritor maldito con vida?
En el número 7 de Ethic –cuánta razón tenían los clásicos con su obsesión por la fugacidad del tiempo – publicamos otros dos diálogos o entrevistas muy recomendables. En un principio ideamos centrar la entrevista a la ex ministra de Medio Ambiente, Cristina Narbona, en torno a los desafíos del cambio climático. Pero fue un acierto que en el último minuto, antes de coger las bicis para acercarnos al Congreso de los Diputados a celebrar ese encuentro que concertamos a través de Twitter, introdujéramos asuntos de otro calado. ¿Qué por qué fue un acierto? Porque su capacidad para desmenuzar y analizar la realidad es absorbente. En estos casos, y desde un proyecto plural como es Ethic, siempre insistimos en la misma idea: uno puede estar de acuerdo o no con determinados planteamientos, pero en esta España tan cainita debemos apreciar los discursos coherentes que no dejan espacio ni a la demagogia ni a la frivolidad.
Por último, nos fuimos a charlar con Irene Villa. Su historia es de película: de esa explosión de ETA que hizo volar el coche en el que iba al colegio cuando sólo tenía 12 años a una explosión de vida y optimismo capaces de provocar la rendición del peor matón abertzale. En estos tiempos convulsos, las personas con la actitud de Irene se convierten en referentes que personifican el espíritu de lucha frente a la adversidad. No se trata sólo de aceptar la desgracia, también hay que darle un puntapié y convertirla en un imparable gol por toda la escuadra.
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